Los increíbles animales que se comen partes de su propio cuerpo
Es indudable que la naturaleza es cruel.
Algunas criaturas atormentan a otras horriblemente para alimentarse y reproducirse, o incluso solamente para jugar.
Y muchos animales se comen a miembros de su propia especie por sustento o por conseguir supremacía.
Hay, sin embargo, un comportamiento que es incluso más extremo que el simple canibalismo.
Suena como una idea del célebre personaje de ficción Hannibal Lecter y no algo que favorecería la evolución, pero lo cierto es que ocasionalmente algunos animales se comen partes de sus propios cuerpos.
Ese extraño comportamiento se conoce como «autocanibalismo».
Les preguntamos a nuestros lectores si tenían conocimiento de animales que lo practican.
Hay hechos dolorosamente bien documentados, que incluyen a perros, felinos, osos y simios, de animales que se han comido la piel, los músculos, tendones y huesos, tras quedar atrapados.
Pero, aunque parezcan extremos, no representan casos de autocanibalismo.
Y es que esos animales no se comieron a sí mismos, sino que, simplemente, eliminaron partes de su cuerpo.
Y es algo que tiene una clara lógica. Después de todo, es mejor perder una pata que la vida.
Cuerpo «reciclado»
Otros animales se muerden partes de su cuerpo, aparentemente por razones menos sensatas.
Las ascidias se comen su propio cerebro como parte de su ciclo de vida.
También conocidas como tunicados, son animales simples que viven en el océano.
Comienzan su vida como larvas nadadoras parecidas a renacuajos mínimos, pero luego se adhieren a una roca u otra superficie y, a partir de ese momento, no se vuelven a mover más nunca.
Como sucede con las orugas, experimentan una metamorfosis y se vuelven irreconociblemente distintas.
De adultas, lucen como pequeñas bolsas abultadas y sobreviven filtrando alimento del agua que las rodea.
«El cuerpo de la larva tiene una estructura básica, con un muy simple cordón nervioso que recorre su parte posterior, parecido a la columna vertebral de animales más complejos», dice John Bishop, de la Asociación de Biología Marina de Reino Unido.
«Al frente de este cordón nervioso se encuentra un ganglio o ‘vesícula cerebral’ y unos órganos para percibir la luz y la gravedad, que la ayudan a encontrar un sitio que le sirva de hogar».
Casi todo eso desaparece cuando alcanza la adultez.
«Ya no necesita los órganos de los sentidos, el cordón nervioso o ni siquiera su cola, así que los reabsorbe», afirma Bishop.
«La vesícula cerebral se transforma en un ganglio cerebral, que simplemente ayuda al adulto estacionario a alimentarse».
Así que su comportamiento no es tan cruento como suena.
No es tanto que se «come» o «digiere» su simple cerebro. Más bien lo recicla para hacer otros órganos más útiles.
Autocanibalismo «accidental»
Hay otros animales conocidos por devorar sus propias colas.
«Las serpientes que se comen otras serpientes (como la Rey y la Rata) confunden su propia cola con la de otro ofidio y terminan comiéndose a sí mismas», indica el experto John Allen Gordon-Levitt Gerlach.
«Hay una palabra de origen griego para describirlas: ‘uróboros’, que simboliza el eterno ciclo de vida y muerte», añade.
Pero ¿podrían ser tan tontas algunas serpientes para equivocarse y comerse a sí mismas?
«La mayoría utilizan un sentido del calor para encontrar a su presa, así que no es probable que su propia cola capte su atención», explica Sally South del Museo de Australia del Sur en Adelaida.
«Sin embargo, algunas también utilizan una ‘atracción caudal’ (mover rápidamente la cola) para llamar la atención de las presas».
Al tener cerebros pequeños, las serpientes son más reactivas que proactivas y el movimiento podría hacerles pensar que se trata de una presa.
James B. Murphy, del Museo de Historia Natural del Instituto Smithsonian en Washington, cuenta que tenía una serpiente Rey que comenzó a comerse a sí misma cuando estaba mudando de piel.
«Siguió tragándose su propia cola hasta que tuve que intervenir», dice Murphy, sugiriendo que «el olor de la presa sobre su cuerpo podría haberla confundido».
En otras palabras, aunque las serpientes ocasionalmente intentan comerse a sí mismas, no parece que sea de manera intencional.
Placentofagia
¿Y qué decir de animales más cercanos a nosotros? ¿Practican los mamíferos el autocanibalismo?
Las gatas madres, por ejemplo, se comen su propia placenta.
Se trata de un comportamiento bastante común.
«La mayoría de las especies mamíferas placentarias se comen su placenta y fluido amniótico durante la labor de parto y el alumbramiento», señala Cynthia W. Coyle de la Feinburg School of Medicina, en Chicago.
«Hay varias teorías para explicar las ventajas que eso puede tener para los animales, pero la mayoría no están respaldadas entre todas las especies», indica.
Mark Kristal de la Universidad de Buffalo, en Nueva York, sugiere que la placentofagia (comerse la placenta) puede servir para aliviar el dolor en animales que acaban de dar a luz.
El estudio de Kristal discute especialmente el caso de los roedores. Sin embargo, también pone de relieve a un mamífero más complejo que, ocasionalmente, la practica: el ser humano.
En un estudio hecho en 2015, Coyle y su equipo encontraron que históricamente era algo poco común, aunque médicos alternativos y gurús de la salud lo promocionan como algo natural y tradicional.
«No encontramos registros históricos documentados en las distintas culturas de madres humanas que lo hicieran», dice Coyle. «Parece ser un fenómeno relativamente reciente en las culturas occidentales».
Y tampoco encontró pruebas sólidas de que tuviera alguna utilidad para los humanos.
«Sus partidarios frecuentemente citan estudios con animales para respaldar los supuestos beneficios, incluyendo la prevención de la depresión postparto, y estimular una mayor lactancia y energía, pero esos beneficios no han sido estudiados o respaldados en investigaciones con animales».
«Eso plantea la interrogante de si en los humanos hay, por lo menos en parte, un efecto placebo».
Si Coyle está en lo cierto, los humanos que comen placenta son un raro ejemplo de un animal que mastica una parte de sí mismo deliberadamente, pero, a diferencia del leopardo atrapado en una trampa, quizás sin una muy buena razón para hacerlo.
Fuente: bbc.com