Los hongos almacenan un tercio del carbono de combustibles fósiles
Los científicos calculan, en un nuevo metaanálisis, que cada año se destinan a los hongos micorrícicos 13,12 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2e) fijado por las plantas terrestres.
Esto equivale aproximadamente al 36% de las emisiones mundiales anuales de combustibles fósiles, según publican en la revista ‘Current Biology’.
Hace al menos 450 millones de años que los hongos micorrícicos sustentan la vida en la tierra al ayudar a suministrar a las plantas los nutrientes del suelo esenciales para su crecimiento. En los últimos años, los científicos han descubierto que, además de formar relaciones simbióticas con casi todas las plantas terrestres, estos hongos son importantes conductos para transportar carbono a los ecosistemas del suelo.
Dado que entre el 70% y el 90% de las plantas terrestres establecen relaciones simbióticas con hongos micorrícicos, los investigadores llevan mucho tiempo suponiendo que debe de haber una gran cantidad de carbono que se traslada al suelo a través de sus redes.
«Siempre hemos sospechado que podíamos estar pasando por alto una importante reserva de carbono», afirma la autora Heidi Hawkins, investigadora principal de Conservation South Africa e investigadora asociada sobre interacciones planta-suelo-microbio en la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
«Es comprensible que se haya prestado mucha atención a la protección y restauración de los bosques como forma natural de mitigar el cambio climático –prosigue–. Pero se ha prestado poca atención al destino de las enormes cantidades de dióxido de carbono que esas plantas trasladan desde la atmósfera durante la fotosíntesis y envían bajo tierra a los hongos micorrícicos».
Los hongos micorrícicos transfieren nutrientes minerales a sus compañeras vegetales y obtienen carbono de ellas. Estos intercambios bidireccionales son posibles gracias a las asociaciones entre el micelio fúngico, las redes filamentosas en forma de hilo que constituyen la mayor parte de la biomasa fúngica, y las raíces de las plantas.
Una vez transportado al subsuelo, el carbono es utilizado por los hongos micorrícicos para desarrollar un micelio más extenso que les ayude a explorar el suelo. También queda ligado al suelo por los compuestos pegajosos que exudan los hongos y puede permanecer bajo tierra en forma de necromasa fúngica, que funciona como andamiaje estructural de los suelos.
Los científicos saben que el carbono fluye a través de los hongos, pero no está claro cuánto tiempo permanece allí. «Una laguna importante en nuestro conocimiento es la permanencia del carbono dentro de las estructuras micorrícicas. Sabemos que fluye y que una parte queda retenida en las estructuras micorrícicas mientras vive el hongo, e incluso después de su muerte», explica Hawkins.
«Otra parte se descompone en pequeñas moléculas de carbono que se unen a partículas del suelo o son reutilizadas por las plantas –añade–. Y, desde luego, parte del carbono se perderá como gas carbónico durante la respiración de otros microbios o del propio hongo».
El trabajo forma parte de un impulso mundial para comprender el papel que desempeñan los hongos en los ecosistemas de la Tierra. «Sabemos que los hongos micorrícicos son ingenieros de ecosistemas de vital importancia, pero son invisibles», dice el autor principal Toby Kiers, profesor de biología evolutiva en la Universidad Vrije de Ámsterdam y cofundador de la Sociedad para la Protección de las Redes Subterráneas (SPUN).
«Los hongos micorrícicos se encuentran en la base de las redes tróficas que sustentan gran parte de la vida en la Tierra, pero apenas estamos empezando a comprender cómo funcionan realmente. Aún queda mucho por aprender», añade.
Pero hay una carrera contrarreloj para comprender y proteger estos hongos. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación advierte de que el 90% de los suelos podría estar degradado en 2050, y los hongos quedan al margen de la mayoría de las políticas de conservación y medio ambiente. Sin la fertilidad y la estructura que proporciona el suelo, la productividad de las plantas naturales y de cultivo disminuirá rápidamente.
«Los hongos micorrícicos representan un punto ciego en la modelización, conservación y restauración del carbono», recuerda la coautora Katie Field, profesora de procesos planta-suelo en la Universidad de Sheffield (Reino Unido).
Según indica, «los ecosistemas del suelo están siendo destruidos a un ritmo alarmante por la agricultura, el desarrollo y otras industrias, pero los impactos más amplios de la alteración de las comunidades del suelo son poco conocidos. Cuando alteramos los antiguos sistemas que sustentan la vida en el suelo, saboteamos nuestros esfuerzos por limitar el calentamiento global y minamos la salud y la resistencia de los ecosistemas de los que dependemos», añade.
El coautor Merlin Sheldrake recuerda que «muchas actividades humanas destruyen ecosistemas subterráneos por lo que, además de limitar la destrucción, necesitamos aumentar radicalmente el ritmo de investigación».
«Organizaciones como SPUN, la Fungi Foundation y GlobalFungi están liderando un esfuerzo masivo de muestreo global para crear mapas de código abierto de las redes fúngicas de la Tierra –prosigue–. Estos mapas ayudarán a trazar las propiedades de los ecosistemas subterráneos, como los puntos calientes de secuestro de carbono, y a documentar nuevas especies de hongos capaces de resistir sequías y altas temperaturas».
Los investigadores subrayan que, aunque sus cifras se basan en las mejores pruebas disponibles, son imperfectas y deben interpretarse con cautela. «Aunque nuestras cifras son sólo estimaciones, son las mejores que podemos hacer con los datos disponibles. Las limitaciones de nuestro estudio ponen de manifiesto la urgente necesidad de seguir estudiando empíricamente los flujos de carbono y nutrientes entre las plantas y los hongos micorrícicos», concluye Sheldrake.
Fuente: europapress.es