Los animales también mienten o mandan señales equívocas
En los últimos tiempos, da la impresión de que el mundo animal es de color de rosa. Las pruebas de la existencia de cooperación y compasión en criaturas que nadan, vuelan y caminan han atraído la imaginación del público. En el océano, los meros, los lábridos y las anguilas forman un equipo de especies que colaboran para atacar a sus presas, ponerlas al descubierto y luego comérselas. En el cielo, los maluros variegados y los maluros espléndidos se reconocen entre sí, forman uniones estables y defienden conjuntamente rodales de eucaliptos. Entre las gallinas, las madres muestran una aflicción empática cuando ven que sus pollos sienten algún malestar. Los chimpancés corren a consolar al perdedor de una pelea, incluso a pesar de no haber formado parte del altercado. Y, en un acto de sacrificio, las ratas dejan de lado una recompensa de chocolate para rescatar a compañeras atrapadas en un pequeño depósito de agua.
Durante siglos, los etólogos exageraron el papel de la rivalidad y la violencia entre los animales. Era necesario realizar estudios centrados en la amabilidad y el cuidado para contrarrestar ese punto de vista anticuado que afirmaba que la naturaleza es cruel y despiadada, tal como escribió el poeta Alfred Tennyson. Sin embargo, al derretirnos ante la dulzura animal, existe el riesgo de que el péndulo oscile demasiado y acabe eclipsando una parte de la historia. Numerosos animales emiten señales con información falsa para engañar a otros individuos, tanto de la propia especie como de otras. Confunden, hacen trampas y mienten utilizando toda clase de engaños.
Mentira premeditada
El engaño en los animales no humanos se define como el envío de señales falsas en un intento de modificar el comportamiento de otro animal de tal forma que beneficie al emisor. Las sepias son maestras del fraude. Parientes de los pulpos, tienen la capacidad de cambiar rápidamente de color gracias a los cromatóforos, unas células de la piel que contienen pigmentos. Su capacidad para disfrazarse puede convertir el apareamiento en un asunto turbulento. En 2017, biólogos marinos dirigidos por Justine Allen, de la Universidad Brown, informaron de lo que observaron mientras buceaban en el mar Egeo, frente a las costas de Turquía: una sepia común macho se acercó a una hembra y esta se alejó con evidente indiferencia. El macho se camufló mimetizándose con el fondo durante seis minutos, mientras, al parecer, la hembra no se percataba de su presencia. Y entonces, de repente, se lanzó sobre ella y la agarró, y ambos se aparearon cabeza con cabeza.
En la especie australiana Sepia plangon, el engaño va más allá del camuflaje. Cuando un macho nada entre una hembra a su izquierda y un macho competidor a su derecha, emite dos clases de señales con información opuesta. Mientras que desde su lado izquierdo produce las señales típicas de un macho durante el cortejo, en su lado derecho, emite las de una hembra. Así que, para el competidor masculino, ese pretendiente parece ser solo otra hembra. Brillante, ¡y muy astuto!
El biólogo Culum Brown, de la Universidad Macquarie, en Sídney, y su equipo llaman a esta doble señalización del macho «engaño táctico», porque lo utiliza con premeditación. Se produce en un contexto específico (cuando un macho corteja a una hembra en presencia de otro macho rival). El camuflaje, el mimetismo y el engaño táctico son tres clases fundamentales de engaño en el mundo animal, siendo borrosas las fronteras entre las diversas categorías, como ilustra el ejemplo de la sepia. Cuando los intentos de engañar se realizan de forma intencionada, ya sea mediante camuflaje, mimetismo o algún otro comportamiento, se trata de un engaño táctico.
Fuente: investigacionyciencia.es