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Loros que no solo imitan sonidos sino también movimientos corporales

Una nueva investigación demuestra la existencia en ciertos loros de una habilidad intelectual que hasta ahora era considerada exclusiva del ser humano.

El estudio es obra de un equipo internacional encabezado por Esha Haldar, del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica en Alemania, y ha contado con la importante colaboración del Loro Parque en Tenerife, islas Canarias, España.

Para el estudio, Haldar y sus colegas llevaron a cabo una serie de experimentos de conducta con guacamayos de la especie Ara glaucogularis, la cual está en peligro grave de extinción.

Esta investigación ha permitido documentar científicamente que los guacamayos Ara glaucogularis son capaces no solo de imitar sonidos, sino también movimientos corporales, incluso aunque estos últimos no sirvan para ninguna finalidad práctica. Este fenómeno solo había sido documentado previamente en humanos.

El hallazgo de tal habilidad en la especie Ara glaucogularis demuestra que la inteligencia de estas aves es aún mayor de lo que se creía.

El hecho de que esos guacamayos imiten de manera espontánea, involuntaria, los movimientos corporales citados, junto con su ya conocida habilidad para imitar sonidos, incluyendo palabras humanas, sugieren que estos pájaros poseen un sistema de neuronas espejo similar al que tenemos los humanos.

Esta clase de imitación de movimientos sin ninguna utilidad física práctica, a diferencia de los que sirven, por ejemplo, para coger un objeto, es un pilar de la evolución de la cultura humana. Aunque una gran parte de los movimientos corporales no naturales de la cultura humana están orientados a tales labores técnicas, a menudo utilizando herramientas, también son importantes los movimientos corporales sin función técnica alguna, como los usados en las relaciones sociales. Estos gestos, a menudo, son imitados como una forma de corresponder a lo que manifiesta la persona que los hace: sonreír como señal de actitud amistosa, agitar la mano para saludar, bajar la cabeza para indicar respecto, etcétera.

Estudios anteriores han demostrado que los humanos imitamos gestos de ese tipo de forma involuntaria, lo que se conoce como imitación automática. Hasta ahora, aparte de en el ser humano, la imitación automática solo se había documentado en animales en casos de movimientos con un objetivo físico, como por ejemplo coger un objeto.

El estudio se titula “Automatic imitation of intransitive actions in macaws”. Y se ha publicado en la revista académica iScience.

Fuente: noticiasdelaciencia.com

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