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Lo que aprendió la bióloga que le sacó la pajita a una tortuga en un vídeo viral [VIDEO]

Hace tres años, la bióloga Christine Figgener subió a Youtube un vídeo que hoy supera los 33 millones de visualizaciones. En él se ve como ella y otros científicos tratan de ayudar a una tortuga en las aguas próximas a Costa Rica. Con unas pinzas, tratan de extraerle de la nariz lo que parece ser un percebe. Después de varios minutos agónicos de forcejeo, en los que la tortuga sufre y sangra, consiguen retirar el cuerpo. Con sorpresa, comprueban que es una vieja pajita de plástico de 10 centímetros de largo.

El evidente sufrimiento del animal hizo que las imágenes se extendieran como la pólvora. De allí surgió un movimiento anti-pajitas, que ha llevado a grandes compañías como Disney o Starbucks a comenzar a retirarlas de sus productos, y a ciudades como Seattle, Washington o San Francisco a limitarlas o a eliminarlas. Todo esto ha influido en la aparición de una cierta sensibilidad ante el problema de la contaminación de plástico en los océanos. También ha convertido a Figgener, tal como ella misma ha escrito en un artículo de opinión publicado en Nature.com, en una persona relevante para el activismo e implicada en campañas y documentales.

“He ido a colegios, conferencias y proyecciones para hablar sobre un asunto que no forma parte de mi investigación”, ha escrito Figgener. “El mes pasado, para mi sorpresa, «Time» me nombró como una Lider de la Nueva Generación de 2018″, junto a celebridades como Ariana Grande y Hasan Minhaj. Todo esto me ha enseñado que la comunicación fuera del mundo académico merece la pena, pero que requiere constante vigilancia y precaución”.

La bióloga, que está haciendo un doctorado e investigando los patrones de migración de la tortuga olivácea o golfina (Lepidochelys olivacea), ha explicado que muchos artículos ya han documentado cómo el plástico daña la vida marina.

“Vídeos como el mío hacen los artículos científicos menos abstractos”

“Pero, para muchos, vídeos como el mío hacen esos artículos menos abstractos”, ha indicado. Y lo dice después de haber estado varios años filmando imágenes sobre la belleza de la naturaleza para animar a la conservación. “Estos tuvieron muy poco impacto en comparación con el vídeo de la tortuga”.

Según Christine Figgener, este asunto sirve para aprender sobre cómo se hace la comunicación de la ciencia. “Muchos científicos rehúyen la prensa, o evitan subir vídeos que muestran emociones, como ira o frustración. Tememos las simplificaciones e imprecisiones que se pueden introducir en relación con nuestras investigaciones, y que pueden hacer que perdamos credibilidad ante revisores –quienes evalúan los artículos y las investigaciones en las revistas científicas– y patrocinadores”.

Sin embargo, ha añadido, ese tipo de estrategias “pueden ser la vía más efectiva para llevar la información a políticos y ciudadanos y, por tanto, para promover la conservación”.

“Muchos científicos rehúyen la prensa, o evitan sufrir vídeos que muestran emociones”

Aunque las pajitas solo representan el 0,03% de el plástico que se vierte al océano cada año, y cuya cantidad total ronda las 8 millones de toneladas, para Figgener son un emblema de lo innecesarios que son los objetos de plástico y cómo la actividad humana daña los océanos. “El mensaje está calando. La semana pasada la Unión Europea prohibió varios plásticos de un solo uso, como platos y cubiertos”.

En opinión de esta bióloga, los activistas necesitan a los científicos para diseñar estrategias de conservación eficaces. Y, quizás, los científicos necesitan a los activistas para transmitir mensajes persuasivos. “Estoy acostumbrada a trabajar con mis datos, no en qué aspecto tengo delante de la cámara. Mi investigación es sucia y huele mal, está llena de horas muy largas y pelo desaliñado. Las campañas de conservación se centran más en las apariencias, en la mercadotecnia y la venta”.

Gracias a su experiencia, ha aprendido varias cosas. “He adquirido una piel más gruesa –ante críticas en redes sociales– y un rango de habilidades eclécticas, que van de las leyes de derechos de autor, redes sociales y formas no convencionales de obtener fondos –como “GoFundMe”–”. También dice haberse hecho cuidadosa acerca de “cómo otros usan mi trabajo”.

“Quizás unos pocos cientos de investigadores lean el artículo, mientras que millones de personas vieron el vídeo. ¿Cuál tuvo mayor impacto?”

A pesar de todo este éxito, Figgener se ha cuestionado si por haber subido ese desagradabe vídeo, “será más o menos atractiva para los empleadores”, aunque sí está segura de que su implicación en el asunto le ha robado tiempo a su investigación. “Sin embargo, me asusta el hecho de que si dejo de acudir a las conferencias y a todas las oportunidades que tengo para extender mi mensaje sobre la polución de plástico, le estaré fallando a las criaturas a las que quiero ayudar a través de mi investigación”.

“Aunque nunca estaré completamente a gusto, trato de hacer equilibrios para dedicarle tiempo tanto a la academia como al activismo”, ha dicho Christine Figgener. Después de aquel vídeo, publicó un estudio en una revista científica para ejemplificar por qué es tan importante la divulgación científica más allá del ámbito académico. “Quizás unos pocos cientos de investigadores lean el artículo, mientras que millones de personas vieron el vídeo. ¿Cuál tuvo mayor impacto?”.

Fuente: abc.es/ciencia