Las moscas de la fruta, un impensado recurso esencial para la ciencia
Los cuartos que conforman el Centro Bloomington de Acervo de la Drosophila en la Universidad de Indiana están bordeadas de pared a pared con estantes idénticos. Cada estante está lleno de anaqueles uniformes, y cada anaquel con viales de vidrio indistinguibles
Los cuartos que conforman el Centro Bloomington de Acervo de la Drosophila en la Universidad de Indiana están bordeadas de pared a pared con estantes idénticos.
Cada estante está lleno de anaqueles uniformes, y cada anaquel con viales de vidrio indistinguibles.
Sin embargo, cada una de las decenas de miles de tipos de mosca de la fruta al interior de los viales son magníficamente diferentes.
Algunas tienen ojos color rosa fluorescente. Algunas saltan cuando se les ilumina con una luz roja. Algunas tienen cuerpos cortos e iridiscentes alas enroscadas y parecen “pequeñas bailarinas”, dijo Carol Sylvester, quien ayuda a cuidarlas.
Cada variedad hace doble función como una herramienta singular de investigación. Si se les deja sin supervisión, las moscas morirían en cuestión de semanas, lo que haría que disciplinas científicas enteras quedaran a la deriva.
Durante toda la pandemia de Covid-19, trabajadores de múltiples industrias han mantenido funcionando al mundo, corriendo gran riesgo personal para cuidar a pacientes enfermos, conservar cadenas de suministro y mantener alimentada a la gente.
Pero otros empleos esenciales son menos conocidos.
En el Centro Bloomington, docenas de empleados han llegado a trabajar cada día para ocuparse de las moscas que apuntalan investigaciones científicas.
Durante el último siglo, los investigadores han convertido al insecto —conocido por la ciencia como Drosophila melanogaster— en una especie de conmutador genético.
Los biólogos desarrollan con regularidad nuevas “variedades” de moscas, en las que genes específicos son encendidos o apagados.
Estudiar a estos leves mutantes puede revelar cómo funcionan esos genes —incluyendo en los humanos, puesto que compartimos más de la mitad de nuestros genes con la Drosophila.
La labor con las moscas ha arrojado luz sobre enfermedades que incluyen el Mal de Alzheimer y Zika, les ha enseñado a científicos sobre toma de decisiones y ritmos circadianos, y ayudado a que investigadores ganen seis Premios Nobel.
Más de un siglo de modificar y catalogar los resultados ha convertido a la Drosophila en el modelo animal mejor caracterizado que tenemos.
El Centro Bloomington de Acervo de la Drosophila es la única institución de su tipo en Estados Unidos, y la más grande en el mundo.
Actualmente alberga más de 77 mil variedades diferentes de mosca de la fruta.
En 2019, el centro envió 204.672 viales a laboratorios en 49 estados y 54 países, dijo Annette Parks, una de cinco codirectores del centro.
Cuidar de las criaturas significa “darlas vuelta” con regularidad: transferirlas de un vial viejo a uno nuevo que contiene una porción de comida.
Las moscas se aparean y ponen huevos, que salen del cascaron, se transforman en pupa y se reproducen, continuando el ciclo.
“Tenemos variedades en nuestra colección que han sido propagadas continuamente de esa forma desde más o menos 1909”, a través de generaciones e instituciones, dijo Cale Whitworth, uno de los codirectores.
Para darles la vuelta a millones de Drosophila y mantenerlas felices, el centro emplea a 64 encargados del acervo, así como a un asistente de cocina y cinco lavaplatos.
Al aumentar el número de casos, Whitworth hizo una valija en la que metió una almohada y un cepillo de dientes, imaginando lo peor.
“Yo estaba en actitud total de, ‘todos están enfermos, soy el único hombre sobre la faz de la Tierra’”, contó.
“Es decir, ¿a cuántas moscas puedo darlas vuelta en un período de 20 horas, dormir cuatro horas y seguir dándoles vuelta al día siguiente?”.
En lugar de eso, cuando la Universidad de Indiana cerró el 15 de marzo, el centro se mantuvo abierto.
Más o menos por la misma época, los empleados, considerados trabajadores esenciales, tenían una decisión que tomar.
La universidad les garantizaba sueldo completo incluso si se quedaban en casa. No obstante, una inmensa mayoría siguió trabajando, aun cuando el trabajo de pronto era bastante diferente.
Durante las primeras semanas, los encargados del acervo pasaban todo su tiempo volteando a las moscas, que es monótono y duro para las manos.
A mediados de mayo, el centro empezó a realizar envíos de nuevo.
La pandemia continúa y llegan más obstáculos.
Los casos aumentan en el área, lo que aumenta el potencial de otro confinamiento. Las demoras del correo, tanto en EE.UU. como en el extranjero, han motivado al centro a sugerir que sus clientes recurran a mensajerías privadas.
De todos modos, todos siguen yendo al trabajo. E incluso si la situación da un giro, Whitworth está listo.
“Nunca deshice mi valija”, dijo. “Sigue en el placard”.
Fuente: NYT