Las arañas que trabajan en grupo están evolucionando y haciéndose más inteligentes
Hay pocas especies de araña que trabajen bien en grupo, pero hacerlo las esta beneficiando de una manera inesperada
En el mundo hay más de 50.000 especies de araña. La mayor parte de individuos de esas especies son solitarios y solo se juntan brevemente para aparearse. Sin embargo, hay un puñado de especies que están haciéndose sociales y esto las está volviendo más inteligentes.
Esta semana acaba de publicarse un nuevo estudio en Nature que analiza la evolución genética convergente de diferentes especies de arañas sociales. En otras palabras, el estudio analiza como han cambiado a nivel genético especies de arácnidos sociales que no guardan relación alguna entre ellas, pero que han ido cambiando de manera similar debido a su tendencia a convivir con otros miembros de su especie.
Hay que acotar mucho la palabra social cuando se habla de arañas, porque su sociabilidad tiene muy poco que ver con la de insectos sociales como las abejas o las hormigas. Ninguna especie de arácnidos ha evolucionado tanto como para crear una estructura de castas o construir grandes colonias con funciones diferenciadas para cada individuo. Lo más cercano que hay a eso es la Anelosimus eximius, una especie de pequeñas arañas que viven en colonias de varios miles de individuos construyendo telarañas de varios metros. Las eximius son conocidas por cazar en grupo. Cuando un infortunado insecto cae en estas enormes telas, las Anelosimus atacan al unísono, lo que les permite inmovilizar y despachar a animales mucho más grandes y fuertes.
A comienzos de este mismo año, un Un equipo de científicos de la Universidad de Tolouse, en Francia, descubrió que las arañas de esta especie son capaces de interpretar las vibraciones en la tela para localizar a la presa y a sus compañeras, y de esta manera coordinar una coreografía letal.
Las arañas de la especie Delena cancerides construyen telarañas comunes que las ayudan a defender sus proles de posibles depredadores, pero aún eso es un comportamiento subsocial. Otras especies como las arañas embudo australianas pueden llegar a construir sus nidos subterráneos muy próximos a los de otras arañas de su misma especie y hasta compartir sus presas con los vecinos.
Lo más parecido a una vida realmente social es la de la Stegodyphus dumicola, una araña social africana cuyas hembras conviven en grandes nidos y colaboran activamente en criar de forma conjunta a su prole. Cuando hablamos de arañas nunca puede faltar el detalle espeluznante. En este caso las hembras ancianas terminan sacrificándose a las crías, que literalmenet se las comen vivas cuando llegan al final de su vida útil.
Detalles escalofriantes aparte, lo que ha descubierto este nuevo estudio es que la vida social promueve el desarrollo de diferentes cambios a nivel genético, cambios que son comunes de una especie a otra así estén en continentes diferentes.
Uno de los cambios más curiosos atañe a la “inteligencia” de las arañas sociales. De nuevo, es complicado hablar de inteligencia en sentido estricto porque las arañas ni siquiera tienen un cerebro central. Sus sistema nervioso está repartido por su cuerpo. Sin embargo, la vida social o subsocial está introduciendo cambios que están fortaleciendo ese sistema. El profesor de la Universidad Nacional de Australia Alexander Mikheyev, principal autor del nuevo estudio, explica este efecto por la necesidad de los arácnicos de aprender nuevas conductas sociales. “Ahora ya no solo necesitan almacenar información sobre su entorno natural. Además necesitan almacenar información sobre un entorno social”, explica en comunicado remitido a IFL Science.
La vida social no solo es fuente de cambios positivos. Los investigadores han registrado numerosos cambios relacionados con la menor variedad genética, como la endogamia), y con desequilibrios en el reparto de sexos se las camadas. Las arañas apenas han comenzado su andadura evolutiva como especie social, pero ese camino es fascinante no solo por estudiar a las arañas en sí, sino porque nos permite extrapolar como fue la evolución hacia una estructura social de otras especies como las abejas, o en última instancia nosotros mismos.
Fuente: gizmodo.com