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La vida resurgió a los pocos años en el cráter del asteroide Chicxulub

El cráter que dejó atrás el asteroide Chicxulub, que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, albergaba vida marina menos de una década después del impacto.

Aunque el impacto de aquela asteroide supuso la extinción del 75 por ciento de especies, el cráter aún visible hoy en día en Yucatán (México) contenía un ecosistema próspero en 30.000 años, una recuperación más rápida que en otros sitios de impacto en todo el mundo.

Los científicos, liderados por la Universidad de Texas en Austin, se sorprendieron por los hallazgos, que socavan la teoría de que la recuperación en los sitios más cercanos al cráter es la más lenta debido a los contaminantes ambientales, como los metales tóxicos, liberados por el impacto.

En cambio, la evidencia sugiere que la recuperación en todo el mundo estuvo influenciada principalmente por factores locales, un hallazgo que podría tener implicaciones para los entornos sacudidos por el cambio climático en la actualidad.

«Encontramos vida en el cráter a los pocos años de impacto, lo que es realmente rápido, sorprendentemente rápido», afirma el director de la investigación, Chris Lowery, científico postdoctoral en el Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (UTIG, por sus siglas en inglés). «Muestra que no hay mucha predictibilidad sobre recuperación en general», añade.

La investigación se publica este miércoles en la revista ‘Nature’. Los científicos de UTIG Gail Christeson y Sean Gulick y la investigadora postdoctoral Cornelia Rasmussen son coautores en el trabajo, junto con un equipo de científicos internacionales. UTIG es una unidad de investigación de la Escuelas de Geociencias Jackson.

La evidencia de vida viene principalmente en forma de microfósiles, los restos de organismos unicelulares como algas y plancton, así como madrigueras de organismos más grandes descubiertos en una roca extraída del cráter durante recientes perforaciones científicas realizadas conjuntamente por el Programa Internacional de Descubrimientos Oceánicos y el Programa Internacional de Perforación Continental.

Los diminutos fósiles son evidencia contundente de que los organismos habitaban el cráter, pero también son un indicador general de la habitabilidad en el medio ambiente años después del impacto. La rápida recuperación sugiere que otras formas de vida además de las microscópicas vivían en el cráter poco después del impacto.

«Los microfósiles te permiten ver esta imagen completa de la comunidad sobre lo que está sucediendo –afirma Lowery–. Obtienen un trozo de roca y hay miles de microfósiles allí, por lo que podemos ver los cambios en la población con un alto grado de confianza … y podemos usar eso como una especie de agente para los organismos de mayor escala».

Aparición de vida dos o tres años después de la colisión

Los científicos encontraron la primera evidencia de la aparición de la vida dos o tres años después del impacto. La evidencia incluyó agujeros hechos por pequeños camarones o gusanos. A los 30.000 años después del impacto, había un ecosistema próspero en el cráter, con fitoplancton floreciendo (plantas microscópicas) que soporta una comunidad diversa de organismos en las aguas superficiales y en el fondo marino. En contraste, otras áreas alrededor del mundo, incluyendo el Atlántico Norte y otras áreas del Golfo de México, necesitaron hasta 300.000 años para recuperarse de manera similar.

El núcleo que contiene la evidencia fósil fue extraído del cráter durante una expedición de 2016 codirigida por la Escuela Jackson. En este estudio, los científicos se centraron en una sección central única que captura el fondo marino posterior al impacto con un detalle sin precedentes. Mientras que las muestras de testigos de otras partes del océano contienen solo milímetros de material depositado en los momentos posteriores al impacto, la sección del cráter utilizada en este trabajo contiene más de 130 metros de dicho material, cuyos 76 centímetros superiores se asentaron lentamente desde el agua turbia.

Este material proporciona un registro que recoge el medio ambiente del lecho marino días o años después del impacto. «Puedes ver capas en este núcleo, mientras que, en otros, en general son mixtas, lo que significa que el registro de fósiles y materiales está agitado, y no puedes dilucidar pequeños intervalos de tiempo –señala el coautor Timothy Bralower, profesor de Micropaleontología en la Universidad Estatal de Pensilvania, Estados Unidos–. Tenemos un registro fósil aquí donde podemos resolver los cambios diarios, semanales, mensuales, anuales».

Fuente: europapress.es