La ciencia no solo se comparte en inglés: la conservación habla todas las lenguas
Actualmente más del 25 % de las especies de animales y plantas se encuentran en peligro de extinción. Para revertir este siniestro escenario la ciencia cumple un rol fundamental.
Consideremos el caso del oso negro asiático (Ursus thibetanus), una especie considerada vulnerable según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Este animal habita principalmente en zonas montañosas de los bosques de Asia. Su distribución abarca unos 18 países que van desde Irán a Rusia y Japón. En esta región se han empleado múltiples esfuerzos para su conservación.
Sin embargo, esta riqueza de experiencias está documentada de manera relativamente dispersa, disponible en informes técnicos, tesis de grado, formato de reportes de congreso y publicaciones en revistas científicas. El hábitat del oso negro asiático cubre más de diez regiones lingüísticas: birmano, coreano, inglés y nepalí, entre otras. Allí, los esfuerzos de conservación son documentados en la lengua local.
La conservación basada en evidencia es un protocolo metodológico de revisión sistemática (compilación, evaluación, depuración y promoción) de conocimiento científico sobre acciones aplicadas por otros investigadores para la conservación de especies y ecosistemas. Sin embargo, hay una falsa creencia de que cualquier conocimiento científico importante y útil está disponible en inglés y que la cantidad de estudios en lenguas no inglesas está decreciendo.
Pero, ¿provee realmente el inglés acceso suficiente a los conocimientos importantes para la conservación de la biodiversidad? Y, por otro lado, ¿es cierto que la cantidad de estudios en lenguas no inglesas es cada vez menor?
En ese sentido, el proyecto translatE excava el potencial enterrado de la evidencia disponible en lenguas distintas al inglés para la conservación de la biodiversidad. A través de una investigación basada en una revisión sistemática de 419 679 artículos revisados por pares y publicados en 16 lenguas, la iniciativa pone en evidencia el obstáculo que pueden representar las barreras lingüísticas para la difusión del conocimiento científico
Conservación de la biodiversidad en 16 lenguas
Nuestro estudio ha examinado un aspecto inexplorado de la ciencia: la disponibilidad de evidencia científica en lenguas no inglesas para la conservación de la biodiversidad.
La investigación ha caminado de la mano del proyecto Conservation Evidence, el cual ha recopilado estudios en inglés (revisados por pares) que comprueban la eficacia de acciones para la conservación de la biodiversidad. Nosotros hemos aplicado los mismos criterios de selección que el proyecto mencionado, pero para identificar estudios en lenguas no inglesas que también documenten evidencia sobre la eficacia de estas acciones.
Después de tres años de trabajo, hemos encontrado resultados sorprendentes. Identificamos 1 234 estudios relevantes publicados en lenguas no inglesas comparado con los 4 412 estudios en lengua inglesa identificados y almacenados en la base de datos de Conservation Evidence. Estamos hablando de un equivalente a casi un tercio de los estudios disponibles en inglés.
Resulta todavía más sorprendente comprobar que las publicaciones de estudios relevantes en seis lenguas no inglesas han aumentado de forma progresiva y consistente: en alemán, francés, japonés, ruso, y chino simplificado. Estos resultados ponen en duda nuestro supuesto inicial de que todo el conocimiento importante estaba disponible en inglés y que ya casi nadie publicaba en otros idiomas.
Los estudios en lengua no inglesa proporcionan evidencia única de regiones donde los estudios en inglés son escasos, como América Latina, Rusia y Asia Oriental. Asimismo, muchos estudios en lengua no inglesa se refieren a especies con pocos o ningún estudio relevante en lengua inglesa. Incluyen entre un 12 y un 25 % más de área geográfica en sus trabajos y entre un 5 y un 32 % más especies.
Fomentar la investigación culturalmente diversa
Nuestras conclusiones muestran que la “torre de Babel” sigue existiendo en la ciencia y, muy preocupantemente, en la conservación.
Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la comunidad científica es la poca diversidad cultural y lingüística de sus publicaciones y, por ende, la poca comprensión por parte del público para entenderlas. Apremia superar las barreras lingüísticas para maximizar la evidencia local disponible en diferentes partes del mundo que hoy está muy desaprovechada.
Desde la época de los fundadores de la genética moderna en 1800 el conocimiento disponible en lenguas no inglesas ha sido prácticamente ignorado. Gregor Mendel acuñó los conceptos genéticos del “carácter (gen) dominante y recesivo”, y luego de varios años de realizar experimentos con guisantes publicó sus resultados en alemán.
Su contemporáneo inglés, Charles Darwin, nunca leyó las publicaciones de Mendel y creó su famosa teoría de la evolución unos años más tarde. Este caso refleja un patrón histórico por el que la academia algunas veces nos separa del trabajo colaborativo e inclusivo. Esto hace que investigadores de diferentes culturas y perfiles demográficos sean excluidos y menospreciados con relativa frecuencia.
Urge incluir a hablantes nativos de diferentes lenguas, los cuales tienen el potencial de aportar perspectivas distintas y conocimientos locales de diferentes partes del mundo. En este estudio trabajamos con 62 colaboradores nativos de 17 idiomas. Creemos que esto pone de manifiesto la importancia de fomentar un mundo académico culturalmente diverso.
Necesitamos desesperadamente la experiencia y los conocimientos de personas de todo el mundo a la hora de abordar el desgarrador declive de la biodiversidad y tomar las mejores decisiones para proteger la vida en nuestro planeta.
Fuente: theconversation.com