«Un encuentro con pulpos es lo más parecido a encontrarnos con un alienígena»
Un encuentro con pulpos es «lo más parecido a encontrarnos con un alienígena», pues su mente ha evolucionado de forma totalmente distinta a la de los humanos. Cuentan con una alta capacidad intelectual, ligada en parte a su «descentralizada y rica experiencia sensorial», apunta el científico Peter Godfrey-Smith.
Lo desarrolla en Otras mentes: el pulpo, el mar y los orígenes de la consciencia (Ed. Taurus) este filósofo y científico australiano, profesor de la Universidad de Sídney y quien describe este libro en una entrevista telefónica con EFE como «de filosofía y también acerca de los animales y la evolución».
Para Godfrey-Smith, su ensayo recién publicado en español pretende «aproximarse a entender la evolución de la experiencia subjetiva como aspecto de la mente», donde surge la cuestión de qué animales tienen este tipo de experiencia y cuáles no: «y los pulpos probablemente la tengan», asegura en entrevista telefónica con EFE este autor.
Aunque los antepasados comunes más recientes entre humanos y cefalópodos datan de hace 600 millones de años, en la idiosincrasia de los pulpos se encuentran características similares a las nuestras como, por ejemplo, el ojo de cámara, «que tiene una lente ajustable y enfoca una imagen sobre una retina», explica Godfrey-Smith.
Otros de los rasgos de estos invertebrados marinos son: su carácter «oportunista», su capacidad para adaptarse a nuevas circunstancias o su memoria, que incluye una a corto y otra a largo plazo y, en el caso de las sepias, también una episódica, capaz de retener acontecimientos ocurridos en el tiempo.
Pero la inteligencia de los pulpos es también muy diferente a la de los seres humanos, por lo que el filósofo sugiere que, si queremos comprender «otras mentes», las mentes de los cefalópodos son las ideales a ser las más singulares.
El autor se cuestiona pues «cómo debe ser el ser pulpo», y si estos animales son conscientes de sí mismos, dado su sistema nervioso «mucho menos centralizado que el nuestro», con unas 500 millones de neuronas repartidas por todas sus extremidades que otorgan a cada brazo cierta independencia del resto de su cuerpo.
Godfrey-Smith, quien también ha impartido clases en universidades estadounidenses como Harvard y Stanford, es además aficionado al buceo, y cuenta que estudió el comportamiento de los cefalópodos en Octópolis, una suerte de comunidad de pulpos que sorprendió a los especialistas, pues hasta el momento se ha considerado a estos animales como seres solitarios.
A unos 15 metros bajo la superficie, en aguas someras de la costa oriental de Australia, Octópolis -como fue bautizada por sus descubridores- supone un experimento de convivencia para los pulpos que, acostumbrados a vagabundear solos en busca de sus presas, han aprendido a coexistir y «han podido desarrollar capacidades sociales sin precedentes», aduce este autor.
Allí, observó a pulpos y a jibias, quedó fascinado con su alto nivel de interacción, sus cambios de color «en cuestión de segundos» -aún más teniendo en cuenta que la mayoría de cefalópodos son ciegos a los colores-, y desolado con la breve duración de sus vidas, de apenas dos o tres años, relata.
Una vez conquistado el lector con la belleza de estos antiguos moluscos, Godfrey-Smith repasa las dificultades que atraviesa la biodiversidad marina, como la sobrepesca o la acidificación de los océanos, para animar a proteger lo que -recalca- no sólo es el hábitat de estas especies, sino «el origen de todos nosotros».
Fuente: EFE