El ingeniero “loco del desierto”: construye casas en el Sahara con botellas de plástico
La vida en el desierto es casi imposible: en verano, las temperaturas superan los 50°, los fuertes vientos levantan la arena que entra por los ojos, la nariz, la boca y arrasan con todo lo que hay a su paso. Pese a ello, en el medio del Sahara, 173.000 personas residen en campamentos, en tiendas o construcciones de adobe que pocas veces resisten a las inclemencias de un lugar donde escasea el agua potable y faltan alimentos.
Entre los habitantes del desierto hay uno al que llaman el loco. Y que acaba de protagonizar un documental hecho por el Comité Español de Ayuda a los Refugiados (Acnur). Tateh Lehbib tiene 29 años y encontró en las botellas plásticas algo más que un mero recipiente para portar líquido. Vio que también podían funcionar como ladrillos de paredes resistentes a los fuertes vientos y aislantes del calor.
“Yo nací en el campamento de refugiados y sé lo que es vivir en esas condiciones, sé lo que es sufrir un clima de más de 50 grados de día que hace imposible trabajar”, comenta Tateh Lehbib, en el film que se titula «El loco del desierto». La inspiración la tuvo ante la necesidad de ayudar a su abuela, cuya vivienda fue una de las afectadas por inundaciones de 2015 que destruyeron tres cuartas partes de los campamentos de Tinduf.
Las casas que construye son circulares y las realiza con las botellas rellenas de arena, tierra, paja y un poco de cemento. Ya construyó 25, que están repartidas en cinco campamentos, y que dan cuenta de mucha más resistencia y abrigo que las de adobe o las lonas de las tiendas, conocidas como jaimas, que suelen derrumbarse en las tormentas. Para una construcción de cuatro metros de diámetro, necesita juntar al menos unas 6.000 botellas.
«Si esto es una locura, me gusta que me llamen loco», confiesa Tateh que estudió energías renovables en la Universidad de Argel y luego cursó un máster en eficiencia energética en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria gracias a una beca Erasmus Mundus de la Unión Europea.
Destinó 250 euros para comprar el material que necesitaba para la construcción de la primera vivienda. La iniciativa llamó la atención de la Transolar Akademy, que lo invitó a Alemania para un taller sobre sistemas de ventilación y techos indicados para esos proyectos. Y en poco tiempo obtuvo recursos y la ayuda de Acnur para levantar las casas que fueron destinadas a los refugiados que estaban más vulnerables.
«Cuando ayudo a los demás me siento muy feliz», dice el joven que orgulloso de su apodo sentencia: «Sólo los locos pueden sobrevivir en este mundo».
Fuente: clarin.com