El beso de la mantarraya y la anémona en pijama: la expedición que revela los secretos ocultos del Atlántico Sur

Una misión internacional liderada por científicos argentinos explora los cañones submarinos de Bahía Blanca y Almirante Brown para descifrar por qué el Talud Continental es una de las zonas más fértiles del planeta. Entre hallazgos fascinantes —como una anémona “en pijama” y una mantarraya curiosa— los expertos también encontraron huellas humanas en las profundidades: basura a 300 metros bajo el mar

Un laboratorio flotante frente a la Patagonia

En el Atlántico Sur, donde las aguas frías de la Corriente de Malvinas se mezclan con corrientes cálidas, un grupo de científicos navega a bordo del buque Falkor (too) del Schmidt Ocean Institute (SOI). La misión, llamada “Ecos de dos Cañones”, se desarrolla junto al Servicio de Hidrografía Naval (SHN), universidades nacionales y organismos internacionales como la NASA y el CNES francés.

El objetivo es ambicioso: entender qué convierte al Talud Continental argentino en una de las regiones más productivas y biodiversas del planeta. Allí, los cañones submarinos de Bahía Blanca y Almirante Brown —valles que se hunden miles de metros bajo el nivel del mar— funcionan como autopistas de nutrientes que alimentan todo el ecosistema del Atlántico Sur.

Los cañones de vida: Bahía Blanca y Almirante Brown

Estos gigantescos corredores submarinos, situados frente a las costas de Río Negro y Chubut, canalizan las aguas ricas en nutrientes que la Corriente de Malvinas transporta desde la Antártida. Al chocar con las masas de agua templada del norte, se produce un fenómeno de mezcla que estimula la proliferación de fitoplancton —la base de la vida marina— y da sustento a pesquerías de escala mundial.

Durante la campaña, los científicos emplearon instrumentos de última generación:

  • El robot submarino SuBastian, que transmite imágenes en alta definición desde las profundidades.
  • El AUV Glider, un vehículo autónomo que mide variables físicas a lo largo de la columna de agua.
  • Boyas con sensores GPS y una estación de fondo marino desarrollada íntegramente en Argentina.

Los datos obtenidos permitirán modelar cómo interactúan las corrientes con el relieve submarino y cómo ese intercambio mantiene la fertilidad del mar argentino.

Encuentros inesperados bajo el mar

A más de 300 metros de profundidad, las cámaras del SuBastian captaron escenas de belleza sorprendente. Entre los descubrimientos más curiosos se cuentan:

  • Una anémona “en pijama”, con rayas rojas y blancas, bautizada así por los científicos.
  • Una mantarraya curiosa que se acercó al robot y pareció besarlo, un gesto que arrancó aplausos en el laboratorio flotante.
  • Una medusa blanca gigante, suspendida en la oscuridad como una lámpara viva.
  • Y también, la nota amarga: bolsas plásticas y residuos humanos en el fondo del océano, testigos del alcance global de la contaminación marina.

“El beso de la mantarraya fue mágico”, relató una de las investigadoras a bordo. “Pero ver basura a 333 metros de profundidad fue un recordatorio de que nuestras acciones llegan incluso donde creemos que no existen huellas humanas.”

Una alianza científica sin precedentes

La expedición reúne a 25 científicos de instituciones argentinas e internacionales: el SHN, el CONICET, la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata, el INIDEP, el Instituto Argentino de Oceanografía, entre otros. Fue seleccionada entre cientos de propuestas globales por el SOI, y tres de las ocho misiones del Atlántico Sur están dirigidas por equipos argentinos, un hecho inédito.

El Falkor (too) actúa como un centro de investigación flotante donde jóvenes investigadores comparten trabajo y aprendizaje con expertos veteranos. “La convivencia en el barco crea una red de colaboración que trasciende la campaña”, afirma Romero.

El mar como espejo del futuro

El Talud Continental argentino se extiende unos 1.500 kilómetros y constituye una “bomba biológica” que alimenta al Atlántico Sur y ayuda a absorber dióxido de carbono de la atmósfera. Comprender su dinámica no solo permitirá proteger sus ecosistemas, sino también prever cómo el cambio climático podría alterar el equilibrio oceánico global.

La información recolectada será de acceso público, en línea con la política de ciencia abierta del Schmidt Ocean Institute. Los datos servirán para comparar ecosistemas, desarrollar políticas de conservación y formar nuevas generaciones de científicos del mar.

“El océano guarda respuestas para entender el clima y la vida en la Tierra”, resume Romero. “Explorarlo es también una forma de conocernos a nosotros mismos.”

Fuente: es.gizmodo.com

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