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El águila que llora está en peligro: el 70% de sus crías no llega a la adultez

Científicos ya identificaron las causas del problema del ave que habita en Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina, y hay cambios esperanzadores. Por qué necesitan la ayuda de la comunidad

Es una de las especies de aves rapaces de mayor tamaño y puede llegar a pesar más de tres kilos y medio. Tiene su plumaje de color gris cenizo y una cresta que podría llamar la atención. Pero hay algo más que la destaca: es el águila que llora. Emite un silbido como un llanto constante -o quizá es un lamento-, y está al borde de la extinción.

Solo quedan menos de 1.000 individuos adultos en su área de distribución que va desde el sur de Brasil, Paraguay y Bolivia hasta el norte de la Patagonia argentina, en la provincia de Río Negro. En Uruguay, ya se extinguió. Pero aún hay esperanza, y el equipo de científicos que estudian al águila necesita de la ayuda de la comunidad.

Esa especie de águila ha recibido diferentes nombres. Los pobladores rurales la llaman el “águila que llora”. Pero también se conoce como águila de Azara, coronada o águila del Chaco. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el ave se encuentra clasificada en la categoría “en peligro” por la escasa cantidad de individuos que aún sobreviven.

Desde hace más de veinte años científicos del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA), que fue creado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de La Pampa, trabajan para investigar la biología del águila que llora, aplicar medidas que sirvan para favorecer su conservación y para difundir el conocimiento y la importancia de la especie en los ecosistemas.

En 2001 los investigadores dieron con registros de águilas coronadas que habían muerto por disparos en el centro de la provincia argentina de La Pampa. Hablaron con los pobladores locales. Identificaron que había un “conflicto” entre la especie y los habitantes de las zonas donde vive. Varios de los pobladores creían que el águila coronada depredaba sus ovejas y cabras y por eso la consideraban como un “enemigo”.

Sin embargo, el trabajo de los investigadores, liderado por José Hernán Sarasola y sus colaboradores del CECARA, derribó esa creencia popular. Hicieron estudios de la dieta y monitorearon nidos a través del “fototrampeo”. Así se demostró que las águilas consumen una gran variedad de especies silvestres, principalmente armadillos y serpientes. Hasta el momento no se ha registrado que las águilas coronadas hayan consumido ganado doméstico.

Mientras tanto, la mala fama que tenían las águilas en combinación con otros factores fueron haciendo estragos sobre sus poblaciones. “Además de la persecución directa, las casi dos décadas de estudios y seguimiento de ejemplares permitieron identificar otros dos importantes factores de mortalidad para la especie”, escribieron Sarasola, Beatriz Martínez-Miranzo y Diego Gallego-García, en la revista española Quercus.

Otro de los factores son los tendidos de las redes de electricidad. Casi un tercio de las muertes de individuos juveniles del águila coronada se deben a que quedan electrocutados en tendidos eléctricos. Otro tanto se debe al ahogamiento de las aves en tanques o reservorios de agua a cielo abierto típicamente que se han instalado para la producción ganadera en los ambientes áridos y semiáridos del centro y oeste de la Argentina. Esos factores, que son por actividades humanas y por eso se los conoce como “antrópicos”, hacen que el 70% de las crías que tiene el águila no lleguen a la edad adulta.

Además, hay otra una particularidad intrínseca que también le juega en contra a la especie. Pone un único huevo por temporada reproductora. Por lo cual, son muy pocos los descendientes que prosperan.

Uno de los factores que inciden en la mortalidad está mejor controlado ahora. Los científicos se han ocupado de realizar actividades de sensibilización y educación con los ganaderos y los alumnos de escuelas rurales del centro de Argentina. “Miles de alumnos, maestros y trabajadores rurales han participado en actividades en las que se difundieron los resultados de los estudios sobre la dieta y reproducción de la especie”, comentó Sarasola en diálogo con Infobae. En 2019, el investigador ganó el “Óscar Verde del conservacionismo”, el Premio Whitley Award 2019 de la mano de la princesa Ana en Londres, hija de la reina Isabel II.

Como resultado de toda esa movida de sensibilización y educación, el águila coronada es actualmente reconocida como parte del patrimonio natural y cultural local en gran parte de las regiones áridas en las provincias de Mendoza y La Pampa. El grave problema de las electrocuciones ganó más visibilidad y permitió aplicar medidas correctoras de tendidos eléctricos peligrosos para el águila coronada.

En cuanto al ahogamiento de águilas coronadas en reservorios de agua, los investigadores pudieron identificar afecta también a otras muchas especies silvestres amenazadas. “La instalación de rampas en los reservorios de agua por parte de los ganaderos disminuye significativamente la amenaza para las aves. Algunas provincias argentinas ya han redactado legislación específica sobre el asunto y están desarrollando esas medidas a escala regional”, contó la doctora en biología Beatriz Martínez Miranzo

Los grandes predadores como el águila que llora son esenciales para los ambientes que habita. “Son claves para el mantenimiento del equilibrio en las comunidades naturales porque, por su acción predatoria, regulan y controlan las poblaciones de sus presas. En el caso del águila coronada, es muy notoria su especialización en el consumo de víboras y serpientes, que caza y consume en gran número durante la época reproductiva”, detalló Sarasola.

“Hoy la situación de las águilas coronadas ha mejorado con respecto a la persecución directa, pero siguen muriendo electrocutadas, ahogadas y envenenadas y aún falta mucho por investigar y por hacer para su conservación”, comentó el investigador, quien se entusiasma con el proyecto que ahora llevan a cabo en el norte de la provincia de Santa Fe con “resultados muy alentadores”.

En una exploración en áreas rurales de Santa Fe en enero del año pasado, registraron un nido de águila coronada. Un pichón voló exitosamente desde el nido. “Se consideró que es el primer registro de reproducción exitosa del águila coronada en Santa Fe”, dijo. Esta última temporada, volvieron a hacer un trabajo de campo y registraron 10 nidos y la mitad resultaron fueron exitosos: tuvieron crías.

Ahora, los científicos del CECARA quieren hacer crecer el estudio y para eso necesitan de la ayuda de la gente, ya que no cuentan con subsidios. Crearon una campaña de recaudación para trabajar con un seguimiento de las aves con el uso de los satélites. “Queremos hacer un seguimiento con ejemplares marcados con emisores satelitales. Esto nos permitirá conocer su localización cada hora y los movimientos que hacen, así como constatar su eventual muerte y la causa”, explicó Sarasola.

“Los transmisores se colocan como una especie de mochila en los pichones antes de que abandonen el nido, y se recaba información con un GPS interno que luego es transmitido a través de una red de satélites llamado Argos del Servicio Aeroespacial Francés que son descargados en una base en ese país. Desde allí nos enviarán la información y podremos visualizar los movimientos de las águilas. Toda este servicio tiene un costo que necesitamos solventar y por eso la campaña de recaudación de fondos”, detalló. La campaña de recaudación se encuentra disponible al cliquear aquí. En la cuenta en Instagram del CECARA (@cecara_unlpam) los investigadores reciben consultas de los que quieran colaborar.

Fuente: infobae.com