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Egipto: hallan ratones momificados en la tumba faraónica de un noble

Fueron unos ladrones en busca de tesoros faraónicos los que pusieron a los arqueólogos sobre la pista de un nuevo hallazgo en el sur de Egipto. El lugar de reposo de un noble llamado Tutu y su esposa Ta-Shirit-Iziz, música de profesión. La tumba de ambos -con medio centenar de animales momificados, entre ellos ratones y lechuzas- acaba de emerger de las profundidades.

Tras más de dos milenios alejada de los focos, la sepultura conserva aún los coloridos murales que una vez acompañaron a los propietarios del enterramiento en su vida de ultratumba. En su cámara funeraria, la misión egipcia que ha excavado el lugar durante los últimos meses ha hallado dos cuerpos humanos momificados que se corresponden con una mujer y un niño. La fémina tenía entre 35 y 50 años cuando falleció mientras que el menor apenas superaba los 14 años.

El descubrimiento está ubicado en el yacimiento de Al Dayabat, en la provincia de Sohag, a unos 390 kilómetros al sur de El Cairo. «Aunque es una tumba muy pequeña que data de periodo ptolemaico (305-30 a.C.), está excepcionalmente pintada con bellas escenas», comenta Mustafa al Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades. «Es uno de los hallazgos más formidables en esta zona», reconoce.

Las paredes de la oquedad muestran escenas del difunto Tutu concediendo y recibiendo regalos ante diferentes deidades o de procesiones funerarias. «Las mismas imágenes se repiten para su esposa Ta-Shirit-Iziz con la única salvedad de que vemos, además, versos extraídos del libro de los muertos», sostiene Al Waziri.

La tumba es un espacio reducido, formado por una primera zona de recepción, dividida en dos estancias, y una cámara funeraria en la que la expedición encontró con dos ataúdes de piedra. Una habitación en la que el equipo se topó con una momia bien conservada cuya identidad aún no ha sido desvelada.

Entre los objetos recuperados de las estancias, figuran fragmentos de máscaras pintadas. La tumba guardaba, además, una colección de medio centenar de animales momificados, una práctica muy extendida en el antiguo Egipto. Precisamente el culto a la fauna embalsada alcanzó su cenit entre los periodos tardío (656-332 a.C.) y ptolemaico cuando, ajenos a su destino como súbditos romanos, decenas de miles de peregrinos adquirían animales embalsamados y los depositaban en enormes catacumbas con la esperanza de que el dios encarnado por los restos escuchara sus ruegos.

Las reliquias de animales sirvieron además para que las mascotas acompañasen a su amo en la vida de ultratumba, proporcionasen bocado en la eternidad -especialmente los restos de reses, patos o palomas- o fuesen la encarnación de los atributos de una deidad. Las técnicas de momificación fueron variadas pero consistían básicamente en extraer las vísceras, disecar el cuerpo con sal común o natrón, ungirlo con aceites y envolverlo.

En la sepultura de Tutu, se han localizado ratones, gatos, perros y aves a los que embalsamaron y envolvieron para la posteridad. Ejemplares únicos como halcones, águilas o lechuzas -que los egipcios creían que podían curar la ceguera- han aflorado de las entrañas de la tumba cuyo hallazgo está ligado a la larga tradición de los cazatesoros que desde la antigüedad han buscado en las arenas de Egipto tesoros faraónicos.

El pasado octubre la policía de Turismo y Antigüedades arrestó a una banda de ladrones que llevaban a cabo excavaciones ilegales en el yacimiento. Tras la investigación de las fuerzas de la seguridad, un comité científico inició un trabajo que ha conducido hasta el enterramiento.

En total, la detención de los delincuentes logró identificar hasta siete sepulturas. Las autoridades egipcias esperan ahora que la tumba de Tutu y su esposa Ta-Shirit-Iziz puedan firmar su última obra, 2.000 años después de su óbito. «Que la sepultura atraiga la atención del mundo a la civilización y las antigüedades de Egipto», deslizan desde el ministerio de Antigüedades egipcio.

Fuente; elmundo.es