Doctor, su paciente está esperando; es un panda rojo
Hoppy, un panda rojo joven, fue el primer paciente del día. Lo llevaron —anestesiado— a una sala de examinación para que le hicieran una revisión médica.
Luego Mildred, una barnacla cariblanca, se tambaleó con dolor por el piso mientras los veterinarios analizaban su modo de andar. No pudieron ver ninguna mejora diez días después de su primer examen. Remplazar las articulaciones dañadas no es una alternativa para una gansa. ¿Quizá la acupuntura podría ayudar?
Después llegó Sofina, una lémur diabética de 8 años a la que le había ido bien con las inyecciones de insulina durante seis años, pero que ahora presentaba nuevos síntomas preocupantes. Mantenía su pata derecha cerrada, aunque podía usarla cuando era necesario, algo que recuerda a un paciente diabético humano con neuropatía.
Esta fue una mañana común y corriente para tres veterinarios en el Zoológico del Parque Franklin. Pero fue muy inusual para el estudiante de la Facultad de Medicina de Harvard que los acompañaba.
Aunque los estudiantes de Medicina generalmente se enfocan en los seres humanos, los de Harvard se han estado inscribiendo a rotaciones en el zoológico durante los últimos meses de sus estudios. La estancia optativa, que se ofrece desde hace tres años, también tiene como propósito reforzar la idea de que los animales y la gente comparten el mismo entorno.
Los brotes de enfermedades infecciosas como el ébola y la enfermedad de Lyme son recordatorios drásticos de cuán vulnerable es la gente ante un ecosistema disfuncional, dijo Eric Baitchman, vicepresidente de salud y conservación animal del Zoológico de Nueva Inglaterra, que opera el Zoológico del Parque Franklin, en el centro de Boston, y el Zoológico Stone, más pequeño, en Stoneham, Massachusetts, cerca de ahí.
“La mayoría de los estudiantes de Medicina no llegan a conocer ese lado de la moneda”, dijo Baitchman, y señaló que a menudo son la tala de árboles, el consumo de carne de caza y otros cambios en el hábitat provocados por el hombre los que detonan este tipo de crisis. “Las actividades humanas tienen una influencia directa en nuestra propia salud”, comentó.
Sharon Deem, directora del Instituto de Medicina de Conservación del Zoológico de San Luis, dijo que los especialistas médicos y veterinarios han trabajado juntos durante décadas, pero solo ha habido colaboraciones modestas entre los zoológicos y las facultades de Medicina.
La gente también necesita profundamente a los animales y la naturaleza, dijo Deem, y citó actividades como la terapia canina y el poder restaurador de los paseos en el bosque. “Estas actividades tienen impactos físicos y psicológicos positivos que no debemos ignorar”, agregó.
Varios estudiantes que terminaron las rotaciones dijeron que les sorprendió lo mucho que aprendieron durante un mes en el zoológico. Uno examinó a un gorila para detectar una enfermedad cardiaca, otro trató a un murciélago que se había roto un ala en una batalla y otro más pasó parte de su primer día esforzándose para evitar que una tortuga africana saliera de una máquina de rayos X mientras intentaba ver si tenía cálculos en la vejiga.
Gilad Evrony, el primer estudiante de Medicina de Harvard en hacer una rotación de este tipo y ahora residente de Pediatría en el Hospital Monte Sinaí en Nueva York, escribió en 2016 en la revista Journal of the American Medical Association acerca de su experiencia.
“Por casi cada una de las enfermedades que vi en el zoológico, la simple pregunta de por qué ciertas especies, humanas o no, son susceptibles a ella, mientras que otras no lo son, planteaba posibilidades inmediatas de investigación”, escribió. “Casi todos los días en el zoológico los veterinarios y yo hacíamos conexiones fascinantes e inesperadas entre la medicina humana y la veterinaria”.
Él y otros estudiantes en la rotación optativa dijeron que en repetidas ocasiones quedaron asombrados por lo mucho que aprendieron tratando a especies no humanas.
“Es la misma anatomía”, dijo Wataru Ebina, quien también tiene un doctorado en Biología de las Células Madre, una mañana reciente en el Zoológico del Parque Franklin después de haber intubado a Hoppy, el panda rojo joven de 3 años, para realizarle un examen en el que debía estar anestesiado.
“Ver a un animal que luce completamente distinto, pero que en realidad es similar, refuerza los conceptos anatómicos que aprendemos, lo cual es muy útil para mi educación en el futuro”, dijo el estudiante, después de haber completado el examen con éxito y con los rayos X de Hoppy en la pantalla de una computadora cercana.
Más tarde, cuando llevaron al panda rojo de regreso a su zona de exhibición en la parte frontal del zoológico, Alex Becket, un veterinario adjunto, reportó que Hoppy parecía estar recuperándose bien de la anestesia. No había vomitado, parecía estar consciente de su entorno y había comenzado a acicalarse para regresar a la normalidad. Aunque el programa optativo tiene como objetivo mostrar la dependencia entre especies, Hoppy no había entendido el mensaje. “Está tratando de deshacerse del olor a humano”, dijo Becket.
Fuente: NYT