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Cómo compiten los árboles y porqué uno triunfa sobre otros

La densidad de la madera de un árbol, su altura máxima o la masa por superficie en sus hojas son datos que explican por qué una planta triunfa frente a sus competidoras vecinas. Y estas estrategias evolutivas ayudan a explicar la gran diversidad de árboles en el mundo.

Un equipo de cerca de 40 científicos, entre los que se encuentra el investigador del CREAF-CSIC Josep Peñuelas, ha analizado más de tres millones de árboles de 2.500 especies en 140.000 parcelas de todo el mundo. Y estos resultados se han publicado en un artículo en la revista Nature.

Debido a la gran cantidad de datos obtenidos, un trabajo sin precedentes, los resultados pueden aplicarse al conjunto de las 53.000 especies de árboles en todo el mundo. «Hemos reducido a tres parámetros medibles para poder terminar cómo compiten los árboles entre sí», explica Peñuelas a EL ESPAÑOL, «lo que supone una enorme ventaja para los investigadores».

La idea de este estudio es establecer parámetros y variables simples que ayuden a interpretar las características de los bosques, dada la gran diversidad forestal existente. «Medir el peso por superficie de las hojas, es decir, cuán esclerófilas son, nos da muchísima información sobre la planta, cómo vive y crece, cómo compite, se adapta al medio y fija el carbono», comenta el científico.

Peñuelas también se refiere a la densidad de la madera como un dato clave: «Una madera densa y unas hojas robustas puede implicar que un árbol tenga un crecimiento más lento, pero es una buena estrategia a para competir contra los vecinos», añade. Por último, una mayor altura de los árboles -algo más complicado de medir dado la cantidad de datos recogidos- les da más ventajas competitiva.

El estudio de las características de los árboles puede ayudar a comprender cómo se relacionan las diferentes especies de plantas alrededor del mundo. «Las especies con maderas más densas crecen más lentamente en espacios abiertos pero toleran mejor la competencia en bosques más espesos», comenta Peñuelas.

Los pulmones del planeta

La importancia de este estudio es, sobre todo, académica, confiesa el científico. «Además, tiene interés para la explotación forestal en función de los objetivos que te marques -hay especies que crecen muy rápido pero compiten peor, y nuestros resultados pueden ayudar a seleccionar las especies más adecuadas- o para la conservación, en donde igual te interesa proteger a aquellas especies que crecen lentamente pero que una vez establecidas compiten mejor que nadie», afirma Peñuelas. También puede resultar muy útil para mantener la biodiversidad y para la conservación de otras plantas, animales y hongos.

No obstante, uno de los hechos que constata este artículo es que la competencia entre especies tiene un gran impacto en el crecimiento de los árboles y, por lo tanto, en la posibilidad de una mayor acumulación de carbono. «El hecho que la acumulación se haga en maderas más densas, más recalcitrantes y más difíciles de descomponer, ayuda a sacar de la circulación durante más tiempo el CO2 fijado», apunta Josep Peñuelas.

La fijación de CO2 es uno de los procesos claves para conseguir frenar el calentamiento global acelerado por las actividades humanas. Desde el inicio de la era industrial, las emisiones de gases de efecto invernadero debido al uso de combustibles fósiles han ido incrementándose de forma exponencial, especialmente la concentración de dióxido de carbono (CO2) en el aire, que  se ha incrementado un 25% en los últimos 50 años. Los principales sumideros naturales capaces de absorber CO2 son los bosques -la vegetación en general- y los mares.

Este estudio puede ayudar a proyectos como el gran cinturón verde subsahariano, un proyecto iniciado en 2005 que busca reforestar una banda de 15 km. de ancho y 7.000 km. de longitud, de Senegal a Yibuti, para frenar el avance del desierto del Sahara: quizá interesen especies que compitan poco.

El extremo de la fijación de CO2, comenta el científico, es pasar de los árboles a otras soluciones. «Nosotros ya estamos trabajando en cómo fijar el CO2 con algas», afirma Peñuelas, que apunta que se trata de «recuperar esas ideas de hace 30 o 40 años y que ahora se estudian con renovado interés».

Fuente: elespanol.com