Las tácticas de intimidación no solo sirven para mantener a las aves alejadas de la propiedad privada, sino para asegurarse de que los que siguen en invierno –cuando no deben– se ciñan a pautas migratorias saludables
Los gansos canadienses son famosos por tener un carácter fuerte. Tanto así que son reconocidos por enfrentarse a cualquiera que sea lo bastante tonto como para cruzarse con ellos, independientemente de su tamaño. Es por esta fama que muchos ayuntamientos en Norteamérica invierten tiempo y dinero para mantener alejados a estos gansos, reubicándolos. Aunque, al perecer, en vano.
Una nueva investigación de científicos de la Universidad de Illinois, publicada recientemente en la revista Wildlife Society Bulletin, ha descubierto que estas tácticas habituales de «intimidación» a los gansos canadienses (Branta canadensis) son terriblemente ineficaces para ahuyentar –y mantener alejadas– a estas aves, sobre todo en invierno, cuando las aves deberían ser más susceptibles a las tácticas intimidatorias.
«La intimidación forma parte de una ecuación energética. Si un ave merodea por Chicago en invierno, probablemente no está en buena forma. Hace frío y no tiene mucha comida», dice Mike Ward, profesor del Departamento de Recursos Naturales y Ciencias Ambientales (NRES) de Illinois y coautor del estudio.
«El objetivo de la intimidación nunca es hacer daño a los gansos, sino conseguir que gasten energía durante una temporada ya de por sí dura, obligándoles a emigrar a climas más cálidos. Por desgracia, descubrimos que eso no ocurre en la práctica», agregó.
Tan pronto como se van, regresan
Así, en la investigación, se descubrió que en realidad las tácticas habituales para ahuyentarlas solo hacen que cedan menos territorio a los humanos. Cuando los gansos se asustaban, regresaban a gran velocidad, lo que sugiere que en realidad nunca estuvieron tan asustados.
«Cuando no se les acosa, toman la decisión de abandonar el parque porque es beneficioso para ellos: hay un recurso al que quieren acceder», afirma en un comunicado el estudiante de doctorado Ryan Askren.
«En cambio, cuando les acosamos, probablemente tienen una razón biológica para estar allí. Hay algún tipo de recurso, como comida o agua, y quieren estar allí en ese momento», según Askren, quien agregó que los gansos canadienses tienen una gran capacidad de adaptación, una excelente memoria y una aguda habilidad para distinguir las amenazas legítimas de las molestias leves.
El experimento
Durante el trabajo de campo, durante los inviernos de 2017 y 2018, los investigadores utilizaron rastreadores GPS tipo FitBit, con los que pudieron ver exactamente qué hacían los gansos inmediatamente después de ser acosados.
«Pensé que utilizar estos dispositivos similares a Fitbit en el collar del cuello era una forma creativa de entender los comportamientos de descanso, vuelo o búsqueda de comida… Estaba muy ansioso por ver los resultados», afirma Ward. «Pero cuando se analizó todo, me dije: ‘Vaya, no es demasiado emocionante’. Básicamente, cuando acosas, vuelan un poco más porque las asustas… pero no era una diferencia fundamental», añadió.
Pautas migratorias saludables
Los científicos hicieron hincapié en que las tácticas de intimidación no solo sirven para mantener a las aves alejadas de la propiedad privada, sino que se supone que los gansos migran, y no es buena señal que no lo hagan; lo ideal sería que los científicos pudieran utilizar técnicas de intimidación para asegurarse de que los gansos que permanecen donde no deben se ciñen a pautas migratorias saludables, en lugar de quemar sus tan necesarias reservas de energía.
«Si un ave merodea por Chicago en invierno, probablemente no esté en buena forma», afirma Ward en el comunicado. «Hace frío y no tiene mucha comida».
«El objetivo de la intimidación nunca es hacer daño a los gansos, sino conseguir que gasten energía durante una temporada ya de por sí dura, obligándoles a emigrar a climas más cálidos», continuó. «Por desgracia, hemos comprobado que eso no ocurre en la práctica».
Fuente: dw.com