Unos diminutos sensores colocados en murciélagos frugívoros egipcios han permitido a los investigadores de la Universidad de Tel Aviv comprender por primera vez cómo las madres murciélago enseñan a sus crías a navegar.
Al principio, la cría vuela con la madre —suspendida boca abajo, con los ojos abiertos y mamando— mientras ella busca comida.
Cuando la cría cumple tres semanas, la madre empieza a dejarla todas las noches en el mismo árbol, situado a un kilómetro de su cueva natal.
Deja a la cría en el árbol —normalmente uno de hoja perenne para camuflarse al máximo— sola o con otras crías de murciélago. Regresa durante la noche para darle de comer rápidamente antes de volar de nuevo a buscar comida, y finalmente regresa al árbol para recoger a la cría y volver a casa antes del amanecer.
Poco a poco, el cachorro empieza a experimentar volando desde la “guardería” a los árboles cercanos, ganando confianza y volando cada vez más lejos, antes de volver a esperar a la madre.
A medida que el cachorro se hace más grande, más pesado y más difícil de llevar, la madre lo deja en un árbol más cercano a la cueva.
Al llegar a las ocho o diez semanas, el cachorro deja la cueva solo y vuela de forma independiente, empezando por los lugares en los que se ha dejado previamente.
Pero la madre sigue allí, supervisando.
Según la investigación, publicada en la revista Current Biology, “gracias al comportamiento de las madres, las crías se ven expuestas a situaciones que les permiten aprender a navegar hacia árboles concretos, volando por caminos similares a los utilizados por las madres al transportarlas, y aprender a volver a casa a tiempo”.
Los investigadores colocaron diminutos dispositivos GPS, así como acelerómetros que miden los movimientos de las alas, tanto a las madres como a las crías, y siguieron a ambas simultáneamente. El estudio forma parte de una investigación a más largo plazo sobre los murciélagos de la fruta que dirige el profesor Yossi Yovel, del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias de la Vida de la TAU.
“Creemos que el árbol «guardería» es elegido por la madre como punto de partida, un ancla no demasiado lejos de casa, desde el que la cría puede navegar hacia otros lugares”, explica el Dr. Lee Harten, uno de los investigadores. “El árbol también sirve de punto de encuentro para la madre y el cachorro si el pequeño se pierde”.
Según la Dra. Aya Goldshtein, coinvestigadora, “en la siguiente fase del proceso, la madre deja a su cachorro en la cueva, esperando que salga por sí mismo. Si no muestra esa iniciativa, vuelve a la etapa anterior y lo lleva a la «guardería»”.
“Además, al final de la noche, se asegura de que el cachorro ha vuelto a casa y, si se retrasa, lo busca en el árbol de la «guardería» y lo ayuda a encontrar el camino a la cueva”.
“En la última etapa, a partir de las diez semanas de edad, el cachorro ya es independiente y busca la comida por su cuenta cada noche. Para empezar, vuela al árbol familiar de la “guardería”, y luego va a los árboles cercanos, ampliando gradualmente su círculo de navegación”.
Según el profesor Yovel, “muchos animales deben volverse independientes a una edad muy temprana para sobrevivir”.
“Para los animales voladores, la capacidad de navegar por su cuenta hasta las fuentes de alimento es un aspecto esencial de la independencia. Así, por ejemplo, los murciélagos frugívoros jóvenes, en los que se centró el estudio, tienen que navegar cada noche a través de largas distancias —a veces decenas de kilómetros— para llegar a un árbol o grupo de árboles específicos donde se puede encontrar fruta comestible”, añadió.
“Incluso cuando lo consiguen, se enfrentan al reto de encontrar el camino de vuelta a la cueva de su colonia. En nuestro estudio, queríamos averiguar cómo aprenden a hacerlo”.
Fuente: israelnoticias.com