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Científico argentino recorre miles de kms para proteger al águila del Chaco, de las más misteriosas de Sudamérica

Un encuentro con un águila abatida cambió la vida del científico argentino José Sarasola.

Acababa de graduarse de la universidad y comenzaba sus trabajos de conservación en la provincia de La Pampa, en el centro del país.

El ave estaba colgada de una cerca próxima a la entrada de un campo.

«Era un juvenil de águila del Chaco que había sido abatida a disparos de arma de fuego y fue ese mi primer encuentro con una de estas águilas», relató Sarasola a BBC Mundo.

«Había sido puesta allí adrede porque existe la creencia, no solo en esta región sino también en Patagonia con otras especies consideradas dañinas para el ganado como zorros y pumas, que el exponer de esta forma a los individuos abatidos hace que otros se mantengan alejados».

«Este encuentro sin duda marcó mi futuro en la conservación».

Sarasola decidió dedicar su vida a proteger al águila del Chaco, también conocida como águila coronada solitaria, una de las más amenazadas de Sudamérica.

Y su trabajo le valió este mes uno de los galardones más prestigiosos en conservación, el Premio Whitley, que entrega cada año en Londres la fundación del mismo nombre.

En su misión para proteger al águila del Chaco, Sarasola ha desafiado creencias y recorrido miles de km llevando su mensaje a pobladores locales y escuelas remotas.

Casi desconocida

El águila coronada se encuentra desde el sur de Brasil hasta Paraguay, Bolivia y Argentina, siendo su límite sur de distribución el norte de la Patagonia.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, clasifica la especie en peligro de extinción y estima su población global en menos de 1,000 individuos reproductores.

Estas águilas viven principalmente en hábitats áridos y semiáridos de arbustales, pastizales y bosque, donde se alimentan de especies típicas de estos ambientes, principalmente armadillos y serpientes, explicó Sarasola.

El científico fundó en 2001 el Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA) en la Universidad Nacional de La Pampa en Argentina, con el que comenzó a estudiar la ecología del águila del Chaco.

«Hasta ese momento la especie era casi desconocida, no solo para la gente local, sino también para la ciencia, ya que el último registro de nidificación de esta águila databa de hacía más de 25 años en el noroeste argentino», señaló Sarasola.

Ahogadas y electrocutadas

La primera amenaza que identificó el CECARA fue la persecución de las águilas por parte de pobladores locales por la creencia de que «comen las ovejas».

Sarasola también registró casos de águilas ahogadas en los reservorios que se establecen para proveer de agua al ganado en estas regiones secas.

Otro gran peligro fue descubierto cuando el biólogo colaboró con el Centro de Biología de Conservación en Virginia, Estados Unidos, para marcar águilas con emisores satelitales.

«Descubrimos que también morían electrocutadas en los tendidos eléctricos. Es una problemática que afecta particularmente a las grandes aves, como las águilas, ya que ocurre cuando el ave hace contacto con dos cables conductores al mismo tiempo, algo que solo aves de gran tamaño pueden hacer al volar hacia o desde los postes en esos tendidos», afirmó el biólogo.

Rampas y puentes

Para evitar o reducir la mortalidad por ahogamientos Sarasola y sus colegas pusieron a prueba la efectividad de lo que llaman «rampas de rescate».

«Éstas consisten un una estructura de reja de alambre que se establece en forma de rampa desde el borde del tanque hasta el fondo, permitiendo a las aves y otros animales silvestres salir de los reservorios si caen en ellos, y utilizarlas para beber en forma segura».

La mortalidad de fauna silvestre en los reservorios equipados con rampas se redujo a la mitad, y los científicos no han registrado casos de águilas de Chaco ahogadas en ellos.

En cuanto a la mortalidad por electrocución, el monitoreo de las líneas eléctricas permitió detectar los pilares con diseños más peligrosos.

«Estos pilares comprenden menos del 1% del total en el área y sin embargo son responsables de casi el 20% de las muertes».

«La característica que los hace tan peligrosos es que están construidos en hormigón (conductor de la electricidad por estar construidos con acero en su interior)y poseen un puente del cable eléctrico por encima de ellos. Las aves se pueden electrocutar por estar posadas en el poste y tocar al mismo tiempo el puente suspendido».

De acuerdo a Sarasola, «la solución pasa por colocar simplemente todos los puentes por debajo de la cruceta de ese pilar».

Creencias

Para cambiar el rechazo de los pobladores locales, los científicos monitorearon y filmaron las presas de las águilas.

«Analizamos más de 600 presas y ninguna de ellas correspondía a ganado doméstico, por lo que la situación de conflicto no era real».

Los biólogos mostraron a los pobladores filmaciones y fotos de las águilas llevando a sus nidos presas de especies silvestres como armadillos, roedores y serpientes.

Y comunicaron la importancia de las águilas de Chaco como predadores tope en el ecosistema, dado que se alimentan de un gran número de serpientes venenosas y culebras.

El reconocimiento de la especie es ahora mucho mayor en la sociedad.

«Como un ejemplo de este reconocimiento, en diciembre de 2016 un artista pampeano local realizó una escultura de un águila en metal que fue luego emplazada en la plaza principal de la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa».

El águila que llora

Sarasola recorrió miles de kilómetros del oeste pampeano, una zona árida de poca densidad de población, para llevar su mensaje a los niños.

Durante ese recorrido los biólogos presentaron en escuelas rurales un documental que Sarasola dirigió con el periodista Matías Sapegno y que musicalizó con un tema original el músico pampeano Juani de Pian.

El documental, llamado «El águila que llora», cuenta la historia verídica de un adolescente del oeste pampeano «que descubre la especie y su nido y participa luego con investigadores en el estudio y monitoreo de un juvenil de águila del Chaco».

Los niños y sus familias han sido fundamentales para el proyecto, ya que aportan información clave sobre la localización de nidos y parejas reproductoras.

«Esta información es imposible de lograr por nuestra cuenta en una región tan vasta».

Las escuelas que visita Sarasola se encuentran en lugares muy remotos alejados de centros urbanos.

Los niños viven en las mismas escuelas y vuelven a sus casas en campos vecinos cada 15 o 20 días.

«Les planteamos en estas charlas si conocen alguna especie en peligro de extinción, y las referencias que tienen son de otras especies emblemáticas y mundialmente conocidas, pero no vinculadas con su realidad, como un tigre o un oso panda», relató Sarasola a BBC Mundo.

«Lo primero que les llama la atención es enterarse que viven muy cerca de una de ellas».

«Y que pueden observarla literalmente y con un poco de suerte, ¡en el propio patio de su escuela o en sus casas! «

Fuente: BBC