Un seguimiento de 77 especies de petreles ha revelado que una cuarta parte de todos los plásticos que pueden encontrar en su búsqueda de alimento se encuentran en aguas internacionales remotas.
Los autores del estudio concluyen que se requiere una colaboración internacional para solucionar este problema, alertan en la revista ‘Nature Communications’.
El extenso estudio evaluó los movimientos de 7.137 ejemplares de 77 especies de petrel, un grupo de aves marinas migratorias de amplio espectro que incluye el fulmar boreal, el paíño europeo y la pardela de Newell en peligro crítico.
Es la primera vez que se combinan datos de seguimiento de tantas especies de aves marinas y se superponen a mapas mundiales de distribución de plásticos en los océanos.
Los resultados muestran que la contaminación por plástico amenaza la vida marina a una escala que trasciende las fronteras nacionales: una cuarta parte de todo el riesgo de exposición al plástico se produce en alta mar. Esto está relacionado en gran medida con los giros oceánicos –grandes sistemas de corrientes oceánicas giratorias– donde se forman enormes acumulaciones de plásticos, alimentadas por los residuos que entran en el mar procedentes de embarcaciones y de muchos países diferentes.
Las aves marinas a menudo confunden pequeños fragmentos de plástico con comida, o ingieren plástico que ya ha sido comido por sus presas. Esto puede provocarles lesiones, envenenamiento e inanición, y los petreles son especialmente vulnerables porque no pueden regurgitar fácilmente el plástico.
En la época de cría, a menudo dan de comer plástico a sus polluelos sin darse cuenta. Los plásticos también pueden contener sustancias químicas tóxicas perjudiciales para las aves marinas.
Los petreles son un grupo de especies marinas poco estudiadas pero vulnerables, que desempeñan un papel clave en las redes tróficas oceánicas. La amplitud de su distribución por todo el océano las convierte en importantes «especies centinela» a la hora de evaluar los riesgos de la contaminación por plásticos en el medio marino.
«Las corrientes oceánicas hacen que se acumulen grandes remolinos de basura plástica lejos de tierra, fuera de la vista y más allá de la jurisdicción de cualquier país. Hemos descubierto que muchas especies de petreles pasan mucho tiempo alimentándose en torno a estos giros oceánicos, lo que las expone a un alto riesgo de ingerir residuos plásticos», explica Lizzie Pearmain, estudiante de doctorado del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y del British Antarctic Survey, y coautora del estudio.
«Cuando los petreles comen plástico, éste puede atascarse en sus estómagos y servir de alimento a sus polluelos –explica–. Esto deja menos espacio para la comida y puede causar lesiones internas o liberar toxinas».
Los petreles y otras especies ya están en peligro de extinción debido al cambio climático, las capturas accesorias, la competencia con la pesca y las especies invasoras como ratones y ratas en sus colonias de cría. Los investigadores afirman que la exposición a los plásticos puede reducir la resistencia de las aves a estas otras amenazas.
Los océanos Pacífico nororiental, Atlántico sur e Índico suroccidental tienen giros oceánicos llenos de residuos plásticos, donde se alimentan muchas especies de aves marinas amenazadas.
«Se ha descubierto que incluso especies con bajo riesgo de exposición comen plástico. Esto demuestra que los niveles de plástico en el océano son un problema para las aves marinas de todo el mundo, incluso fuera de estas zonas de alta exposición», añade la doctora Bethany Clark, Oficial Científica de Aves Marinas de BirdLife International y coautora del estudio.
«Muchas especies de petreles corren el riesgo de exponerse al plástico en las aguas de varios países y en alta mar durante sus migraciones –continúa–. Debido a las corrientes oceánicas, estos residuos plásticos suelen acabar lejos de su fuente original. Esto pone de relieve la necesidad de cooperación internacional para hacer frente a la contaminación por plásticos en los océanos del mundo».
El estudio también descubrió que el Mar Mediterráneo y el Mar Negro juntos representan más de la mitad del riesgo global de exposición al plástico de los petreles. Sin embargo, sólo cuatro especies de petreles se alimentan en estas zonas cerradas y concurridas.
El estudio fue dirigido por una asociación entre la Universidad de Cambridge, BirdLife International y el British Antarctic Survey, en colaboración con Fauna & Flora International, el 5 Gyres Institute y más de 200 investigadores de aves marinas de 27 países.
Para obtener sus resultados, los investigadores superpusieron datos de localización global, tomados de dispositivos de seguimiento fijados a las aves, a mapas preexistentes de distribución de plásticos marinos. Esto les permitió identificar las zonas de migración y alimentación de las aves en las que es más probable que se encuentren con plásticos.
Las especies recibieron una «puntuación de riesgo de exposición» para indicar su riesgo de encontrar plástico durante su estancia en el mar. Varias especies ya amenazadas obtuvieron puntuaciones elevadas, entre ellas la pardela balear, en peligro crítico de extinción y que se reproduce en el Mediterráneo, y la pardela de Newell, endémica de Hawái.
Otra especie en peligro, el petrel hawaiano, también obtuvo una puntuación alta en cuanto al riesgo de exposición al plástico, al igual que tres especies clasificadas por la UICN como vulnerables: la pardela de Yelkouan, que se reproduce en el Mediterráneo; el petrel de Cook, que se reproduce en Nueva Zelanda, y el petrel de anteojos, que sólo se reproduce en un volcán extinto llamado isla Inaccesible, parte del archipiélago de Tristán da Cunha, un territorio británico de ultramar.
«Aunque todavía no se conocen los efectos a nivel poblacional de la exposición al plástico para la mayoría de las especies, muchos petreles y otras especies marinas ya se encuentran en una situación precaria. La exposición continuada a plásticos potencialmente peligrosos se suma a las presiones», afirma el profesor Andrea Manica, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio.
«Este estudio supone un gran paso adelante en la comprensión de la situación, y nuestros resultados alimentarán la labor de conservación para intentar hacer frente a las amenazas que pesan sobre las aves marinas», concluye.
Fuente: europapress.es