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Una disciplina que podemos pensar muy científica, como la medicina, no está ajena al contexto social: Cristina Sacristán

Al término de la presentación El Colegio Nacional firmó un Convenio de Colaboración con la Barra Mexicana Colegio de Abogados

En 1873, el destacado abogado y político mexicano Felipe Raigosa recibió una sentencia peculiar: tras un largo juicio de incapacidad por enajenación mental perdió el ejercicio de sus derechos civiles. Aquel fue el segundo caso que el Código Civil Mexicano, de 1870, permitía declarar a una persona como incapacitada para manejarse de manera autónoma por limitaciones o alteraciones en su salud mental y ordenaba nombrar un tutor que lo representase legalmente.

La historia, envuelta en el escándalo mediático, intereses patrimoniales en disputa y relaciones entre una influyente familia, la medicina y el derecho, está registrada en el libro El ruido y el velo. Perder los derechos civiles en el México liberal. El caso Raigosa, 1872-1879, de la historiadora Cristina Sacristán, que se presentó en El Colegio Nacional con la coordinación del colegiado José Ramón Cossío.

Al inicio de su intervención, Sacristán, que estuvo acompañada por las historiadoras Martha Santillán Esqueda y Érika Pani, señaló: “seguramente ustedes han escuchado hablar, aunque sea ligeramente, de los juicios de incapacidad por enfermedad mental, sobre todo porque recientemente hubo un caso muy mediático que fue el de Britney Spears, donde su papá ejerció la tutela de esta cantante durante diez años”.

En efecto, en los juicios de incapacidad o juicios de interdicción existe un patrimonio que proteger, pero el Código Civil de 1870 de la Ciudad de México establecía, además, “que todas las sentencias de incapacidad tenían que hacerse públicas, esto con el fin de proteger a la sociedad, no tanto al supuesto incapaz, al supuesto loco, sino proteger a la sociedad de llegar a entrar en algún intercambio comercial”.

Tras varios años de revisar documentos, a Sacristán le atrapó el caso por cuatro razones: en primer lugar, por la cantidad de médicos que participaron para determinar la locura de Raigosa: durante cuatro años fueron 16 médicos quienes rindieron 20 informes; segundo, que el demandado fuera abogado e, incluso, que llegó a ser ministro de justicia.

Un tercer tema que atrapó a la autora fue que se le declaró con locura parcial, monomanía ambiciosa y se llegó a mencionar la megalomanía. El último motivo por el que decidió emprender la investigación fue “la trascendencia pública que tuvo este caso, que enfrenta a dos familias de la élite en la Ciudad de México en esos años; desde la prensa, desde la opinión pública, se ejerció presión sobre los médicos y sobre los jueces”.

“Me permitía ver cómo un juicio que había escalado a nivel mediático había puesto a estos personajes, a médicos y jueces, en una situación complicada, donde muchas veces sus diagnósticos, sus deliberaciones se vieron comprometidas por el contexto histórico. Y esto creo que demuestra que incluso en una disciplina que podemos pensar muy científica, como la medicina, en realidad no está ajena al contexto social, a los hechos que están viviendo los médicos”.

De enorme actualidad

El libro de Sacristán, señaló en su oportunidad Martha Santillán Esqueda, aparece casi un año después de que el 7 de junio del año pasado se publicó un nuevo Código de Procedimientos Civiles y Familiares en México, “donde se reconoce el derecho a decidir de todos los adultos, con los apoyos que cada persona escoja, a fin de comunicar su voluntad y hacerla valer mediante el modelo llamado Toma de Decisiones con Apoyo”.

En 2021, además, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional el modelo de sustitución de la voluntad y por tanto del estado de interdicción. “Con ello concluyó una etapa de 150 años” en los que “la ley podía declarar a una persona como incapacitada para manejarse en forma autónoma, debido a limitaciones o alteraciones en su inteligencia o salud mental, que le impidiesen gobernarse o manifestar su voluntad, por lo cual se hacía necesario nombrar a otra persona, un tutor, que la representase legalmente”.

“En consecuencia, las personas incapacitadas perdían su calidad de individuos libres y quedaban sujetas a tutela, pues su tutor debía de representarlas ocupándose de todos sus asuntos familiares, civiles, mercantiles, políticos, etcétera. Esto sucedió con Felipe Raigosa”, casado con Manuela Moncada, una joven de raigambre, aristocrática y perteneciente a una de las familias más ricas de México.

Sacristán, señaló Santillán, indaga en “la historia de la familia, la historia del derecho, la historia de la subjetividad, la historia de la psiquiatría, la historia de las mujeres, todas ellas confeccionando y confeccionándose en un contexto muy preciso, en la coyuntura de la instauración del Código Civil Liberal y con ello del arranque de los juicios de interdicción en el México moderno”.

Para la historiadora Érika Pani, el libro de Cristina Sacristán “se lee como novela y es una novela de suspenso. Yo, con dos terceras partes del libro me preguntaba, ¿habrá estado loco este pobre señor Felipe Raigosa o habrá sido toda una trama malévola de su mustia esposa?, porque como la vemos actuar por todos los tribunales, o sea, realmente es una mujer, diremos hoy, muy movida”.

Un acierto de la autora, señaló, es que se centra en una historia muy humana, “nos muestra en este entramado de modernidad y lógicas de antiguo régimen a este hombre que se vuelve una víctima de la historia, porque es particularmente vulnerable. Por un lado, pierde el peso político que pudo tener en algún momento, porque fue ministro de justicia durante el Segundo Imperio y, a diferencia de otros hombres que participan también en el primer nivel como funcionarios, él queda totalmente fuera del juego político una vez que fracasa el régimen de Maximiliano”.

El libro, agregó Pani, “es un relato fantástico de esta tragedia familiar y humana, pero que arroja luz sobre cómo las formas más racionales, más científicas, incluso más bien intencionadas, o sea, aquí no vemos un Foucault diciéndonos que todo lo que hace el Estado es para castigar, encerrar, disciplinar, etcétera, pero que pueden tener consecuencias terribles”.

Para concluir, Cristina Sacristán señaló que el título de su libro hace un pequeño homenaje al historiador italiano Carlo Ginzburg, autor de El queso y los gusanos, con quien discrepa acerca de que el delirio, o la locura, no está fuera de la cultura.

En ese sentido, la autora dijo: “creo que tenemos que hacer un esfuerzo por entrar en comunicación con ese otro al que nosotros consideramos irracional, ininteligible, y a mí me gustaría que este libro se leyera también desde ese lugar: hacer un llamado a la escucha en la clínica y reconocer que ese otro quizá no es tan incapaz, como pensamos que ese otro puede comunicar su voluntad y en ese sentido puede ejercer sus derechos”.

De enorme relevancia resultó la presentación en las instalaciones de El Colegio Nacional, pues en el mismo predio, explicó, se instaló el Palacio de Justicia tras el triunfo de la República sobre el imperio y precisamente aquí fue citado Raigosa la tarde del 7 de febrero de 1873, para que atendiera una diligencia judicial cuyo fin ignoraba.

“Él fue traído aquí con engaños para encerrarlo en un manicomio. Raigosa recorrió estos pasillos y en algunas de estas salas levantó su voz inteligente, elocuente y lúcida para defenderse, pero también aquí entregó esos escritos delirantes que lo condenaron. Habernos reunido justo en este espacio para dar cuenta de su andar por el mundo es la mejor manera de levantar el velo sobre su memoria”, concluyó.

La presentación del libro El ruido y el velo. Perder los derechos civiles en el México liberal. El caso Raigosa, 1872-1879, de la historiadora Cristina Sacristán, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

Firma de convenio

Tras la presentación editorial, El Colegio Nacional y la Barra Mexicana de Abogados, representada en el acto por la jurista Ana María Kudisch Castelló, firmaron un convenio de colaboración para realizar actividades de educación continua.

José Ramón Cossío, en su calidad de presidente en turno de El Colegio Nacional, fue el encargado de encabezar el acto protocolario y reconoció que la alianza de ambas instituciones abre nuevos caminos, ya que la Barra está en un proceso de renovación.

“Aquí en El Colegio Nacional también hay aires nuevos. Estamos tratando de vincularnos más con la sociedad y de comprender los problemas nacionales. Sin duda, el derecho es uno de los elementos centrales para hacerlo”, concluyó el colegiado.

Fuente: El Colegio Nacional