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Un eclipse provocó el asentamiento mexica en Tenochtitlán, propone Jesús Galindo

El astrofísico y arqueoastrónomo Jesús Galindo Trejo propone que un eclipse, aquel suscitado el 21 de abril de 1325, fue “la razón” por la que los mexicas venidos de Aztlán fundaron la antigua Tenochtitlán, pues el evento astronómico habría sido identificado como una señal sagrada de Huitzilopochtli.

“¿Un eclipse pudo haber sido interpretado como una señal divina? Mi propuesta es que sí, que el eclipse fue la razón por la que los mexicas se establecieron ahí”, dijo el miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM al participar en el programa anual La arqueoastronomía de Puebla, organizado por la Secretaría de Cultura en colaboración con varias instituciones a nivel nacional.

En su conferencia virtual Los eclipses en la época prehispánica, señaló que el 21 de abril de 1325 a las 11 horas en el valle central del actual México sucedió un eclipse parcial, y con él, el entorno acuático que rodeaba el asentamiento se hizo nocturno por cinco minutos.

Planteó que la fundación sucedió dos veces, días después del eclipse, el 17 de mayo de 1325, luego de otro fenómeno astronómico sucedido por primera vez en aquel año: cuando a mediodía el sol no hace sombra, alcanzando el cenit sobre la cabeza. “Es una propuesta de acuerdo a la información etnoastronómica”, apuntó.

Galindo Trejo mencionó que varios documentos prehispánicos y coloniales dejan ver el conocimiento que los pueblos mesoamericanos tenían sobre los eventos astronómicos. Como ejemplo, refirió al Códice Telleriano- Remensis, del siglo XVI, en donde aparece un eclipse en un fondo estrellado, con volutas de humo, que quizá refiere al paso del cometa Halley en 1531.

El físico matemático apuntó que el Sol fue el máximo símbolo de sacralidad en Mesoamérica, representado por los mayas como el dios K´in y entre mexicas como el dios Tonatiuh, pintado por tlacuilos sobre un disco solar rojo y acompañado por la escritura de misioneros, quienes señalaron que los nativos decían que “todas las cosas las produce el sol, siendo eso es una realidad para esta época, pues todos los átomos y moléculas provienen del sol, por lo que la frase es significativa”.

La Luna, continuó, era la otra protagonista, pues era una deidad asociada a la fertilidad. Así, en un jeroglífico hallado en el sitio de Copán, en Honduras, aparece la representación de la Luna adornada como una concha partida, pues se asocia al agua.

El investigador apuntó que los calendarios mesoamericanos fueron un producto cultural, pues el cielo es parte de la naturaleza y da la posibilidad más exacta de transferir el tiempo, por lo que se asocia a un objeto celeste. “En el Códice Borbónico que está en París aparece la invención y la organización del tiempo, representado en los dioses Oxomoco y Cipactonal, creadores del tiempo”.

También, prosiguió, en el Códice Veytia aparece un diseño en forma de disco con diferentes jeroglíficos, con sus 20 días. Están el Xiuhpohuali, calendario vigente en tres milenios, de 365 días divididos en 18 periodos de 20 días más cinco días para alcanzar el Sol; y el Tonalpohualli que corría una cuenta ritual de 260 días, conocido como la cuenta de los destinos, de 20 periodos cada uno con 13 días.

En el caso de las lenguas, Jesús Galindo mencionó que cada una llamaba de diferente manera a los eclipses. Algunas como el zapoteco, el mazahua o el otomí, el eclipse de sol se designaba como “el sol muerto”, tal como aparece en el Códice Nutall, de origen zapoteco, o como el colgante en oro con un disco solar que guarda en su interior una calavera.

Continuó que en el náhuatl, el maya yucateco o el totonaco, se concibe como “el sol mordido, el sol comido”, como aparece en un petroglifo de Teotenango, en donde un jaguar devora un símbolo solar, o en el Códice Madrid, de origen maya, en el que aparece el glifo del sol oscurecido, devorado por un monstruo. Apuntó que en el centro de México, fray Bernardino de Sahagún en sus primeros memoriales, refiere a un eclipse de Sol y otro de Luna, mientras que en el Códice Florentino describe “el eclipse de luna comida”.

Dijo que en 1611 sucedió el primer eclipse total de Sol después de la llamada conquista y del hecho hay referencias en la Biblioteca Nacional de Historia y en el Chilam Balam de Chumayel, en donde hay una explicación de los eclipses desde el punto de vista occidental.

“El máximo avance en registro de eclipses proviene del Códice Dresde en donde aparece el glifo del sol oscurecido, colgado de bandas celestes y abajo una especie de serpiente emplumada que lo va a devorar: es el Cibil k´in mordida de sol en maya yucateco, además de que aparecen números que corresponden a eclipses grandes que se observaron, no todos en el mundo maya, por lo que es uno de los grandes avances de la astronomía prehispánica”, concluyó el especialista.

Fuente: lajornadadeoriente.com.mx