M. en C. Joaquín Ramírez Ramírez
Sobre las ruinas de lo que fue una penitenciaría se encuentran dos niñas dise- ñando un cohete. Aunque los taxistas conocen el lugar como el parque de las fuentes saltarinas, mucha gente del poblado de Acapatzingo en Cuernavaca, sabe que ahí hay un museo de ciencias.
Allí también están las oficinas de la Doctora Brenda Valderrama Blanco, investigadora del Instituto de Biotecnología y titular de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos, la primera en su tipo. En el 2012, dejó parcialmente el laboratorio y las pipetas por reuniones con empresarios y funcionarios públicos.
La Doctora Valderrama decidió entrar en el mundo gubernamental porque como muchos, ha sido víctima de las malas decisiones en política pública. Supo que era tiempo de participar en la toma de decisiones. “Al principio llegas con muchas ideas, con muchas ganas, pero te das cuenta de que eso no es suficiente”, dice la investigadora. “Tienes que coordinar tus pensamientos de otra forma. No es lo mismo ser beneficiario de una política pública que diseñarla. Fue pesado aprender eso”.
Curiosamente, el diseño de una política pública de ciencia no se hace pensando en los científicos. Al menos, no son el centro. “Ser científico es un medio, no un fin. Hay que articular las necesidades de la población con la actividad científica. El fin de la inversión en ciencia es primero que nada el desarrollo social, luego, el económico”, dice la doctora.
Con cerca de 2000 investigadores en el estado de Morelos, se cuenta con el potencial humano para incidir de una manera importante en el desarrollo social y económico de la entidad. Sin embargo, esto requiere de un cambio de paradigma: otra forma de hacer ciencia.
Trajes a la medida
¿Quién consume los productos científicos? Si los artículos en revistas arbitradas son el principal producto de la investigación científica, los consumidores son otros científicos. Con el conocimiento que se generó se pueden realizar nuevas investigaciones y así la ciencia progresa. Pero, ¿cómo puede esto traducirse en beneficios tangibles para la sociedad en general?
Muchas veces la investigación se hace simplemente con el fin de entender más la naturaleza, lo cual es muy valioso. Durante este proceso, pueden surgir aplicaciones prácticas del conocimiento para el desarrollo de una nueva tecnología. Sin embargo, esto ocurre con poca frecuencia, pues la investigación original no se planteó con ese objetivo.
Brenda Valderrama ha logrado sensibilizar a los investigadores para cambiar la óptica de su investigación. Los invita a reflexionar: ¿qué problema estoy resolviendo con mi investigación?, ¿a quién le voy a entregar la solución?
Una estrategia para visualizar esto es realizar el ejercicio de redactar una patente, propone la doctora. A través de esta reflexión básica, puedes incluso darte cuenta de que has planteado erró- neamente tu línea de investigación. Además, es necesario buscar al beneficiario antes de redactar la patente. “Hay que hacer los trajes a la medida del cliente”, dice la doctora. “Si lo haces así, te lo van a comprar”.
En el evento denominado Patent Weekend, organizado por el Centro Morelense de Innovación y Transferencia Tecnológica, se le dio la oportunidad a inventores de la región para que hicieran un ejercicio de protección de sus ideas. Oportunidades como estas pueden servir para que la ciencia se perfile como un arma poderosa de cambio social.
Construyendo puentes
Hablar entre científicos puede ser complicado, pero es aún más difícil la comunicación entre un científico y alguien fuera de la investigación que no está familiarizado con la jerga científica.
Existe una brecha de comunicación entre los científicos y los empresarios. El papel de la Secretaría en tratar de acercarlos ha sido crucial. Mediante asesorías han logrado que los empresarios tomen decisiones basadas en la evidencia cientí- fica. Una vez que lo hacen, reconocen el beneficio y le dan continuidad a la estrategia.
Los empresarios quieren ser más exitosos y los científicos buscan cada vez más libertad. “Al dar servicio científico a las empresas, ganas más libertad, porque tienes un ingreso sin etiquetas, que puedes usar para desarrollar tus propias ideas”, dice la doctora.
Y si de construir puentes se trata, uno de los principales logros de la Secretaría ha sido sensibilizar a la población sobre los temas científicos. El impacto se refleja en los números: dejaron de contar a los asistentes del foro «Alternativas verdes» (2016) cuando superaron la meta de los 6 mil. Por si fuera poco, más de 100 mil personas asistieron a la exposición «Darwin» que se presentó en el Parque Chapultepec, en Cuernavaca, Morelos, en 2015.
Un buen futuro
Al finalizar su función en la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología volverá a la academia, siempre dispuesta a participar en la vida pública si la llaman. Se siente más capacitada para el diseño de proyectos de inversión. Lo implementará en su forma de solicitar donativos para sus proyectos de investigación. “Hay que facilitar que los que están del otro lado, los evaluadores, te apoyen”, concluye.
Por lo pronto, la maquinaria ya está en marcha. Si más científicos se involucran en la toma de decisiones, el futuro puede ser alentador.
En el parque San Miguel Acapantzingo, dos niñas terminaron el prototipo de su cohete. Si seguimos por el camino que ha trazado la doctora Brenda Valderrama, tal vez en un futuro tengamos dos (o más) astronautas mexicanas.
Contacto: brenda@ibt.unam.mx