Tecnología e Inteligencia Artificial, ¿la siguiente burbuja?

Miguel Ángel Sandoval Monroy

En 2008, la economía global sufrió una grave crisis por culpa de estrategias agresivas y nuevos productos financieros que disfrazaban la avaricia. Bancos en Estados Unidos otorgaban hipotecas de manera casi ilimitada a personas sin capacidad de pago, luego esta deuda se empaquetaba y la etiquetaban de tal forma que, solo con su nombre, se vendía como un producto innovador y de bajo riesgo.

Al poco tiempo, la burbuja hipotecaria estalló cuando los deudores dejaron de pagar la hipoteca y los precios de las casas comenzaron a caer. Un problema generado en Wall Street terminó contagiando al mundo entero.

En medio del caos, hubo un personaje que predijo la crisis y apostó a que llegaría. Michael James Burry, gestor de fondos y hoy una leyenda en el medio financiero, compró instrumentos financieros que se beneficiaban del incumplimiento de pagos de las hipotecas. Era una apuesta que en Wall Street era considerada absurda, “¿Quién dejaría de pagar la casa en la que vive?”, pues miles de personas lo hicieron. El resultado fue una ganancia monumental de 800 millones de dólares para él y su fondo.

Este episodio terminó en el cine, por cierto, película que recomiendo ampliamente.

Pero lo interesante es lo que Burry está viendo ahora.

Mientras inversionistas y el mercado financiero observan el auge tecnológico y convierten a empresas tecnológicas como NVIDIA, la fabricante de motores de IA más importante del mundo, en la más grande por capitalización bursátil, o como Palantir, un desarrollador de software y contratista del Departamento de Defensa de Estados Unidos, en una compañía con una valoración de más de 200 veces sus ingresos futuros, Burry tiene una distinta visión.

Sostiene que las valuaciones de algunas compañías tecnológicas, como las ya mencionadas, están infladas a niveles que simplemente no corresponden a la realidad del mercado; incluso, suena cada vez más fuerte la posibilidad de que algunos los gigantes tecnológicos utilizan estrategias contables agresivas, como el alargamiento de la depreciación de activos, para hacer que sus ganancias parezcan razonablemente estables. Burry lanza una crítica sobre la sostenibilidad de sus márgenes y crecimiento, no sobre la calidad de las compañías.

Tal como sucedió en 2008, Burry confirma su apuesta bajista: mantiene una posición a futuro contra NVIDIA y, más recientemente, adquirió 50,000 opciones de venta sobre Palantir, que le permitirían vender acciones a 50 dólares cada una en 2027. Es decir, apuesta a que para entonces el precio de la acción estará por debajo de ese nivel.

Esta vez, algunos fondos en Estados Unidos y otras entidades financieras parecen seguir la tendencia de Burry. Entre ellas, la gigante japonesa SoftBanK, quien vendió, en el mes de octubre, sus acciones en NVIDIA por casi 6 mil millones de dólares.

La pregunta ya no es si Michael Burry tiene razón otra vez, sino si estamos dispuestos a reconocer que las apuestas bajistas obedecen a que los mercados financieros son cíclicos, donde los ajustes a las valuaciones de las compañías son naturales y en donde nacen nuevos competidores y nuevas tecnologías; o bien, si el propio mercado protege sus intereses y tiene una fe casi religiosa en la tecnología e inteligencia artificial que podría estar generando un espejismo similar a la burbuja de 2008.

Y el punto incómodo es si estamos repitiendo patrones del pasado donde todos confiaban ciegamente en un activo supuestamente infalible. Porque casi siempre que alguien dice “esta vez es diferente”, no lo es.

A la fecha de esta columna, NVIDIA ha publicado sus resultados al tercer trimestre de 2025, entregando cifras históricas, ingresos por más de 57 mil millones de dólares, rebasando las expectativas de Wall Street, ¿qué tan sostenible es esto a futuro?

Probablemente, Burry esté equivocado.

Fuente: oem.com.mx

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