Sin La Nouvelle Revue Française, imposible entender el mundo político y literario de la primera mitad del siglo XX: Christopher Domínguez Michael
“La literatura contemporánea en la primera mitad del siglo XX tuvo un eje, que fue esta revista francesa, la cual se leía en todos los países, cuando el francés era hegemónico”, en palabras del crítico literario
Luego de manifestar su pesar por la muerte de Vicente Rojo, “un día triste para México, para la cultura, para El Colegio Nacional y para mí mismo”, el crítico literario Christopher Domínguez Michael, integrante de El Colegio Nacional, dictó la cátedra “Críticos de la Nouvelle Revue Française, I: André Suarès y Charles Du Bos”, dentro del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX
Antes de su conferencia, en la que se guardó un minuto de silencio en memoria de quien también fuera colegiado, el historiador de la literatura definió a Vicente Rojo como uno de los grandes artistas del México moderno, al grado que muchas de las imágenes que vemos habitualmente en periódicos y revistas son obra del genio gráfico de Rojo, quien “hizo del diseño una de las más nobles tradiciones mexicanas: un hombre de las artes plásticas y de las artes gráficas, siempre cerca de los escritores”.
Ya en su conferencia, Domínguez Michael resaltó que la Nouvelle Revue Française podría considerarse como la revista literaria más importante de la primera mitad del siglo XX en Occidente, en un occidente donde no se había hecho la transición como lengua culta del francés al inglés y todos los letrados, los literatos, solían tener un sentimiento entre superficial y profundo de la lengua francesa”.
Aparecida de forma definitiva en 1909, la revista que se convirtió en editorial y “sigue siendo una de las más famosas del mundo, que vino a llenar el hueco que había dejado el Mercure de France, la gran revista hegemónica anterior, asociada a la generación decadentista, simbolista”.
“La Nouvelle apareció con un ánimo distinto: una publicación bastante particular, aunque estaba asociada a lo que sus figuras principales llamaban el neoclasicismo, un repudio del exceso romántico que encontraban en la literatura de la decadencia en el siglo XIX, fue una de las más plurales que ha habido en la historia literaria.”
En la publicación aparecían textos de autores de muy diversas tendencias políticas y religiosas, lo que la volvió extremadamente atractiva; incluso, para hacer la historia intelectual de Francia, “sería muy importante ubicarse a través de la revista”.
“Gaston Gallimard se sentía muy orgulloso de que el gran escritor católico francés, Paul Claudel, escribiera en la revista; lo mismo que el gran escritor de origen protestante, André Gide; y el gran escritor agnóstico, ateo, nacionalista, que era Paul Valéry y uno de los personajes de los que hablaré hoy, que es el más olvidado, al que se considerada como el gran escritor judío: André Suarès”.
En la revista escribían escritores de izquierda y un amplio espectro, donde había liberales y centristas: se presumía de que en ella cabía todo el espectro ideológico francés y las peleas ideológicas adentro de la revista y hacia afuera eran tremendas, de una gran violencia intelectual, pero se conservaba la unidad de la casa.
“Era tan importante que, aun cuando no tengo manera de corroborarlo, cuando Hitler preguntó cuáles eran los poderes en Francia, le dijeron que llegando a París primero tenía que apoderarse de la banca judía, lo que imaginaban los nazis que era el gran poder mundial; del partido comunista y de la Nouvelle… la legitimidad y la influencia de la revista era enorme”, enfatizó Christopher Domínguez Michael: “estamos hablando de una revista sin la cual es imposible entender el mundo político y literario de la primera mitad del siglo XX”.
Dos extremos de la crítica
André Suarès venía de una familia judía: como Charles Du Bos, era un hombre bastante excéntrico, y fue un gran amante de Italia: su cultura era ítalo-francesa; un hombre meridional que gozaba de su situación marginal. Pero a diferencia de Charles Du Bos, era ermitaño, tenía un muy mal carácter, vivía encerrado, se sentía perseguido y ofendido por todos, porque de alguna manera arrastraba de mala manera su condición de marginal: “es el tipo de hombre que, si bien no creía en la religión judía de manera práctica, nunca quiso convertirse al catolicismo”.
“Es un tipo de intelectual judío absolutamente fascinado por la figura de Jesucristo y, a su vez, obsesionado por la filosofía de Nietzsche. La obra de Suarès es inmensa y, como tal, está llena de laberintos, de rincones, de lugares impenetrables, otros deslumbrantes; es una obra difícil de abordar porque no hay un libro: era esencialmente un escritor de aforismos, de artículos, de un tipo de poesía lírica muy pasada de moda”.
Al ofrecer el acercamiento a la figura de Suarès, Christopher Domínguez Michael lo describió como un extraño tipo de nacionalista, que consideraba que dentro de los dominios de la razón estaba el fenómeno religioso: “no era un ateo, ni siquiera un agnóstico, pero consideraba que la literatura y, particularmente la poesía, venía a suplir el dominio de la religión”.
“Que Claudel fuera un poeta católico o que Rimbaud quisiera ser convertido en un poeta católico, a Suarès le parecía una redundancia, porque la poesía era la sacralidad del mundo moderno. Su obra está por leerse y, ojalá pasé algún tiempo en que deje de ser el gran olvidado, junto a sus muy famosos colegas Valéry el agnóstico, Gidé, el protestante, Claudel el católico”.
Charles Du Bos era un personaje distinto a la Nouvelle Revue Française, un tipo de francés bastante raro en esa época: su madre era inglesa, su abuela era de Estados Unidos, estuvo en Oxford, naturalmente no sólo era un anglófilo, sino un escritor que podía pasar del francés al inglés con total facilidad.
“Hizo mucho por destruir esta coraza que la supuesta civilización francesa pregonaba en los escritores franceses para aislarse de sus eternos enemigos; por un lado, alemanes y, por otro, ingleses; era un profundo conocedor de la cultura alemana, un gran admirador de Goethe: un personaje cosmopolita, que el nacionalismo francés veía con desconfianza.”
Desde la perspectiva del crítico, Du Bos fue un hombre de pensamiento y la forma del diario, a la que dedicó tiempo, no se adaptaba muy bien al pensamiento y a la filosofía. “Su diario me cuesta, porque se consideraba un personaje menor, entonces sus textos más interesantes son aquellos en los que habla de aquellos hermanos mayores colosales que él tenía: Gide, Valéry y el descubrimiento que trastornó a todos, Marcel Proust.”
“Su obra, como la de Suarès, tiene mucho que ver con la influencia estética de la Nouvelle y con lo que fue la literatura de la segunda mitad del siglo XX.”
A partir de ello, la literatura contemporánea en la primera mitad del siglo XX tuvo un eje: Nouvelle Revue Française, la cual se leía en todos los países, cuando el francés era hegemónico y tenía su base en la idea, que comparten estos dos críticos, de que la política era la continuación de la literatura por otros medios.
“La literatura es un elemento que nos hace posible no la transformación del mundo, pero sí su comprensión. La lectura de estos críticos literarios alumbra mucho sobre la autonomía del hecho literario, pero esta autonomía no era para estos críticos un aislacionismo, sino una manera de despuntar lo que ahora se llama el campo literario, para desde ahí transitar hacia otros campos, que podría ser la política”, aseguró Christopher Domínguez Michael.
Fuente: El Colegio Nacional