Para el colegiado, “Pérez Tamayo es un gran hombre de ciencia, en el más amplio sentido de la palabra, porque más allá de su obra, ha dedicado su vida a una ciencia humanista”
Dos reflexiones han guiado buena parte de la vida profesional de Alejandro Frank, miembro de El Colegio Nacional. Una de ellas le pertenece a Jan Rostand: “La verdad que yo venero es la modesta verdad de la ciencia, la verdad relativa, fragmentaria, provisoria, siempre sujeta a retoque, a corrección, a arrepentimiento: la verdad a nuestra escala.”
La segunda le pertenece a Ruy Pérez Tamayo: “La verdad es que yo he definido la ciencia como una actividad humana, creativa. Se requiere el mismo tipo de inspiración, de imaginación y de aventura del pensamiento que las otras profesiones creativas.” Ambas reflexiones fueron la culminación de una charla de Alejandro Frank, como parte de la segunda sesión de la Cátedra Ruy Pérez Tamayo, realizada el 6 de noviembre por El Colegio Nacional y la Universidad Veracruzana.
“No voy a hablar sobre Ruy, sino acerca de su gran amor: la ciencia. Ruy Pérez Tamayo es un gran hombre de ciencia, en el más amplio sentido de la palabra, porque más allá de su obra, ha dedicado su vida a una ciencia humanista y ha sido el ejemplo de muchas generaciones de científicos: en estos tiempos es particularmente importante seguir su ejemplo: es un hombre que contagia su alegría y su amor por la ciencia.”
Para hablar sobre la ciencia, el físico nuclear empezó por recomendar un libro muy sencillo, de un trío de científicos de muy alto nivel de El Colegio de Francia, titulado La más bella historia del mundo, concebido como la narrativa de nuestra historia en tres actos: el universo, la vida y el hombre, lo que ejemplifica el hecho de que “la ciencia dispone de un relato racional de nuestros orígenes, ha reconstruido la historia del mundo.”
Bajo el convencimiento de que la ciencia y el arte han tenido una hermandad muy importante, Alejandro Frank usó varios ejemplos para demostrar esa idea, en especial para vincular a las ciencias con otros aspectos de la vida que muchas veces no se toman en cuenta, como el asunto de la evolución, que nos ha llevado a tener un par de propiedades que son antagónicas: los órganos y los organismos son robustas, pero deben adaptarse a los cambios del medioambiente.
“Hemos colaborado con el Instituto Nacional de Nutrición, donde hemos podido desarrollar una serie de pruebas no invasivas que, probablemente, van a tener un papel muy importante en el futuro, porque son muy fáciles de hacer: nos permitirán determinar la variabilidad cardiaca o la variabilidad de las ondas cerebrales.”
En ese mismo recorrido, el investigador se refirió a un estudio que se vincula con el calentamiento global, en el que la temperatura promedio de la Tierra, en las primeras décadas del siglo XX, no varía en la escala, como el corazón de los seres humanos: se comporta, late, pulsa, como si fuera un ser vivo.
“Sin embargo, a medida que pasan las décadas, se ha roto la simetría y aún más en la década de 2010 a 2020, lo que significa que los gases de invernadero han modificado esta auto organización; en el caso del corazón es lo mismo: la gente más vieja pierde esta simetría, lo que quiere decir que pierde auto organización.”
Todo ello para explicar que Ruy Pérez Tamayo ha trabajado toda su vida en lo complejo: donde hay muchas escalas, desde pequeños seres microscópicos, hasta grandes peces y vegetales, que provocan que sea un sistema complejo, “como lo es el cuerpo humano.”
Figura señera en México
Víctor Alcaraz Romero, ex director de la Facultad de Ciencias de la Universidad Veracruzana (UV), reconoció a Ruy Pérez Tamayo como una figura señera en México, quien desde muy temprano se inició en la investigación desde su inscripción en la Facultad de Medicina de la UNAM: empezó a hacer trabajos de carácter experimental y “hubo un aliento adicional a ese inicio: los transterrados españoles, que jugaron un papel muy importante para el desarrollo de la investigación médica y la creación de institutos.”
“Sin embargo, Ruy Pérez Tamayo ha realizado una labor no sólo del tipo experimental, sino que también creó un gran número de instituciones, desde la unidad de Patología en el Hospital General, donde llevó a cabo un trabajo muy importante para la caracterización de enfermedades crónicas en México.”
Otra de sus aportaciones, señaló en su participación, es que ha indicado el papel que debe jugar el médico como maestro, tanto en el conocimiento de sus colegas, como en el trato que se le debe dar a los mismos enfermos, en la guía que se le debe dar a los pacientes para que conserven su salud; para “explicarles y darles aliento a fin de que salgan adelante con una vida sana y productiva.”
Al ofrecer un acercamiento a la vida y a la obra de Ruy Pérez Tamayo, el investigador aseguró que el patólogo siempre se ha mantenido muy atento a todo lo que sucede en nuestro país y en el mundo entero, mediante una labor de divulgación crítica de la sociedad y dando aliento vocacional a todos aquellos que han leído su obra: un aliento que viene de sus trabajos como científico.
“Ha inducido un gran número de vocaciones científicas y tiene un trabajo reflexivo sobre la ética de la actividad médica, al grado de ser un crítico de la comercialización de la medicina, además de señalar aspectos fundamentales como el hecho de que una de las obligaciones del médico es hacer investigación, lo que ha permitido poner en práctica muchas de sus investigaciones.”
En su conferencia, Alcaraz Romero se refirió a las aportaciones realizadas por Ruy Pérez Tamayo a la Universidad Veracruzana, lo mismo a través de animar el trabajo de investigación que se ha desarrollado en la institución, su ayuda “ nos ha permitido tener contacto con investigadores nacionales, con miembros de El Colegio Nacional y ha traído a integrantes del Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, para que los investigadores puedan compartir las discusiones que ahí se dan para atacar y reflexionar sobre los grandes problemas de la ciencia.”
Fuente: El Colegio Nacional