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Revelan la historia de los héroes patrios a partir de sus restos óseos en El Colegio Nacional

Talavera González se refirió a los hallazgos que reveló el estudio aplicado a los restos de los héroes de la Independencia durante el Bicentenario, en 2010

Nicolás Bravo padecía sífilis y diabetes; Vicente Guerrero sufrió una herida en batalla que le destrozó el codo y le dejó inmovilizado el brazo derecho, mientras que José María Morelos sufrió migrañas desde muy temprana edad, por lo que se amarraba un paliacate sobre la cabeza. Estas y otras revelaciones sobre los héroes de la independencia han sido aportadas por la bioarqueología.

“En los huesos de toda persona está escrita su propia historia y si uno los sabe leer, o si le sabe preguntar al esqueleto, a los huesos, ellos responden”, afirmó el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera González en la conferencia “Mito y realidad de los héroes de la Independencia: ¿qué nos dice la bioarqueología?”.

Durante la ponencia, que perteneció al ciclo “La arqueología hoy”, coordinada por el arqueólogo Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional, Talavera González detalló los descubrimientos que se realizaron en los restos óseos de los próceres de la Independencia a partir de su osteografía, durante los festejos por los 200 años de la gesta libertadora, en 2010.

¿Cuál era esa osteobiografía?, preguntó el ponente, “era sacar su edad, su sexo, sus procesos patológicos, sus marcas de actividad, sus procesos tafonómicos, de cada uno de ellos. Dentro de las patologías había traumatismos o enfermedades severas”.

Talavera, profesor investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recordó que en 2008 el entonces secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, acordó con el director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, José Manuel Villalpando, llevar a cabo por primera vez un estudio de los restos depositados en la Columna de la Independencia.

Así, en 2009 quedó conformada una comisión especial para realizar el estudio. “El objetivo principal no era la identificación de los héroes, era simplemente hacer un inventario específico de cada uno de ellos y contrastar los datos históricos con la evidencia osteológica”. Junto a historiadores y restauradores, el equipo de antropología física quedó conformado por el propio Talavera, con más de 20 años de experiencia en la investigación de restos humanos de contextos históricos, y sus colegas José Antonio Pompa y Padilla y Nancy Gelover Alfaro.

“Nuestro trabajo fue, como expertos en la materia del resto óseo, separarlos, un trabajo minucioso. Solo nos dieron tres meses para realizar el estudio, poco tiempo, por eso no se hicieron estudios de ADN, que mucha gente preguntaba: ¿por qué no hicieron estudios? Pues porque no hubo tiempo, y, además, el objetivo no era la identificación. Se sabía quiénes eran, nada más había que comprobar si efectivamente estaban todos ellos, que son 14 héroes, y hacer su osteobiografía, es decir, su historia a través de los huesos”, relató.

Tras un intenso trabajo de separación de los restos óseos, que a lo largo de la historia habían sido acumulados sin orden y con poco cuidado, los especialistas se toparon con revelaciones: tarjetas de presentación de un periodista de la época, Jacobo Dalevuelta, quien estuvo presente en el traslado de la Catedral Metropolitana a la Columna de la Independencia en 1925; otras tarjetas de un veterinario que fueron utilizadas para identificar los restos y la presencia de Morelos entre los próceres. Estas fueron algunas de las sorpresas que contenía la urna de las osamentas.

Revelaciones

Talavera González recordó que el análisis de los restos óseos se realizó uno a uno. Uno de los más reveladores fue el que corresponde a Nicolás Bravo, el héroe de mayor edad, quien tenía 68 años al momento de morir. “Nicolás Bravo sufrió de sífilis y sabemos que, durante el siglo XIX, no había penicilina, los tratamientos eran bastante severos, cosas muy agresivas al cuerpo que tenían que ser depositadas en las partes íntimas: pomadas, agua con cal, cerato de azufre, protosulfuro, inyecciones de mercurio directamente en las lesiones”.

Además, “el estudio osteológico nos demostró que también tenía en las vértebras dorsales DISH: es hiperostosis esquelética idiopática difusa, asociada con la diabetes tipo B. O sea, que aparte de tener sífilis, estaba diabético”.

Uno de los casos más reveladores es el de Vicente Guerrero, cuyos restos es uno de los más completos que se conservan y en los que quedaron rastros de la actividad como arriero en la que trabajó el prócer desde pequeño, así como las de jinete. El estudio bioarqueológico mostró “que el brazo presenta una lesión en el codo, se lo partieron en dos”.

“Muy posiblemente fue en un acto de defensa, es decir, de cubrirse la cabeza o la cara doblando el brazo, quedando el codo expuesto y alguien de frente, no sabemos si fue a caballo o en pie, con una espada, un sable o un machete; pero su atacante le dio de frente y le partió el codo. Fue tanto su dolor que se dobló, el agresor trató de rematarlo, dándole en la cabeza. Al doblase por el dolor, no le dio en la cabeza, sino en las costillas, del lado izquierdo, y se las partió, desde la cuarta a la séptima. Soldaron, obviamente, de manera defectuosa”.

Resultó sorprendente que los investigadores no localizaron evidencias de balas en los restos óseos de Vicente Guerrero; balas que lo habrían matado después de que Anastasio Bustamante ordenó su fusilamiento. “Se dice que Bustamante lo manda a fusilar, eso dice la historia; sin embargo, tiene las doce costillas de cada lado, el esternón, ambos omóplatos y todas las vértebras. En ninguno de sus restos hay un impacto de bala, y éstas eran unas canicas de seis milímetros de plomo y, por lo general, los pelotones de fusilamiento estaban a cinco o seis metros”.

“Se dice que Bustamante, como Guerrero, eran masones y, obviamente, masón no mata a masón. Pero si se lo echaron, pero, ¿cómo fue? ¿Fue por un arma blanca ¿Fue envenenado? ¿Cómo murió? Eso es una incógnita”, dijo Talavera González.

Sobre José María Morelos, quien medía 1.54 centímetros, “sabemos que fue fusilado, que también recibió un impacto de bala en el parietal izquierdo y en su cráneo está destruido totalmente el parietal izquierdo. Otra cosa es que en el interior de la calota presenta oquedades, que son los famosos corpúsculos de Paccini o granulaciones aracnoideas, que se asocian a los dolores de cabeza. Se menciona que por eso Morelos usaba un paliacate”.

Sobre Leona Vicario, la única heroína identificada entre los restos, el estudio reveló que “fue una persona bajita, medía 1.47, siempre fue regordeta y se refleja en su esqueleto, en las marcas de gente que sostiene su peso en los huesos calcáneos, los huesos de los pies”.

Talavera concluyó hablando de los restos de los cuatro próceres iniciales: Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, cuyas cabezas fueron expuestas durante diez años, dentro de jaulas que fueron colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. Los cráneos identificados con las iniciales de los próceres, dijo, presentan las marcas de la exposición a la que fueron sometidos.

No se pudo identificar individualmente los puñados de huesos correspondientes a los cuatro héroes. “Lo que se hizo fue separar los esqueletos que serían el B, el C, el G y el H que serían de los cuatro principales héroes. Aquí no podemos asignarle quién era Hidalgo, quién era Allende o quién era Aldama, porque dos esqueletos medían 1.60, uno medía 1.58 y uno medía 1.64”.

“Casi todos los héroes medían esa estatura 1.64, 1.65, 1.67, 1.59, que era la estatura de la época. Eso medían casi todas las gentes en ese momento. Hasta ahorita no se sabe un dato así real, fidedigno, que nos diga Hidalgo medía 1.64 o 1.63, en ese momento se podría decir, este es el esqueleto o los huesos de Hidalgo, que miden 1.64, y muy posiblemente corresponderían a Hidalgo. Nosotros no quisimos alterar esa cuestión o pasar a la historia, y decir ese es Hidalgo, ese es Allende, Aldama. Sería mentir”, afirmó el investigador.

Fuente: El Colegio Nacional