Queremos que la sociedad despierte, que se haga consciente de la crisis climática que estamos viviendo: Alejandro Frank
“Seguimos manejando el agua como se proyectó en 1600, cuando se hizo la primera perforación de la cuenca de México, es el momento de cambiar de visión y de ser conscientes de la planeación del territorio”, sostuvo Loreta Castro
“El tema del agua y el cambio climático es un tema urgente en el mundo, yo diría, sin exageraciones, que es el más importante que tenemos enfrente, el peligro más grande”, así lo planteó Alejandro Frank, miembro de El Colegio Nacional, al poner en marcha la mesa La crisis del agua y el cambio climático, realizada el 10 de abril, en el Aula Mayor frente a más de 200 estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y del Tecnológico Nacional de México (TecNM).
El colegiado enfatizó que prevalecen los problemas de salud, la guerra, los enfrentamientos sociales y la migración, todos ligados entre sí, y que, posiblemente, el cambio climático sea un detonador de todos estos conflictos. “Queremos que la sociedad despierte, se haga consciente de la problemática que estamos viviendo.”
Recordó que The Nueva York Times publicó que hubo un brinco importante en la temperatura del mar. “Suena poco, pero el mar y la Tierra son tan grandes, que un aumento de un grado es una cantidad de energía brutal que el planeta tiene que disipar, y lo hace en términos de huracanes y grandes cambios en la atmósfera y en la biosfera. La mala noticia es que el 2024 está más arriba y parece que va a seguir la tendencia a un salto en la temperatura”.
En la sesión, que también fue transmitida por las plataformas digitales de El Colegio Nacional, participaron la arquitecta Loreta Castro, el especialista Raúl Hernández Garciadiego, el ingeniero industrial sustentable Enrique Lomnitz, y el urbanista Armando Rosales, quien fue el primero en tomar la palabra. El experto en estudios urbanos y ambientales expuso que no se preservó el medio natural en el que se asentó la Ciudad de México.
“En el México Tenochtitlán, el problema era paradójicamente el abastecimiento del agua, había un pequeño manantial en el islote en el que se encontraba el Templo Mayor, pero tuvieron que importar líquido, a través de acueductos para abastecer agua a la ciudad y luego, ese líquido se comercializaba y se vendía en canoas. Para poder hacer esos acueductos, tuvieron que hacer las primeras guerras en el periodo prehispánico. La ciudad, por un lado, se inundaba en el periodo de lluvias, y por otro, siempre tuvo problemas de abastecimiento de agua potable”.
El presidente de la Asociación Mexicana de Urbanistas explicó a los estudiantes de las escuelas superiores de Economía, y de Comercio y Administración del IPN, así como a los de ingeniería Industrial y Ambiental del TecNM que, en el periodo Virreinal ocurrió más o menos lo mismo, pero con otro entendimiento y otra visión del medio natural y la ciudad se inundó por cinco años. “A ese problema nos enfrentamos hoy en día, es la herencia del pasado, de ese modelo de construcción y abastecimiento”.
Comentó a los universitarios que, actualmente, la mayor cantidad de agua que se consume en la Ciudad de México se extrae de pozos del acuífero, mismos que se formaron por la acumulación de agua durante de miles de años. “La extracción del líquido a 200 metros de profundidad ocasiona que los edificios se hundan y ese hundimiento genera mayor vulnerabilidad frente a los temblores”. Detalló que, después de una crisis de agua en la región, se decidió extraer líquido de sistemas externos, el sistema Lerma y el Cutzamala, que aportan el 32% del agua que se consume en la zona metropolitana.
De acuerdo con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, SACMEX, en 2023 se estimó que la demanda de agua para 2024 sería de 76.45 metros cúbicos por segundo, con un déficit en condiciones normales de 11.9 metros cúbicos por segundo, y una sobreexplotación del acuífero de 21.4 metros cúbicos por segundo.
En el plan 2030, se reconocía una recarga menor al 50% del acuífero y se consideraba una cifra inferior de 37% de agua desperdiciada por fugas. “El 2022 fue el quinto año más seco desde 1996, mientras que el 2023 fue el más seco desde 1940”.
En este contexto, el especialista dijo que era evidente la antigüedad de la infraestructura y que el Consejo de Resiliencia de la Ciudad de México presentó un mapa de las zonas prioritarias para infiltración y recarga del acuífero, que están ubicadas en el sur de la capital. “Son las áreas naturales protegidas las que permiten recargar el agua que estamos consumiendo de pozos y para cuidarla se dieron un par de recomendaciones: apostar al reordenamiento territorial; acabar con la ilegalidad de dos mil 500 pozos; terminar con la apropiación privada por particulares; cambiar de paradigma de la gran hidráulica y trasvase de cuencas al entendimiento del ciclo hídrico en la ciudad; así como tratamiento, reusó y reinfiltración”.
Acciones del Taller Capital
Por su parte, la arquitecta Loreta Castro, cofundadora del Taller Capital, se refirió a esta iniciativa dedicada a realizar arquitectura e investigación sobre el agua, en términos de diseño urbano. Puntualizó que “la época del yo, que se construye a partir del siglo XX, tiene que dejar de ser, y volverse la época del nosotros, para cambiar las condiciones urgentes”.
Sostuvo que el exceso y la escasez de agua son una constante en la ciudad, pero ahora son más drásticas. Entre los temas pendientes por resolver, mencionó el de la mezcla del agua residual con el agua de lluvia (sistemas obsoletos), la sobreexplotación, el hundimiento del suelo y la impermeabilidad de las laderas. “Seguimos manejando el agua como se proyectó en 1600, cuando se hizo la primera perforación de la cuenca de México, y debemos ser conscientes de la planeación del territorio”.
Comentó que la concepción de Tenochtitlán era la de un jardín nahua, es decir, la de una ciudad que se diseñó junto con su paisaje. Y aunque la cuenca de México no tiene salidas naturales de agua, el día de hoy funciona como una máquina que consume líquido, no sólo del subsuelo, sino de otras cuencas, que la contaminan y la desechan. “Por ejemplo, los Canales de San Gregorio Atlapulco están completamente secos, porque el manejo de agua es terrible. Este tema es de la voluntad de los que habitamos en la ciudad y hay espacio para el diseño urbano en esta región que permita ayudar al sistema tradicional del manejo de agua centralizado”.
Entre las acciones que ha realizado el Taller Capital, se encontraron: el Pabellón Hídrico, en la Plaza Uruguay en Polanco, y en Iztapalapa, que se hizo con la intención de generar cultura del agua y que permitió captar agua de lluvia, filtrarla y hacerla potable para beber; el Parque Hídrico Quebradora, que consistió en un estudio del funcionamiento del agua en Iztapalapa, en las faldas de la Sierra Santa Catarina y que permitió el diseño de un espacio que infiltraba el líquido de manera natural, ahora es conocido como Utopía Hídrica Atzintli; la recuperación del Parque Bicentenario, en Ecatepec, en el que se diseñaron terrazas de concreto rellenadas de tezontle para retener agua y permitir que se liberara paulatinamente y se infiltrara; además de la recuperación del Centro Histórico de San Lucas Xolox, en Tecámac, Estado de México.
Complejidades y retos para el acceso al agua en contextos indígenas
En su participación, Enrique Lomnitz, fundador de Isla Urbana, iniciativa que reúne a una serie de especialistas dedicados a demostrar la viabilidad de la captación de lluvia en México, comentó que el tema del agua está tomando mucho protagonismo, pero, en comunidades rurales predominantemente indígenas del país, la carencia del líquido se sufre más, lo que puede observarse en comunidades como la Sierra Wixárika, donde las dificultades son exageradas.
Expuso que Mezquitic es uno de los municipios de mayor marginación de México, con el más bajo índice de salud del país. Recordó que, entre el año 2010 y 2020, la zona Wixárika tuvo un aumento en rezago social del 55% y el 53% de las viviendas dependen exclusivamente del acarreo para tener agua, porque no tienen el servicio debido a la topografía, a un paisaje accidentado que impide que se instalen líneas de tuberías. “Otro factor es la dispersión poblacional, hay 40 mil personas en toda la zona Wixárika y son varias localidades con menos de 500 habitantes. A los anteriores, se suma la marginación económica”.
El también ingeniero industrial sustentable compartió que, en 2010, fundaron el proyecto Ha ta tukari que significa “Agua a nuestra vida”, que buscó construir cobertura de agua en la Sierra Wixárika. “Comenzamos poniendo sistemas de captación de lluvia, y aunque funcionaron muy bien, nos dimos cuenta de que era difícil cooperar en la Sierra con las diferencias culturales que existen, parece otro país, con su propia lengua y tradiciones”.
La iniciativa, realizada en colaboración con la organización ConcentrArte, permitió que también se trabajaran temas de educación y de sensibilización con niños, construyendo hábitos de higiene y apropiación del sistema de captación de lluvia. “Esto ayudó para que pudiéramos realmente colaborar y no llegar a imponer el sistema, ya con la confianza, nos solicitaban ir a trabajar a las comunidades. En 2021, formamos el equipo intercultural Wixárika, un grupo de jóvenes de las comunidades en las que estábamos trabajando se unieron como empleados de la organización de tiempo completo y se empezaron a capacitar para realizar el proyecto. Ha ta tukari actualmente es un proyecto de formación de capacidades y de apoyo a jóvenes para que puedan construir estas infraestructuras de agua”.
El conocimiento ancestral y las tecnologías modernas
Por su parte, Raúl Hernández Garciadiego, cocreador del proyecto Agua para Siempre, hizo referencia al conocimiento ancestral y a su relación con las tecnologías modernas en el cuidado de este líquido. Aseguró que “en nuestro diagnóstico, encontramos que la falta de alimentos, de ingresos, de pobreza, así como las carencias familiares de educación, higiene y nutrición tenían como problema eje, donde giran todos los demás, la falta de agua”.
Compartió que Agua para Siempre propuso, en la región Mixteca-popoloca, en Puebla, el ciclo virtuoso de la regeneración hidroecológica, “invertimos en obras de regeneración ecológicas que generaran nuevos empleos, que se convirtieran en una derrama económica, que lograran retener el agua en el suelo, y así buscamos conservar los cauces limpios para tener agua limpia. Con esto vamos a enriquecer los recursos naturales, vamos a poder producir más alimentos y vamos a poder tener más dinero para seguir trabajando”.
Hernández Garciadiego enfatizó que la ingeniería actual no es sostenible, en cambio los sistemas de manejo de suelo, agua y vegetación ancestrales prehispánicos sí lo son. Como prueba está la presa de Purrón, en el sur del estado de Puebla, que operó durante más de 1900 años. “Una sociedad más justa y equitativa es posible, porque la estamos construyendo”, concluyó el experto.
Fuente: El Colegio Nacional