¿Queremos la gasolina barata?
Jesús Antonio del Río Portilla
Una de las promesas de campaña de López Obrador con la que no estuve de acuerdo era su dicho de que las gasolinas serían más baratas, que no habría gasolinazos. No necesitamos cosas baratas, lo que es verdaderamente importante es alcanzar bienestar social.
El bienestar social no solo considera los aspectos económicos, sino que incluye la salud tanto física como mental para cualquier persona en cualquier momento de su vida y, por supuesto, el esparcimiento y la plenitud de sus manifestaciones culturales, entre otros aspectos.
Desde mi perspectiva, la frase de primero los pobres apunta hacia el bienestar social, pero lamentablemente en este gobierno no ha sido de esta manera. A pesar de los dichos, la gasolina no es más barata que en 2018 y sin anunciarlos hay aumentos en su precio, la atención en salud a las personas ha bajado en términos reales. Los servicios que merecemos han disminuido en calidad.
Los médicos y personal de salud han enfatizado estas pérdidas que estamos sufriendo la población en general, pero más sufren los que menos tienen.
En cuanto a las áreas en las que desarrollo mi profesión, están aspectos de energía, transporte y generación de conocimiento. Uno de los servicios que nos afecta a muchas personas y que emite gases dañinos para las personas y nuestro entorno natural es el transporte. Este sector de transporte presenta grandes retos en muchas partes del país y el mismo Andrés Manuel López Obrador ha intentado resolverlos con segundos pisos, en lugar de promover un transporte público de calidad que alimente a la movilidad no motorizada.
En el mundo, las diferentes sociedades han instrumentado en muy diversas formas estrategias de movilidad urbana y considero importante rescatar las que he vivido por algún tiempo y considero es urgente que retomemos algunas de ellas para implantarlas en nuestras ciudades.
Durante más de seis meses he estado desarrollando actividades académicas en la ciudad de Londres, donde utilizo diariamente el transporte público, ya sea el metro o el servicio de autobuses, y termino mi desplazamiento caminando. Primero quiero enfatizar que mi salud ha mejorado y que las caminatas y el desplazamiento en el metro o autobús me han permitido escuchar pódcast con lo que estoy informado de lo que sucede en muy diferentes ámbitos y lugares en el mundo incrementando la información que consumo. Los aspectos de la implementación de este complejísimo sistema de transporte son de lo más relevante en cuanto aprendizaje para nuestras sociedades.
Es fundamental comprender que en este texto no tengo espacio para detallar las complejas interacciones, pero intentaré resumir y resaltar lo que considero relevante.
Primero, el sistema está a cargo de un organismo gubernamental creado por ley. El TfL (Transportation for London) es una organización fundada por un organismo gubernamental que tiene un poder ejecutivo y consejo electo que revisas las actividades del Ejecutivo, muy parecido a los municipios donde hay presidencia municipal y cabildo. Aunque no parezc,a el TfL se creó en el año 2000 y engloba a diferentes organismos, desde el metro, los autobuses, los trenes, transporte en el río, las principales avenidas y hasta el aprovisionamiento de bicicletas para el transporte no motorizado.
Su objetivo es proveer el servicio de transporte a toda la población de la Gran Londres. Todos estos servicios se brindan a la población mediante una mezcla de empresas gubernamentales, empresas privadas concesionarias y licencias de servicio. Esta mezcla es interesante, ya que envuelve una diversidad de opciones que también están presentes en nuestras ciudades, sean estas grandes, medianas o pequeñas. TfL se organiza en dos “direcciones”, una encargada del transporte masivo, digamos: metro y trenes, y la otra de transporte de superficie donde encontramos divisiones que se encargan de los autobuses, otra de los taxis, otra de las bicicletas, etc., una situación similar a la de nuestras ciudades, pero lo más pertinente es que entrega cuentas al consejo electo, quién revisa que el transporte esté funcionando y brinde servicio a la población.
Este consejo define las cualidades de cada servicio, independientemente de quién, empresa o persona, preste el servicio. Es común ver autobuses de diferentes compañías brindando servicio en las calles de Londres, aunque todos los autobuses parecen iguales, rojos e híbridos en muchos casos. Este consejo tiene dentro de sus atribuciones valorar la calidad de los servicios, el costo y tarifas del transporte mismo, la posibilidad de dar descuentos a quién lo necesite o la comercialización de los anuncios en el sistema completo del transporte. También tiene la característica de planear a largo plazo el sistema. Hoy tiene la encomienda de construir super-ciclopistas, por ejemplo.
En muchas ciudades del Reino Unido y de Europa se han implantado este tipo de organismos.
En mi opinión, el TFL se asemeja a lo que llamaría un sistema ciudadano vigilante del servicio de transporte. Por supuesto, también tiene sus deficiencias, como las que ha señalado la Unión de trabajadores del TfL.
Desde mi perspectiva, los gobiernos municipales podrían empezar a construir este tipo de organismos con vigilancia ciudadana que los acompañarían en la toma de decisiones, disminuyendo las presiones de diferentes sectores políticos y económicos, que conduzcan a un sistema de transporte sustentable.
El transporte sustentable es lo que debemos perseguir, la gasolina barata no basta.
Fuente: Fuente: delrioantonio.blogspot.com