Pasteur, guía y estímulo en la tarea de conquistar enfermedades infecciosas: Adolfo Martínez Palomo
Repasar cómo se creó la primera vacuna contra un virus en la historia de la salud pública es particularmente importante en estos días en los que esperamos la vacuna contra el SARS-CoV-2, dijo el médico parasitólogo
¿Cómo le hizo Louis Pasteur para inventar la primera vacuna contra un virus? ¿Cómo la probó en más de mil personas con excelentes resultados? Estas fueron algunas preguntas que planteó Adolfo Martínez Palomo, integrante de El Colegio Nacional, al presentar la conferencia La vacuna antirrábica. Pasteur ¿héroe o impostor? tercera y última del ciclo Pasteur: el juicio de la historia. Conmemoración del centenario de Pasteur. El estreno en línea de esta sesión realizada originalmente el de diciembre de 1995, abrió la oportunidad de analizar lo dicho hace 25 años por el parasitólogo y académico mexicano en el contexto actual.
Este material en video, pertenece a los acervos bajo el resguardo del Centro de Documentación de esta institución y formó parte del ciclo Memorias de El Colegio Nacional. Antología.
“El tema es particularmente importante en estos días que todos estamos angustiados esperando que se desarrolle la vacuna (contra el SARS-CoV-2) y decenas de laboratorios están tratando de desarrollarla. No está mal que repasemos cómo la primera vacuna contra un virus en la historia de la salud pública y de la medicina pudo crearse gracias al genio de Louis Pasteur”, introdujo Martínez Palomo.
El colegiado presentó una relación de los hechos pormenorizada y el primer relato de tipo temporal consistió en cómo se fue desarrollando la experimentación en humanos para probar la eficacia de la vacuna antirrábica.
La rabia es una enfermedad vírica infecciosa considerada mortal una vez que aparecen los síntomas clínicos. El 10 de agosto de 1884, Pasteur presentó en Dinamarca una conferencia sobre sus avances en el conocimiento de este mal que tuvo a los perros como fuente de infección, en la sesión manifestó su esperanza de encontrar un antídoto. Para lograrlo centró sus trabajos de investigación en la búsqueda del organismo responsable de la enfermedad y tuvo de 130 a 140 perros de experimentación.
El 3 de mayo 1885, diez años antes de su muerte, el bacteriólogo francés aplicó una dosis de su vacuna antirrábica a un hombre adulto de nombre Girard, en el hospital Necker de París, el primer ser humano en la historia en recibir la inoculación del científico, pero la burocracia médica de la época le impidió completar su esquema de vacunación.
Martínez Palomo citó las palabras de Pasteur en las que reconoció que el punto en el que estaban sus investigaciones hasta esa fecha no le permitía experimentar en el hombre, la prudencia le aconsejaba esperar en tanto se perfeccionaban los métodos; sin embargo, manifestó su disposición a emplear la vacuna en casos desesperados.
El 22 de junio de 1885 la niña Julia Antonieta Poughon llegó al Hospital Saint Denis de Francia con intenso dolor de cabeza, un mes después de haber sido mordida por su perro. Un médico le aplicó en dos ocasiones la vacuna proporcionada por el fundador de la microbiología, pero la niña falleció al día siguiente.
El 6 de julio del mismo año el químico demostró por primera vez la efectividad de su vacuna en un niño mordido 14 veces por un perro rabioso, el paciente Joseph Meister, sobrevivió.
El 20 de octubre de 1885 inició Pasteur el segundo tratamiento exitoso, el del niño Juan Bautista Jupille, pastor de 15 años, quien sufrió numerosas mordeduras en las manos. La vacuna lo salvó de la muerte. Para diciembre de ese año sumaban 80 los pacientes que habían recibido la inyección en el Laboratorio de Química Biológica del bacteriólogo francés y para agosto de 1886 eran mil 235 los pacientes tratados en París, de los cuales sólo tres murieron.
A pesar de lo anterior, el historiador estadounidense Gerald L. Geison acusó a Pasteur de no tener prueba experimental para iniciar su vacuna en humanos en su libro The private science of Luis Pasteur. “Ustedes pueden juzgar si Pasteur actuaba adecuadamente o no”, comentó Martínez Palomo, “los desesperados intentos del químico por salvar la vida de los dos primeros niños no violaron ninguna norma ética. Antes de probar su proyecto en humanos, ya había hecho experimentos con cientos de animales durante casi cinco años”, agregó.
El proceso de crear una vacuna antirrábica
Parte de los instrumentos que utilizó Pasteur para sus experimentos fueron tijeras y bisturí con los que hacía perforaciones en el cráneo a los conejos o perros de su laboratorio. De acuerdo con Martínez Palomo, el instrumento clave para encontrar la vacuna contra la rabia fue un frasco con dos salidas cubiertas con algodón esterilizado, el cual contenía en la parte inferior un agente desecante, como potasa, y en la parte superior la médula espinal disecada de un conejo que había muerto de rabia.
“Lo que hacía Pasteur era cortar trocitos de esta médula y diluirlos en un caldo de cultivo estéril. Su vacuna atenuada era una médula vieja desecada de muchos días y a medida que avanzaba el esquema médico iba inoculando una médula cada vez más fresca para terminar el último día con una médula de un conejo que se acababa de morir de rabia. Es decir, lo que inyectaba como tratamiento era médula con virus de la rabia. Descubrió que las médulas de conejos infectadas puestas en frascos con aire filtrado y seco producían inmunidad”, señaló el colegiado.
Agregó que la vacuna antirrábica, que se administró desde el primer paciente en el abdomen, fue el asunto que ocupó más tiempo y en el que puso más empeño Pasteur. Fue el tema que lo llevó a la cumbre de la fama y también el que lo puso frente a la crítica. “Nadie avanzó tanto en el conocimiento de esta enfermedad y nadie acumuló tanta experiencia en la producción experimental de animales refractarios a la infección como Pasteur”.
“Yo creo que la fama de Pasteur como uno de los mayores héroes de la ciencia continúa, su ejemplo sigue siendo guía y estímulo en la tarea nunca acabada de conquistar las enfermedades infecciosas”, concluyó.
Fuente: El Colegio Nacional