Nuestro “Yo superior”
Oscar Manuel Rodríguez Ochoa
Una mirada al espacio
Nuestro hogar, la fuente original, como máxima entidad consciente, crea infinitamente todo de aquello que percibimos dentro y fuera de lo que nos constituye como seres espirituales, cósmicos y universales. Siendo fractales de la divina presencia, llevamos la misma esencia que guarda. Es así que luego a partir de ella experimentamos las vivencias en el macroverso, que por nuestro libre albedrío como almas viajeras, nos situamos en los lugares que así determinamos, llámese estos soles, planetas, estrellas, cuerpos celestes, etcétera, para cultivar nuestro propio desarrollo álmico.
En ese infinito recorrido sideral experimentamos las diversas frecuencias y vibraciones dentro de nuestro vehículo cuántico y transitivo llamado “Merkaba”. La luminosidad que integra nuestro ser perdura por siempre y se conduce dentro de su multidimensionalidad en los diversos planos vibratorios como parte de su historial cósmico.
Cuando se integra a los cuerpos físicos, etéricos, emocionales, dentro de su proceso, vivencia las etapas que dentro de su plan perfecto hacen de su existencia un alma expansiva, única y eterna. Es así que las múltiples experiencias nos sitúan como almas en un camino de ascensión universal. Cada ser lleva una ruta trazada tanto en su conexión energética hacia sí mismo, como en su conexión con el todo universal. Al final una y otra conexión es parte de una misma.
En nuestra magna experiencia como entidades, hemos decidido bajar a esta tercera dimensión dentro del planeta gaia a vivir la dualidad como experiencia de aprender y de enseñar mediante el único propósito, apoyar al planeta en un acto de amor y luz.
En nuestro paso transitorio partiendo de la fuente (dios, el absoluto) pasamos por los soles de sus respectivos universos hasta llegar a este planeta, eligiendo su adaptación al cuerpo físico. Es así que dentro de nuestro plan de existencia acordamos cuál es el lugar donde vamos a vivir, los padres que tendremos, las experiencias que deseamos tener, entre otras vivencias.
Cuando el alma llega al proceso de gestación de la madre, se ubica en la zona externa del producto en formación en la ruta de preparación al alumbramiento. Es justo en el instante que el niño nace, cuando el alma esférica tiene un desdoblamiento y se divide en dos, dentro de una mitosis perfecta en la que el “Yo superior” queda fuera del cuerpo del niño y el “Yo interior ” entra al nuevo ser.
Es así que en el instante que el alma interna ingresa lo hace por el glúteo izquierdo del bebé, en un proceso de incorporación del cuerpo álmico al cuerpo físico. Sin embargo, la esfera luminosa que el alma es en esencia persiste y se mantiene en un lugar específico del cuerpo álmico, por lo general entre el sector superior de la espalda y la nuca.
Nuestro doble cuántico o “Yo superior” estando fuera de nuestros cuerpos se encuentra en un elevado nivel de conciencia y frecuencia vibratoria. Debemos comprender que todos podemos hacer comunicación con él, ya que finalmente es reflejo de nosotros. Como nuestra alma que se encuentra en estrecho vínculo con el ser interno nos escucha, ve y siente de forma permanente. Del mismo modo tenemos la facultad de conectarnos a su energía, como parte de nuestra experiencia cósmica.
Así al consultarle lo que deseemos, inmediatamente nos responde. Una forma es mediante la meditación profunda, desconectándonos en lo absoluto de la mente y respirando a fondo para elevar nuestra vibración en estado de total relajación. También existe un instrumento denominado “péndulo” mediante el cual nos puede transmitir contestaciones afirmativas o negativas a lo que le cuestionemos, otra herraienta es la llamada “Varita de Zahori”.
A través de nuestro “Yo supeior” podemos entrar en canalizaciones, viajes astrales e hipnosis. La expansión de nuestra intuición se logra con la apertura de nuestra glándula pineal o tercer ojo como una vía para estrechar nuestra comunicación con el doble cuántico, sobre todo en el trayecto de ascensión planetaria en que la humanidad está elevando sus niveles de conciencia y vibración en el despertar de sus facultades.
La quinta dimensión nos encamina al enlace holístico de nuestras almas, donde todo lo que somos cuánticamente lo integramos de manera consiente a nuestra realidad presente, comenzando por la integración de nuestros “Yoes” (Yo pasado, Yo futuro, Yo multidimrensional, Yo diminuto, etcétera.) a nuestro estado consciente- subconsciente.
Tener presente que todo es materia, energía y vibración, abre nuestra percepción y nos empodera desde el amor a lo que somos como esencias de la fuente dentro de la infinita luz que poseemos y la cual nos conduce a transitar en el cosmos dentro de un sendero interminable.