“La función que cumplen los vestigios como índices activos del pasado es bien conocida en Mesoamérica. Por siglos las estructuras construidas fueron rehusadas, resignificadas, en particular, como instrumento de legitimación política y religiosa”: Valentina Vapnarsky
Los vínculos que los mayas yucatecos del presente tienen con su pasado y la diversidad de sitios y temporalidades que los representan, fueron el hilo conductor de la conferencia Ruinas vivas: moradas de espíritus y de tiempos entre los mayas yucatecos de hoy, impartida por Valentina Vapnarsky, directora de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia.
La sesión formó parte del ciclo La arqueología hoy, coordinado por Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional, y se llevó a cabo el 27 de mayo en la sede de la institución, además de transmitirse en vivo por sus plataformas digitales. Al tomar la palabra, la docente de antropología lingüística de la Universidad Nanterre de París comentó que el título de la conferencia enfatiza el hecho de que muchas sociedades amerindias viven con estos vestigios y al carácter viviente que se les otorga.
Sostuvo que una de las cuestiones a entender es la noción de vida de estos vestigios para las sociedades mesoamericanas: “La función que cumplen los vestigios como índices activos del pasado es bien conocida en Mesoamérica, donde se tienen muchos testimonios de que por siglos las estructuras construidas fueron reusadas, resignificadas, en particular, como instrumento de legitimación política y religiosa”.
Agregó que los reúsos de los vestigios implicaron reacciones relacionadas con la arquitectura o con los rituales, como en el caso del Templo Mayor, pero también Copán, en Honduras o San Bartolo, en Guatemala, edificios en donde se sobreponen estructuras pasadas.
“Las ruinas como lugares de vida antigua han estado en el centro de la política y la religión mesoamericana desde la época prehispánica, ya sea distintiva o acumulativamente, como huella de tiempos remotos, condiciones del porvenir, umbrales hacia mundos ocultos o índices de ámbitos salvajes del espacio urbano”, puntualizó la experta.
Aseguró que su investigación explora tres aspectos. El primero atañe a las propiedades específicas que se atribuyen a los vestigios en diferentes sociedades de Mesoamérica, propiedades que se relacionan con su potencial de memorizar y con lo que se considera su fuerza vital de las cosmogonías espirituales asociadas a los vestigios.
El segundo busca detenerse en lo que significan los vestigios para quienes viven en su cercanía: “nos incitan a cuestionar los diversos regímenes de historicidad y conceptualización del pasado que existen en una sociedad, y en su conexión con formas discursivas, materiales, experienciales, interaccionales y con el universo de objetos y entidades”.
El tercer aspecto se basa en el estudio en profundidad de las construcciones locales relacionadas a los vestigios, lo cual juzgó crucial debido a que las huellas del pasado forman parte, cada vez más, de los programas de apropiación del patrimonio. En esta relación con el patrimonio, “las sociedades amerindias se encuentran involucradas; los empresarios, los encargados y los mayas concuerdan en dar valor de importancia a las ruinas”.
La experta se refirió a los mayas peninsulares actuales, en particular, de los de la región oriental de Quintana Roo, descendientes de los mayas máasewal y a su relación con los vestigios de piedra que marcan su espacio cotidiano y no tan cotidiano: “Los vestigios funcionan como catalizadores espaciales materiales de la historicidad maya y lo hacen contrastando ámbitos de inscripción temporal distintos, el de la regeneración, por un lado, y el de la latencia, por el otro”.
Expuso que esta catálisis histórica opera mediante la puesta en escena de un conjunto de entidades espirituales o antiguas que personifican las diferentes relaciones temporales, ya sea experimentales o narrativas, con los mayas: “Los vestigios entretejen una cosmología terrestre que, bajo la apariencia de permanencia, hacen coexistir múltiples temporalidades, se trata registros memoriales mayas que desafían las categorizaciones lingüísticas locales, exceden los relatos del pasado y están intrínsecamente atados a las ruinas vivas”.
En relación a la espiritualización, Valentina Vapnarsky explicó que tanto para los difuntos recientes como para los yuuutsilo´ob, espíritus guardianes mayas, las casas cumplen un papel central: “Los difuntos que se recuerdan entretejen un lazo fuerte con su casa o por extensión la de sus descendientes y vuelven regularmente en el Día de Muertos para recibir sus ofrendas. Incluso el cementerio, donde por obligación legal deben ser enterrados, se concibe como una extensión del hogar”.
Agregó que los adornos de cemento que se volvieron populares en ciertos panteones de Yucatán resumen perfectamente estas funciones: tumba, casa, pirámide: “Los constructores de los vestigios remiten para los mismos mayas a tiempos mucho más alejados”.
En palabras de la especialista, la relación con el patrimonio en esta zona maya actualmente no ha tenido una reformulación ancestral del vínculo con los vestigios: “Estos espacios son mucho más que índices o huellas del pasado, catalizan los sucesos y las relaciones políticas proyectándolos en el antes y el después del tiempo largo y cíclico donde se inserta la humanidad actual”.
“Desde la perspectiva maya, es este marco multitemporal complejo, donde se articulan diferentes formas de ruptura y alejamientos, el que finalmente hace de las piedras ruinas significativas, ruinas vivas”, finalizó.
Fuente: El Colegio Nacional