Los perros son los animales vertebrados más abundantes en el contexto arqueológico mesoamericano: Raúl Valadez Azúa
De acuerdo con la arqueóloga Claudia María López, “la cerámica representa una de las primeras actividades del ser humano que refleja al grupo cultural que la diseñó, realizó y utilizó. Así como sus necesidades físicas, sociales y espirituales”
“Los perros son los animales vertebrados más abundantes en el contexto arqueológico mesoamericano, los tenemos en todos los lugares, bajo todos los esquemas posibles, difícilmente he podido ver algún esquema utilitario o ritual donde no estén involucrados”, sostuvo Raúl Valadez Azúa, titular del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, al iniciar la segunda parte del simposio virtual interdisciplinario ¿Qué pasó después del colapso de Teotihuacan?, coordinado por la Linda Rosa Manzanilla Naim, miembro de El Colegio Nacional.
Al impartir la ponencia Los cánidos en las ocupaciones post-teotihuacanas, el etnobiólogo con especialidad en fauna prehispánica aseguró que, dentro de la ciudad de Teotihuacan, cuyo periodo de vida abarcó del Siglo I a.C. al VII d. C., los perros ocuparon un espacio urbano con más de 150 mil habitantes humanos, sirviendo como compañeros, mascotas o animales que serían sacrificados. “Hablamos de una sociedad teotihuacana donde los perros estaban perfectamente incluidos y, además, tenían un esquema de aprovechamiento y manejo determinado”.
Entre las especies de cánidos que existieron en la región se encontraron los perros comunes, presentes en todo contexto; los de patas cortas, ligados a actividades rituales y funerarias de la élite intermedia; el híbrido de coyote y perro, también ligado a esas manifestaciones; y el híbrido de lobo y perro, empleado como animal de sacrificio en los grandes eventos religiosos. “Con los estudios de los túneles al este de la pirámide del Sol, explorados por Linda Rosa Manzanilla, se pudo reconocer la existencia de poco más de 430 cánidos, entre el perro común, el Xoloitzcuintle y el híbrido de lobo y perro, los registros más tempranos y únicos reconocidos para el Valle de Teotihuacán y centro de México”.
De acuerdo con el experto, en el periodo Coyotlatelco, que abarcó del Siglo VII al IX d. C., se encontró la mayor cantidad de restos de perros, sobre todo, colocados en entierros. Por ejemplo, el caso más interesante se dio en la entrada de la cueva del Pirul, donde se encontró una pareja de perros aparentemente colocados como guardianes del espacio. “Además de la abundancia de estos animales en prácticas funerarias, también tenemos muchos materiales que hablan sobre su destazamiento y cocimiento, no como alimento diario, sino para cubrir una acción específica”.
Agregó que, en la fase Mazapa, del Siglo IX al XII d.C. la cantidad de cánidos localizados en el subterráneo disminuyó, y estos animales estuvieron asociados con las ofrendas en los ciclos agrícolas y ciclos de la lluvia. “En este periodo se encontró la mayor cantidad de casos de restos de perros que fueron transformados en herramientas. Para la fase azteca, del Siglo XII al XVI d. C., la presencia de estos animales disminuyó aún más, aquí se encontraron restos de perros que fueron separados del cráneo para servir posiblemente como máscaras o parte de la vestimenta para determinados ritos”.
Valadez Azúa puntualizó que la recreación de descubrimientos como la especie del híbrido de lobo y perro han tenido un impacto notable, tanto en el estudio de nuevos ejemplares, descubiertos en la zona de Mesoamérica, como en el proyecto de la canofilia mexicana, dirigido por Ricardo Forastieri. Este veterinario creó una raza de cánido genuinamente mexicana, derivada de la cruza de perros y lobos, conocida como Calupoh.
En esta segunda parte del simposio virtual interdisciplinario ¿Qué pasó después del colapso de Teotihuacan? se mostraron los resultados de la investigación realizada en la década de los noventa y dirigida por la arqueóloga Linda Rosa Manzanilla, que tuvo como uno de sus objetivos recrear la vida post-teotihuacana, a través del estudio de los túneles denominados: la Basura, el Camino, el Pirul y Varillas, ubicados al este de la pirámide del Sol. La sesión contó con la participación de los especialistas Raúl Valadez Azúa, Marcela Zapata Mesa, Claudia María López Pérez, Natalia Moragas Segura y Laura Solar Valverde.
Al tomar la palabra, la arqueóloga Marcela Zapata Mesa respondió a la pregunta ¿Cómo cambió la producción lítica después del colapso de la gran urbe? Describió que los estudios realizados en las cuevas de las Varillas y del Pirul, arrojaron que la producción y uso de lítica tallada, después del colapso de Teotihuacan, respondió a necesidades domésticas y familiares, “no existía una especialización artesanal ni comercio con el tallado lítico en el periodo posclásico como sí lo hubo para el clásico”.
La Investigadora de la Universidad Anáhuac México, que dirige el proyecto arqueológico Magdala, enfatizó que, “Tenemos navajillas de primera, segunda y tercera serie bastante bien logradas. En la cámara 4 de la cueva del Pirul, se encontró un fogón con restos de huesos humanos rodeados por navajas y un cuchillo, que posiblemente fueron utilizados para el consumo de carne humana”.
Agregó que predominó el uso de la obsidiana gris en la producción de objetos como bifaciales, es decir, cuchillos, navajas de percusión y navajillas, así como perforadores y raspadores. “Se registraron cuatro talleres de producción lítica, tres en la cueva del Pirul y uno, en la de Varillas, pero se estima que la elaboración de herramientas fue a escala y con menor especialización artesanal, a diferencia del clásico teotihuacano. Además, fue notoria la reutilización y uso de la lítica, sobre todo, en la elaboración de herramientas, lo que se debió a la obtención de la materia prima. Su especialización fue de uso doméstico y familiar”.
¿Cómo se transformó la manufactura de cerámica en el Epiclásico?
Claudia María López Pérez, investigadora de la zona arqueológica de Teotihuacan, expuso la ponencia ¿Cómo se transformó la manufactura de cerámica en el Epiclásico? Puntualizó que el trabajo extensivo que se hizo por más de 10 años, en los túneles ubicados atrás de la pirámide del Sol, dio como resultado el conocimiento de toda la dinámica social que se generó después de la caída de Teotihuacan. “Con el análisis detallado de toda la cerámica, se logró identificar y conformar toda una ocupación continua del periodo Epiclásico hasta el Posclásico tardío, se logró recrear el complejo Coyotlatelco, Mazapa y Azteca”.
La arqueóloga definió a la cerámica como una de las primeras actividades del ser humano capaz de reflejar al grupo cultural que la diseñó, realizó y utilizó. “Refleja las necesidades físicas, sociales y espirituales de los individuos. Teotihuacan es un claro ejemplo de la abundancia de la cerámica, representa la ciudad prehispánica de mayor importancia en el México antiguo y su cultura se expresa en el estilo arquitectónico, sus murales y sus piezas de diversos materiales”.
En palabras de la experta en cerámica, los floreros, candeleros, anafres, vasos y los decorados únicos en su estilo, fueron los principales objetos de este complejo. “A la fecha, el complejo cerámico teotihuacano se divide en ocho grupos de manufactura local, ollas, cazuelas, cajetes, platones, platones con decoraciones rojo sobre natural, así como sus incensarios tipo teatro, vasos estucados y vasos con decoración, que están presentes durante la ciudad. Además, hay presencia de ocho grupos foráneos provenientes de puebla, Oaxaca, Michoacán, costa del Golfo y área maya”.
Detalló que, después del incendió de Teotihuacán, comenzó a surgir el complejo cerámico Coyotlatelco, que contó con un estilo diferente, aunque algunos diseños tuvieron reminiscencias teotihuacanas como los cajetes curvos divergentes decorados con la flor de cuatro pétalos. “La nueva decoración que se dio fue el blanco. Los grupos cerámicos fueron más cortos en este periodo y su variedad está conformada por vajillas de servicio, rituales, domésticas y con diferentes formas. La producción cerámica disminuyó drásticamente y fue a menor escala”.
Recordó que fue la doctora Linda Rosa Manzanilla, quien definió al Epiclásico como un periodo de cambios demográficos, de transformaciones en los estilos de vida, de las estrategias de aprovechamiento de recursos y del patrón de asentamientos.
Por su parte, Natalia Moragas Segura, profesora asociada del Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona, comentó que el proceso de abandono de la ciudad fue progresivo, rápido y con diferentes velocidades en la historia clásica de la región. Y enfatizó que, en el estudio de la sociedad Coyotlatelca o Mazapa dentro de un escenario en descomposición, se observaron dinámicas distintas y una resignificación política y simbólica, que permitió la remodelación del espacio interno, así como la gestión y control de los recintos arquitectónicos.
En palabras de la especialista, con los proyectos de la doctora Rosa Manzanilla, se ha avanzado mucho en la resignificación de un espacio tan simbólico como fue la pirámide del Sol para la época clásica y más allá de esta época. “Sería muy interesante a futuro poder trabajar en Teotihuacan desde una perspectiva más horizonal para intentar ver cómo funcionan las coherencias y discrepancias con el registro”. Lo anterior es importante incluso en la actualidad, “porque con la pandemia estas temáticas se están poniendo de nuevo sobre la mesa, el tema del abandono de las ciudades cuando no hay un mantenimiento cotidiano y la crisis de la gestión de lo urbano”.
Explicó que el proceso de derrumbe y abandono de las ciudades es prolongado a lo largo del tiempo y se puede sacar muchísima más información de los documentos históricos. “Para entender el pasado de Teotihuacan a nivel más físico, situamos las descripciones de ruinas abandonadas y visibilizamos el espacio para intentar entender este proceso de la ruptura de lo que era la sociedad clásica y los procesos de adaptación de las poblaciones post-teotihuacanas”, enfatizó Moragas Segura.
En su participación, Laura Solar Valverde, investigadora del Centro INAH-Zacatecas, expresó que la movilidad social es un fenómeno intrínseco del ser humano, pero los desplazamientos masivos son eventos excepcionales, como fue el caso de los más de cien mil teotihuacanos que tuvieron que salir de la ciudad después del incendio de su región.
Enfatizó que un elemento importante a considerar para el estudio de las sociedades del pasado es que la cultura material no equivale a grupos humanos o etnias, sino que se relaciona con los contextos políticos, económicos e ideológicos de cada época y con la posición relativa de cada lugar en ese escenario. “El reflejo de un proceso histórico en la cultura material muchas veces ocurre tiempo después de su gestación”, concluyó la especialista.
Fuente: El Colegio Nacional