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Los muebles y la arquitectura son eternos acompañantes del ser humano: Felipe Leal

Algunas piezas de mobiliario se han vuelto icónicas, en México está el butaque de Clara Porset, señaló Mallet

Desde la antigüedad, el mueble siempre ha sido un acompañante del ser humano que ha tenido gran peso en el desarrollo de las viviendas en muchas épocas brindando comodidad y confort. “Más allá de los espacios interiores, la voluntad para vivir mejor en ella ha llevado a crear toda una familia de muebles que reconocemos como mobiliario urbano”, dijo el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional, al coordinar la mesa “Arquitectura y mobiliario”, que formó parte del ciclo La arquitectura y las artes.

En la conferencia, que se realizó en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, participó la especialista en diseño Ana Elena Mallet y los diseñadores Héctor Esrawe y Rodrigo Vázquez.

El arquitecto identificó en el modernismo la etapa que, de manera contundente, vinculó a la arquitectura con el mobiliario. “Cuando hablamos de esta fusión entre arquitectura y mobiliario, el movimiento moderno fue contundente. En la primera mitad del siglo XX, los diseñadores trabajaron con grupos como la Sesión de Viena, el Viener Werkstätte de Stihl y la reconocida Bauhaus”.

Paralelamente, dijo, los modernistas cuestionaron cómo vivir, y hacerlo con mayor confort se convirtió en una preocupación de la sociedad. “Un momento importante de este proceso se produjo en 1927, cuando se llevó a cabo, bajo la dirección de Mies van der Rohe, la exposición la Weissenhofsiedlung de Stuttgart, la construcción de una colonia de viviendas, que, precisamente, quiere dar la respuesta a la pregunta: ¿cómo vivir?”.

Elementos, como la cocina integral aparecieron por primera vez ahí y fueron reproducidos en México. “La cocina integral ya no es el mueble de la estufa, de alguna heladera, de algunos gabinetes, sino que ya se integra el fregadero, la estufa, los diferentes muebles, lo que conocimos durante muchos años como cocinas integrales y muebles adosados a los muros, muebles ya integrados, muebles-muro, donde se integran una serie de funciones”.

A partir de entonces, mobiliario y arquitectura ya no podrán quedar desvinculados: “En ese conjunto de vivienda en Alemania la idea, justamente, es esta integración, donde la arquitectura no está desvinculada del mobiliario, ahí viene con todo, desde los barandales, la silla, las mesas, los libreros, la altura, la altura del librero con la altura del murete, esto lo podemos observar en muchas obras de arquitectura en México, la casa de Max Cetto del Pedregal lo tiene exactamente de esa forma”.

A la par de cumplir con las necesidades de funcionalidad y confort, “aparecen muchos muebles que son icónicos y hoy los vemos reproducidos, siguen teniendo una enorme vigencia, escultores, artistas, arquitectos, diseñadores van presentando una nueva forma de poder ir hasta retando la estabilidad, la física, los materiales, que ya son más industrializados”, señaló Leal.

Un caso particular en México de mobiliario icónico fue expuesto por la especialista en diseño mexicano, Ana Elena Mallet. La curadora señaló que el butaque es la pieza “más emblemática” de Clara Porset (mexicana, nacida en Cuba), “reflejo de la idiosincrasia de los países del sur conforme a las condiciones climáticas, climatológicas y culturales. Este asiento, bajo y curvo, releído desde los ojos de Porset fue utilizado por destacados arquitectos de la modernidad mexicana para armonizar sus interiores”.

“Porset se percató que la curva continua que integra el asiento y el respaldo es un elemento central del diseño, el cual, sí está mal trazado afecta a la comodidad y la facilidad de uso; experimentó con variantes de las dimensiones de la estructura y sustituyó el material del asiento, hizo pruebas con una gran variedad de tejidos de distintas fibras. A lo largo de los años se concentró en el análisis ergonómico de la estructura del butaque para modificarlo con lo que logró diversas proporciones, acabados distintos y un interesante proceso formal”, explicó.

La proyección del butaque, sin embargo, obedeció a la filosofía de Clara Porset sobre el diseño: “Luego de analizar el butaque rural y sus distintos usos, acorde al contexto, Porset hizo ajustes ergonómicos y adaptó las dimensiones del asiento tradicional a estos nuevos ideales modernos de confort y belleza”.

Pero su visión iba más allá: “En 1953, en el número 16 de la revista Espacios, en un texto titulado ‘El diseño viviente, una expresión propia en el mueble’, Porset afirma que el diseño debe de ser una disciplina orgánica que vive en el momento y que se transforme constantemente. Para la diseñadora, el diseño de muebles lleva implícito, como el arquitectónico, una sensibilidad especial al clima de una región, a los materiales naturales de ella, a su progreso técnico, a sus transformaciones sociales y a la evolución de su estética y de sus costumbres”.

Es decir, dijo Mallet, “el mueble debe responder a su contexto cultural, de producción y a sus posibles usuarios, por ende, para Porset el diseño de muebles debe de ser eminentemente político, pues responde a su contexto, al territorio, a la casa, a la ciudad y tiene injerencia en la vida de los ciudadanos”.

La ciudad también se amuebla

El diseñador industrial Rodrigo Vázquez señaló que al igual que los interiores, la calle también se equipa: “Es un gran reto diseñar para la ciudad, porque diseñas para un público muy diverso y, generalmente, no te lo compra quien lo va a usar; entonces, es una postura el reto de diseñar para las ciudades, mantener una idea de lo que debe ser un espacio público”.

Pocas veces, señaló el líder del despacho BKT, “nos toca desde origen participar en el diseño de los muebles, porque generalmente son espacios públicos que estuvieron deteriorados y se equipan, o entramos en momentos donde ya está resuelto el mobiliario. Entonces, encontrar ahí que podemos hacer nosotros desde nuestra trinchera, es el reto. La manera de solucionarlo es entender “cómo la arquitectura de la ciudad, a la escala de un mueble urbano, interactúa y cómo el diseño también aporta en las distintas dinámicas de la ciudad”.

Vázquez señaló que está convencido de que el paisaje urbano, su arquitectura “determina la forma en que nos relacionamos nosotros y en el mismo espacio de los demás. Conforme hemos ido evolucionando en el equipo, te topas con momentos en donde te cuestionas cuál es el sentido de los espacios públicos y qué tanto podemos nosotros, con el mobiliario urbano, materializar una postura y aportar un componente más a la arquitectura del espacio público”.

Señaló que “cuando cambias la escala, las prioridades, para quién trabajas o cómo lo quieres hacer o cómo significan los objetos en la ciudad, nos hemos dado cuenta de que se pueden aportar experiencias a través de objetos a esta enorme diversidad de personas que usan el espacio público”.

Enfocado más en el interiorismo, el diseñador mexicano Héctor Esrawe afirmó que “las características y cualidades tradicionales que definen al mobiliario es funcionalidad, optimiza el espacio, genera una relación armónica o hablamos de ergonomía donde el usuario tiene una relación de uso con el objeto o con el mueble, promueve la disposición adecuada del mobiliario y articula la relación dentro de los espacios”.

El mobiliario, sentenció, “define las cualidades del espacio arquitectónico, la relación estética y la coherencia visual, tanto con el espacio arquitectónico como con la interacción que genera el usuario con su hogar; unidad de diseño: la armonía entre arquitectura y mobiliario que crea un diseño cohesivo y unificado enaltece las características representativas de la arquitectura, genera experiencias en el usuario”.

Hoy se habla del diseño emocional como uno de los atributos o factores que definen al diseño, provee bienestar y confort y, “hablando de más en mi reciente interés, es un reflejo de la identidad, de alguna manera deletrea el momento, deletrea la cultura donde se realiza, refleja la cultura y la destreza local. El diseño de mobiliario a menudo refleja las tradiciones materiales y técnicas de una cultura particular enriqueciendo el valor del espacio arquitectónico”, concluyó.

Fuente: El Colegio Nacional