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Los mayas dejaron un legado de alrededor de 10 mil textos jeroglíficos: Erik Velásquez García

Uno de los cuatro códices que se conservan con escritura jeroglífica maya se resguarda en México: Erik Velásquez García

“Los mayas dejaron un legado de alrededor de 10 mil textos jeroglíficos, la mayoría son del periodo clásico y están hechos de piedra, vasijas pintadas y, en menor proporción, de materia orgánica, entre los que se encuentran los códices”, expuso el historiador del arte Erik Velásquez García al impartir la conferencia La escritura jeroglífica maya, transmitida en vivo el 22 de junio por las plataformas digitales de El Colegio Nacional.

La sesión formó parte del ciclo Universidades por la ciencia. Año Internacional de Ciencia Básica en Desarrollo Sostenible, coordinado por el colegiado Jaime Urrutia Fucugauchi; Dionisio Meade y Araceli Rodríguez, de Fundación UNAM; y Araxi Urrutia Odabachian, del Instituto de Ecología de la UNAM. Al iniciar la conferencia, el colegiado Urrutia Fucugauchi manifestó que “el tema de investigación del doctor Erik aborda uno de los desarrollos que ha tenido mayor impacto en las civilizaciones. Con los sistemas de escritura pasamos a tener la forma de preservar la información, los conocimientos, la parte histórica y los eventos. Pasamos a tener una forma de ir construyendo este edificio de la ciencia, de la cultura y de la historia”.

En esta plática introductoria a la escritura jeroglífica maya, el investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Erik Velásquez García, explicó que un sistema de escritura puede definirse como el conjunto de marcas visibles y sus reglas de combinación elaboradas para transmitir mensajes en una cierta lengua natural: “Eso es lo específico de la escritura como fenómeno, es un sistema de comunicación gráfico, visual, pero cuya distinción es que registra las lenguas naturales, elementos de la comunicación verbal, es decir sonidos, palabras y oraciones en orden sintáctico”.

Sostuvo que en cuanto a sistemas de escritura, “la escritura jeroglífica maya y el sistema alfabético tienen mucho en común, son como los que han existido a lo largo de la historia humana en todos los continentes” y, en este sentido, no son tan especiales. Recordó que la posición geográfica de los mayas tuvo repercusión en su diversidad cultural y lingüística, porque aquellos grupos que se asentaron en la región montañosa del sur, desarrollaron una mayor diversidad lingüística, y los que lo hicieron donde no hay montañas tuvieron una mayor homogeneidad lingüística.

De acuerdo con el miembro de la Comisión Dictaminadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, el fenómeno de la escritura jeroglífica maya está prácticamente restringido a las tierras bajas, tal es el caso de Yucatán, Belice, las llanuras del oriente de Tabasco o de Chiapas. Para ubicarlos, los arqueólogos han dividido la historia maya prehispánica en tres periodos: preclásico, clásico y posclásico: “El periodo clásico que va del año 200 d. n. e. al 950 d. n. e. es la época que mejor comprendemos de toda la historia maya, gracias al desciframiento de la escritura jeroglífica. Es el periodo en el que tenemos el mayor número de textos escritos”.

El experto hizo hincapie en que los mayas son culturas vivas en el siglo XXI; sin embargo, el fenómeno de su escritura jeroglífica llegó hasta el siglo XVIII: “Todo lo que los mayas escribieron sobre madera, fibras de amate o soportes orgánicos se perdió para siempre, lo que ha llegado es lo que está en piedra, algunas vasijas pintadas, objetos portátiles hechos de concha o hueso, los murales y sólo cuatro códices, uno de ellos ubicado en México”.

Explicó que los códices se especializaron en registrar temas de la religión politeísta y fueron perseguidos duramente desde finales del Siglo XVI: “eran los sacerdotes mayas rebeldes que no se querían someter a la religión cristiana, los responsables de hacerlos”.

En palabras del historiador del arte, el texto jeroglífico maya más temprano conocido hasta ahora se encontró al noreste del Petén Guatemalteco llamado San Bartolo y data del siglo III a. C. Y uno de los últimos fue el Chilam Balam de Chumayel, que data del 1766 d. C: “Entre uno y otro hay más o menos 2 mil años, esos fueron los que duró vigente la escritura jeroglífica de los mayas. Los estilos cursivos, paleográficos fueron cambiando. Más o menos se conocen de 800 o 900 grafemas o signos dentro de esta escritura”.

Comentó que existió una riqueza de soportes donde se pudieron encontrar textos jeroglíficos como las estelas, los altares, las pinturas rupestres en las cuevas, los anillos para el juego de pelota y los tronos de los gobernantes, además de los códices: “Para descifrar un sistema de escritura se requieren tres elementos principales, un corpus abundante de ejemplos; conocer la lengua, idioma o familia lingüística que se está registrando; y contar con un biescrito, es decir con un documento redactado en un sistema de escritura que se ignora y se desea descifrar, pero que tiene una traducción en otro sistema de escritura que sí se entiende. Un biescrito se produce en un ambiente de choque violento entre dos civilizaciones”.

Sostuvo que una característica de la escritura maya fue el uso de distintos alógrafos, es decir, signos para representar el mismo sonido, y que su escritura no fue alfabética, sino silábica. Puntualizó que todos los sistemas de escritura del mundo tienen tres características: un repertorio de signos, con cinco categorías como son hologramas, fonogramas, determinativos semánticos, marcas diacríticas y signos auxiliares, “los mayas tenían prácticamente todo esto”; además de contar con determinadas reglas de composición y recursos escriturarios.

Hizo énfasis en el orden de lectura relacionado con las reglas ortográficas que rigen los sistemas de escritura. Se refirió a que, en la cultura maya, las inscripciones jeroglíficas y, en particular, los signos estaban ordenados en bloques cuadrangulares y se leían de izquierda a derecha y de arriba abajo: “El orden de lectura que predomina es en pares de columnas y de arriba abajo”, finalizó.

Fuente: El Colegio Nacional