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Los juegos verbales surgen del saber hablar una lengua: Luis Fernando Lara

De acuerdo con el investigador, los juegos verbales, que tanto definen al mexicano, forman parte del saber hablar una lengua, “son acciones significativas y, por eso, en constante variación tanto morfológica como semántica”

El doctor Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional, dictó la segunda parte de su cátedra “El español mexicano moderno 2”, que forma parte del curso Historia del español parte 2, y en el cual ofreció un recorrido tanto por los nombres de algunos investigadores que se ocuparon del estudio del español en México, como de sus resultados, a través de temas como el caló o los juegos verbales.

Celebrada de manera presencial en el Aula Mayor de la institución, y transmitida a través de sus redes sociales, el colegiado recordó al Modernismo, el movimiento en la poesía, cuya existencia tuvo un gran efecto sobre la lengua, “al haberla liberado de una tradición española que le pesaba y el hecho de que el Modernismo se haya contagiado de la poesía francesa le dio aire, le dio vida a la lengua de los modernistas”.

A lo anterior habría que sumar la actividad del Ateneo de la Juventud, al cual pertenecieron Alfonso Reyes, José Vasconcelos o Martín Luis Guzmán, que con su reacción contra el positivismo también dio lugar a “un discurso culto muy diferente del discurso que se acostumbraba durante el siglo XIX”; además, a la lucha por darle presencia a las lenguas indígenas, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, “aunque se dio en el ámbito de los lingüistas, pero no tanto en el ámbito de los gobiernos”.

Como parte del crecimiento de los estudios lingüísticos en México, Luis Fernando Lara destacó el papel de El Colegio de México, fundado en 1940 a instancias del presidente Lázaro Cárdenas, durante la Guerra Civil Española, quien le dio la indicación a Daniel Cosío Villegas de invitar a muchos universitarios españoles republicanos a venir a México para protegerlos.

“Fueron universitarios de 30 a 35 años de edad quienes llegaron a trabajar a México, y fundó Cárdenas lo que se llamó la Casa de España en México, para que allí tuvieran trabajo: les pagaban algo y podían continuar con sus investigaciones, pero tras el triunfo de Franco, éstos españoles republicanos ya no podían volver a España, de modo que se quedaron en México y al gobierno le pareció que ya no tenía justificación seguir hablando de la Casa de España y lo convirtieron en El Colegio de México, en donde ya no solamente había republicanos españoles, sino mexicanos de diferentes áreas”.

En este contexto se fundó, hacia 1948, el Centro de Estudios Filológicos, hoy Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, bajo la batuta del argentino Raimundo Lida, alumno de Amado Alonso, y éste de Ramón Menéndez Pidal, a quien se considera como el fundador de la filología del español, “él fue el primero que descubrió el manuscrito del poema del Cid, por ejemplo, y a quién le debemos una gran cantidad de estudios sobre el origen de la literatura del español”.

Raymundo Lida había fundado en España en el Centro de Estudios Históricos la Revista de Filología Española, la más antigua en el mundo hispánico dedicada a los estudios de la literatura y de la lengua española, pero que con la guerra civil también se interrumpió; entonces, Amado Alonso fundó en Buenos Aires la Revista de Filología Hispánica, como continuación de la revista española, aunque en el momento en que también tienen que salir de Argentina y llegan a México a El Colegio de México, Alfonso Reyes decide llamarla Nueva Revista de Filología Hispánica.

“Este Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, donde yo trabajo, nació alrededor de una revista: todos los investigadores que trabajaban, y trabajamos, en el centro comenzamos colaborando para la calidad de la revista y hoy día creo que es la revista más prestigiosa dedicada al estudio de la lengua y la literatura del español en América”, compartió Luis Fernando Lara, quien también resaltó el papel definitorio de Antonio Alatorre, en su momento  miembro de El Colegio Nacional, se renovó la enseñanza de la fonética, la gramática histórica, la historia de la lengua, el latín y la paleografía.

De la pronunciación al juego verbal

Desde la institución y a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, una gran cantidad de investigadores e investigadoras se han dado a la tarea de estudiar al español, en especial en México, desde su pronunciación en el Valle de México, hasta la presencia del caló. En gran medida gracias a la presencia del lingüista Juan Miguel Lope Blanch, quien vino de España para “recuperar el oficio de creación de una revista”, como la histórica Revista de la Filología Española, pero se quedó en nuestro país de forma definitiva.

“Lope Blanch nos ofrece una rica colección de observaciones y explicaciones sobre las características del español mexicano que, a mi juicio, ha venido definiendo los temas contemporáneos de la investigación del español en México, así como la fundación de la revista Anuario de Letras de la UNAM en 1961 y luego, en 1967, fundó el Centro de Lingüística Hispánica de la UNAM”.

Con estos antecedentes, en la actualidad se pueden encontrar investigaciones en torno al caló en México, con palabras como madrota, mota, valedor, chido, maje o furris, que jóvenes han aprendido, aunque sean palabras del caló de ciertas regiones, y forma parte de sus jergas, “aunque también se puede encontrar en discursos más intelectuales”, enfatizó Luis Fernando Lara.

En ese mismo camino se encuentra el llamado juego verbal, una práctica de todos los mexicanos, que no está ligada ni al caló, ni a la procedencia social, más bien se trata de una de las características más notables de la creatividad popular, “esa creatividad se manifiesta mediante ciertos esquemas de producción del juego, suele expresarse con metáforas y metonimias, con rimas y aliteraciones, con prolongaciones morfológicas de valor fonético y rítmico, con construcciones de doble sentido”.

Estos juegos verbales se reflejan en palabras como pelandrujo, piruja, carlangas, “uñas, duques, tripas por uno, dos, tres; su servilleta o ¡Qué Milán que de Jalapa Veracruz por Acapulco! Por ‘qué milagro que te dejas ver’, ¡Qué Pasadena que no te dejabas Berlín por acuicuiri!, en lugar de ¡qué pasaba que no te dejabas ver por aquí! O dos groseros: A ese cuate ya Nicaragua Paraguay el Chile; o ‘a ese culantro le hace falta una regadita’”.

“Si bien muchos de estos juegos se han difundido y repetido, lo característico de ellos es su espontaneidad y constante creación ligada a momentos determinados del diálogo; los juegos verbales forman parte del saber hablar una lengua, son acciones significativas y, por eso, en constante variación tanto morfológica como semántica. No son productos, como son los vocablos reunidos en un diccionario”.

De acuerdo con el colegiado, en relación con esos juegos verbales vale la pena aclarar el funcionamiento de lo que llamamos doble sentido, el cual se produce cuando se actualizan en una sola oración dos significados o acepciones de un mismo vocablo, para lo cual presentó ejemplos del libro Picardía mexicana, de Armando Jiménez, donde se consigna el letrero colocado en la parte trasera de un camión: “cambio mi llanta nueva por tu vieja”.

“Aquí la palabra vieja no es monosémica, no significa una sola cosa, sino se vuelve polisémica, termina por significar dos cosas: llanta vieja o llanta nueva entran en oposición y significa en llanta vieja lo usado de la llanta, pero es a la vez un sustantivo mediante el cual se significa la esposa de quien lee del letrero la palabra vieja. De esa actualización de la polisemia en una sola oración se produce el chiste, muchas de los chistes que contamos dependen de la existencia del doble sentido”, destacó Luis Fernando Lara.

Por otro lado, el albur, que se considera tan característico de nuestra tradición popular, es otro juego verbal que usa las técnicas de producción: el albur es un diálogo, tradicionalmente agresivo, de carácter sexual entre dos hombres, en donde el interlocutor ha de ser considerado como “actor pasivo del acto sexual”: “Uno dice: ‘la vida es un camote’; el otro responde: ‘agarre su derecha’. Uno dice ‘chiles rellenos”, la otra contesta: ‘siéntese a saborearlo’. ‘yo fui campeón de baile en Dallas, pues aquí también las vas a dar’. Ello, porque se trata de campos asociativos en los que las metáforas se refieren a partes del cuerpo”.

Aun cuando no se ha podido establecer la antigüedad de la práctica del albur, parece que es una peculiaridad de los mexicanos, “ningún otro hispanoamericano sabe alburear; por lo tanto, es fácil alburearlo y ni siquiera se dan cuenta”, en palabras de Lara.

Fuente: El Colegio Nacional