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La voz de los académicos tiene repercusiones, sirve como elemento de orientación para la sociedad: Diego Valadés

“Estamos frente a un fenómeno sin precedente, no en los términos de la nueva forma de relación económica y comercial, sino por las maneras tan peculiares de las negociaciones que se vienen dando”, destacó el colegiado

En una época de incontables retos para la integración entre los países de América del Norte, en especial tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, se han presentado características atípicas de dominio público. Además, los términos de negociación en la materia han adquirido signos totalmente desusados, aseguró Diego Valadés, miembro de El Colegio Nacional, al encabezar la inauguración de la mesa “América del Norte: Los retos de su integración”, realizada en el Aula Guillermo Floris Margadant del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Coordinada por el constitucionalista mexicano, junto con el catedrático Arturo Oropeza, la sesión puso sobre la mesa preguntas no sólo acerca de los desafíos de la integración, sino incluso de su conveniencia: “¿Es deseable? ¿Es necesaria? ¿Es posible?”. Estas preguntas llegaron acompañadas por razones, argumentos y también por propuestas.

“Sabemos que estamos frente a un fenómeno sin precedente, no en los términos de la nueva forma de relación económica y comercial que se da en el extranjero entre los países del mundo, sino por las maneras tan peculiares, por llamarle de alguna forma, de las negociaciones que se vienen dando y las condiciones que tienden a ser impuestas muchas veces en términos categóricos y unilaterales, dictadas por quienes tienen el poder económico sobresaliente en el mundo”.

Durante la sesión, en la que también participaron los especialistas Claudia Schatan, Isidro Morales y Carlos H. Reyes, Diego Valadés destacó que, durante mucho tiempo, la estructura del poder se plegaba a los dictámenes de la razón, pues así se daba el gran proceso que había tenido el mundo en cuanto a su organización jurídica, donde uno era el mundo de la realidad económica, otro el de la realidad política y el de la realidad del poder, y otro más el de la reflexión, el análisis, el de la consideración o el de la preocupación académica.

“Una característica del mundo contemporáneo, que incluso se apuntó desde la alta Edad Media cuando comenzaron a formarse las primeras universidades, es que el pensamiento también cuenta: no sólo estamos sujetos al arbitrio de los dictámenes del poder económico o del poder político, mucho menos al del poder despótico o del poder arbitrario, que, precisamente, tiende a disminuir en cuanto a su presencia en el mundo. Lo que más nos interesa subrayar en reuniones como esta es que la voz de la razón, la voz del conocimiento y la voz de la objetividad y de la imparcialidad, que es lo que representamos como académicos, tiene repercusiones, porque sirve como elemento de orientación para la sociedad, pero también como un elemento de reflexión obligado para los propios titulares de las decisiones políticas, económicas, financieras, comerciales o legislativas”.

De acuerdo con Arturo Oropeza, catedrático del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el tema que enfrentamos en la región con este reto no es un asunto nuevo. “Lo es en su nueva exposición, en su nuevo planteamiento”, pero es un tema que viene ya desde hace tiempo generándose y que es parte de una gran disrupción, de un gran cambio que hoy explota y lo hace a la luz de varios factores, en especial como parte de una gran destrucción global que ya se venía construyendo las últimas tres o cuatro décadas.

“Hoy estamos ante la explosión de estas inconsistencias, de estas disrupciones aceleradas por un elemento como el presidente Trump, quien es muy representativo de una etapa de deterioro, donde se aceleran precisamente estos elementos de la decadencia”, abundó Oropeza.

Entre los elementos planteados por el especialista como antecedentes de lo que se experimenta en la actualidad, el doctor en Derecho por la UNAM se refirió a la apertura China de 1978, la cual incidió directamente en la ruta y la vida de América del Norte: “El ofrecimiento de China de ochocientos millones de obreros a la manufactura mundial por 30 centavos de dólar”.

“Esta primera reforma y apertura de China en el mundo global fue uno de los elementos disruptivos que hoy están generando consecuencias. El segundo de ellos fue el cambio de modelo de desarrollo económico, porque generó una estrategia de desarrollo para Estados Unidos y para el mundo occidental bajo una idea de un neoliberalismo económico del desarrollo, que generaba, desde luego, la disminución del Estado y la mayor participación e importancia del mercado y de empresa privada”, aseguró Oropeza.

Recordó que no había empresa que no quisiera irse a trabajar a Asia para aprovechar un pago de esa magnitud, sin prestaciones sociales, sin condicionamientos y con muchas ayudas fiscales, créditos e infraestructura. “Fue todo ese gran modelo económico chino del desarrollo que, uniéndose al crédito y a la gran oferta de las empresas no solo norteamericanas, sino también europeas, lo que generó todo un continuo en el tiempo”.

Desde su perspectiva, toda esta realidad nos lleva a un ejercicio todavía mayor; se necesita analizarla “como un choque de culturas, un choque de civilizaciones, como una forma de entender, ver y hacer las cosas diferentes, donde en los últimos 50 años, el desarrollismo asiático ha crecido al 7 u 8% anual promedio, mientras en América del Norte se ha crecido solo al 2% anual promedio, entonces también habrá algo que revisar de eso”, destacó Oropeza.

Los retos de la integración

Para la economista Claudia Schatan, la situación que experimenta Estados Unidos en la actualidad es similar al debilitamiento de la Gran Bretaña a principios del siglo XX, pues “en ambos casos se experimenta un desplazamiento de su hegemonía sin percibirlo a tiempo o en la medida necesaria”.

“A estas alturas, Estados Unidos está cansado de venir acarreando un muy pronunciado triple déficit: presupuestal, comercial y de deuda externa, el cual lleva ya desde hace muchos años y no logra resolverlo”, resaltó la consultora independiente, quien al mismo tiempo se preguntó si “el presidente Trump logrará superar estos grandes desequilibrios económicos atrincherándose tras esos muros casi medievales que está construyendo, con una guerra de aranceles que él espera que fortalezca la economía y reindustrialice el país a los niveles que tuvo en los 60 y 70 del siglo pasado”.

“¿Será posible recobrar el poderío de Estados Unidos, recluyéndose en su feudo con los 16 empresarios tecnológicos más poderosos del mundo, librándolos a ellos y a otras grandes empresas de sus impuestos y protegiéndolos para que el resto del mundo tampoco les cobre impuestos? ¿Podrá cortarle las alas tecnológicas a China, impidiéndole las inversiones estadounidenses y prohibiendo que sus ciudadanos en Estados Unidos colaboren con las empresas tecnológicas chinas?
El gran problema es que todos los días vienen ataques defensivos del gigante herido, aunque “no parece tener la capacidad de recuperación a la que aspira”.

Para el especialista en Derecho Económico Internacional, Carlos H. Reyes, la región de América del Norte enfrenta dos dilemas muy concretos: la intrascendencia y la obsolescencia de una región que comenzó en 1994 con relativo dinamismo, pero que en realidad nunca se consolidó como una región en la que participaran conjuntamente los tres miembros de su conjunto en el mundo. “Siempre fue la unión de tres países, pero en lo en lo individual, nunca fue América del Norte un contrapeso real como el bloque que debió haber sido, y que fue en principio la idea con la que se construyó”.

La región de América del Norte comparte además retos de obsolescencia e intrascendencia, seguidos también por la obsolescencia y la intrascendencia del sistema multilateral, puesto que la Organización Mundial de Comercio se enfrenta en este momento a la peor crisis de su historia y todavía, hasta hoy, reconoce que existen 615 acuerdos comerciales regionales en el mundo, de los cuales 321 son áreas de libre comercio en donde esta región no figura. Aseguró que en Estados Unidos hay “prácticamente perdidas, no están en los titulares de las noticias, y no forman parte del diálogo en este momento”.

El catedrático universitario explicó durante su participación que, de los países en el mundo, Estados Unidos tiene más de 26% del PIB mundial y junto con Canadá y México, solamente sube a poco más de 31% del PIB. “Canadá y México le aportan poco. Por eso es que Estados Unidos ha querido seguir jugando en lo individual, porque realmente no es tanto lo que lo que se le aporta”.

China, por su parte, representa alrededor del 16% del PIB mundial y, con la región Asia-Pacífico, sube al 29%, con lo cual tienen más o menos un porcentaje similar al que pudiera representar América del Norte, “con la diferencia de que Asia va en ascenso y América del Norte va en una pendiente hacia abajo”.

“El Tratado, que enfrenta en este momento su segunda renegociación, la segunda también en el marco de una presidencia de Trump planea que tuviera una vigencia de 16 años, con la opción de que en los seis se pudiera renegociar, si las partes están de acuerdo”.

“Las partes han cambiado radicalmente en comparación con 1994 y 2020, cuando entró en vigor el acuerdo. El mundo que vive hoy el T-MEC es absolutamente distinto al de 1994 e incluso al de 2020. Por ello, la valoración de su continuidad está en entredicho. Si América del Norte no se planteócomo una zona de integración ni como un acuerdo regional en estricto sentido, sino como una idea, esa idea ya no existe en la actualidad”, apuntó Carlos H. Reyes.

Para el investigador de El Colegio de México, Isidro Morales, vivimos un tiempo en el que la estrategia y la narrativa neoliberales han llegado a su fin. Paradójicamente, fue Estados Unidos quien las enterró, y lo hizo Donald Trump en su primera administración cuando impusó aranceles al acero y al aluminio. “Se los impuso a México y a Canadá para obligarlos a renegociar lo que entonces era el TLCAN”.

“A esta época la podría llamarla una especie de neomercantilismo, entendido cómo la estrategia de atraer inversiones a Estados Unidos y reducir el déficit, sobre todo con China, pero también con México y Canadá, como una forma de mostrar fortaleza. Se trata de un neomercantilismo propio del siglo XVIII y hasta del XIX. Sin embargo, esto fue corregido por Joe Biden, quien, aunque mantuvo los aranceles, sobre todo frente a China, no siguió con una estrategia neomercantilista a la Trump. Por el contrario, sentó las bases para una nueva política industrial, totalmente anclada a la electromovilidad y a lo digital”.

Ante la idea de una especie de capitalismo digital, el catedrático de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, reconoció que, aunque era evidente que Estados Unidos no podría atraer o repatriar todas las inversiones llevadas a China, Asia y América del Norte, debía enfocarse en apoyar la investigación y la innovación tecnológica, así como mantener en el país las cadenas de alta tecnología más ligadas a los servicios y establecer redes de abastecimiento de insumos provenientes de países cercanos o de países amigos.

Fuente: El Colegio Nacional

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