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La obesidad es una enfermedad multifactorial, va más allá de la dieta y el ejercicio: Kioko Guzmán Ramos

De acuerdo con la experta de la UAM, todas las modificaciones de alta adiposidad pueden llegar a provocar alteraciones en la estructura cerebral. “La obesidad disminuye la integridad de la barrera hematoencefálica y puede generar deterioro en el lenguaje y cognición social”

La obesidad es una enfermedad multifactorial que depende de diversos elementos, que van más allá de la dieta y del ejercicio, aseguró Kioko Guzmán Ramos, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la conferencia Ambientes obesogénicos y el rescate de las funciones cognitivas. Recordó que, cuando se piensa en los ambientes obesogénicos, siempre se asocian con la comida hipercalórica, con el sedentarismo y con la falta de ejercicio, lo que es verdad; sin embargo, la definición de éstos es más amplia.

Explicó que el problema de los ambientes obesogénicos parte de la biología, es decir, del componente genético de alta heredabilidad que tiene cada persona; sin embargo, hay factores que se expanden a la familia, como el estado socioeconómico que influye en la salud y en los alimentos que se consumen; la actividad física; la conformación de la comunidad, por ejemplo, los tipos de alimentos accesibles en el día a día; y algunos actores sociales, culturales y políticos, que impactan en políticas públicas y diseño de ciudades.

La investigadora de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud, de la UAM, expuso que más del 80% de la población mexicana consume bebidas no lácteas y endulzadas como jugos; y más del 50% ingiere botanas, dulces y postres. A lo anterior se suman los cereales, la comida rápida, los antojitos y las carnes procesadas. “Aunque nosotros conocemos y reconocemos cómo es que deberíamos comer, muchas veces el tiempo de preparación y el acceso a los alimentos abona al ambiente obesogénico”.

Agregó que México es de los primeros lugares en obesidad infantil y adulta, con una prevalencia de casi el 80% de la población. Esta alta adiposidad es un factor de riesgo, que está aunado a muchas otras condiciones y puede llegar a provocar alteraciones en la estructura cerebral. “Después de vivir por muchos años en situación de obesidad, se disminuye la integridad de la barrera hematoencefálica, que protege de compuestos dañinos al cerebro. Se genera un deterioro cognitivo, es decir, disminuyen las funciones mentales en distintos dominios neuropsicólogos como el aprendizaje, la memoria, la atención compleja, las funciones ejecutivas, el lenguaje y la cognición social”. 

En palabras de la miembro de la Society for Neuroscience, las dietas hipocalóricas alteran sistemas como el de las catecolaminas, la dopamina, la norepinefrina y la epinefrina que se relacionan con el placer. En un ambiente obesogénico, estas moléculas químicas, más que placer, señalan estrés o dolor. “Ellas nos van a indicar que hay algo interesante, que hay algo nuevo, algo relevante”.

Comentó que, después de realizar un estudio con ratas con trastorno metabólico, trastorno que incrementa la probabilidad de desarrollar diabetes, enfermedades vasculares y cerebrovasculares, y que se caracteriza por un incremento en la adiposidad, en triglicéridos, en insulina y en la glucosa circulante, encontraron que los roedores que comieron azúcar durante seis meses, tuvieron complicaciones para manifestar la liberación de dopamina, lo que les impidió formar una memoria alrededor de los objetos.

Además, las especies que estuvieron expuestos a la azúcar, disminuyeron su eficiencia de plasticidad, pero lo cierto es que el sistema está preparado para regresar a la normalidad, sólo necesita integrar las estimulaciones adecuadas, a nivel colinérgico, para poder regresar a la plasticidad que se perdió por la exposición a la dieta hipercalórica.

“El ejercicio es una panacea para todo, para mejorar la salud mental y la salud física, y para contener el envejecimiento. Correr por 20 minutos puede incrementar de manera natural los niveles de dopamina en el cerebro, sin efectos secundarios de un fármaco, que puede alterar otras sustancias del cuerpo”, explicó.

Aseguró que un elemento que se puede modular, como factor ambiental, para generar la fuente de dopamina necesaria para salvaguardar las funciones cognitivas, es el enriquecimiento ambiental, acciones como la de jugar ajedrez, leer constantemente, estar expuestos a situaciones nuevas, aprender otro idioma o socializar con otras personas. “Actualmente estamos interesados en descubrir estrategias para conservar la función cognitiva, que es lo que llamamos Reserva cognitiva, que significa tener la capacidad cerebral para contender contra los insultos ambientales y fisiológicos que dañan la función cerebral”.

Guzmán Ramos recomendó mantener la reserva cognitiva de los seres humanos con una dieta alta en alimentos de origen vegetal, ejercicio, descanso, manejo de estrés, fomento a la interacción social, así como retos cognitivos. “Es necesario continuar el estudio de mecanismos moleculares que subyacen el efecto benéfico de factores ambientales para comprenderlos”, concluyó.

Fuente: El Colegio Nacional