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La mujer mexicana más antigua

Rolando Ísita Tornell

Es eriodista y comunicador de la ciencia, DGDC-UNAM

La joven Naia deambula por la selva buscando agua dulce para que su tribu pueda hidratarse, cerca de la costa de un mar transparente color turquesa. La adolescente de unos quince años de edad es cazadora, a decir del arco que trae cruzado en su pecho y flechas que porta en su carcaj.

Naia y su grupo han realizado la hazaña de sobrevivir a una gran marcha de miles de kilómetros por cientos de generaciones, sus bisabuelos y choznos tuvieron que partir de África buscando alimento y un medio ambiente que les permitiera sobrevivir.

En algún momento, generaciones atrás, en los entornos que los ancestros de Naia tuvieron que enfrentar, no había más que hielo y nevadas permanentes, seguían a mamíferos como el Mamut para obtener alimento y pieles para cubrirse de temperaturas de 30 o 40 grados bajo cero.

Las puntas de piedra de sus flechas tienen un tallado que las hacen características, a decir de las que fueron dejando en su trayectoria, las mismas halladas en Siberia (Rusia), Beringia (Alaska), que en Blackwater, cerca de Clovis, Nuevo México.

Naia vislumbra en el follaje la entrada de una enorme gruta. Por experiencia adquirida sabe que dentro de las grutas se puede hallar agua dulce que se filtra desde la superficie, eso también lo saben sus depredadores como el félido Smilodon al que ya se ha enfrentado la joven cazadora, los colmillos largos y afilados cual sables le han dejado heridas profundas hasta los huesos.

Naia confecciona una antorcha haciendo un hato de ramas secas y, sigilosa y atenta, se adentra en la gruta. Se percata que se ha metido en un profundo y largo laberinto de cuevas hasta extraviarse, su antorcha se apaga y queda en oscuridad absoluta. Muy pronto hallará su fin, se tropieza y cae a un hoyo sobre esqueletos de otros mamíferos que corrieron suerte semejante a la de ella.

Ahí quedaron sus restos por más de 10 mil años, tantos, que finalizó el congelamiento de casi la mitad del planeta y los hielos derretidos incrementaron el nivel de los mares inundando el laberinto de cuevas en el que se aventuró Naia.

El año 2007, buzos profesionales iniciaron la exploración de El Gran Cenote, a 5 kilómetros al oeste de Tulum, Quintana Roo, al avanzar en la exploración submarina los buzos se dieron cuenta del sistema de cuevas más largo existente, hoy conocido como Sac Actun.

Un año después de iniciada la exploración espeleológica subacuática, en una sección del sistema de cuevas Aktun Hu conocido como “EL Hoyo Negro”, a una profundidad de 60 metros, los buzos Alex Álvarez, Franco Attolini y Alberto Nava hallaron el esqueleto de un mastodonte y a 43 metros restos humanos, que quedaron a cargo, por ley, del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Los análisis biofísicos dieron cuenta que se trataba de una hembra de entre 13 y 15 años de edad de la era del paleolítico, de 12 a 13 mil años de antigüedad. La decodificación de su ADN mitocondrial dio cuenta, además, que es semejante al de los oriundos de la península de Yucatán, lo que la convierte en la mujer mexicana más antigua que se conoce. Los buzos que trasladaron sus restos a la superficie con gran ternura decidieron bautizarla como Naia en honor a las náyades, ninfas de la mitología griega que habitaban en aguas dulces.

Fuente: ciencia.unam.mx