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La metalurgia en Mesoamérica se desarrolló en siglo VII d. C.; en Colombia desde el año mil a. C.: Clemencia Plazas

Plazas, quien trabajó 33 años en el Museo del Oro, ubicado en Bogotá, Colombia, señaló que la tradición metalúrgica en América va de sur a norte y tiene entre 3 mil 500 y 4 mil años de historia

Para las culturas del mundo mesoamericano, el oro no era realmente importante. Lo precioso era “el difrasismo en náhuatl in quietzalli chalchihuitl, que quiere decir: la pluma fina, la piedra metamórfica verde, eso era lo que apreciaban. El oro ocupó un lugar muy secundario”, afirmó el arqueólogo Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional.

Durante la conferencia “Simbolismo de la orfebrería prehispánica de Colombia”, dictada por la investigadora Clemencia Plazas, el colegiado dijo que el valor que se le daba al oro en Mesoamérica contrasta con el que tuvo para las civilizaciones del sur del continente.

“Cuando viajamos hacia el sur todo cambia con las civilizaciones del oro: Costa Rica, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, Bolivia, todos estos países tienen grandes museos del oro y colecciones que, literalmente, nos deslumbran, no sólo por su enorme abundancia, sino por el refinamiento del trabajo y el profundo simbolismo”, señaló en el Aula Mayor de la institución.

“Quienes nos dedicamos al mundo mesoamericano, nos sorprende mucho la, prácticamente, ausencia de metales; aún más les sorprendió a los españoles. Los soldados de Cortés siempre estuvieron inconformes con el oro que les repartió, quien ha de haberse quedado con la mejor parte. Incluso hubo soldados que dijeron: ‘yo no quiero nada’, porque lo que les tocó fue muy poco. ¿a qué se debe eso?: a que las civilizaciones de Mesoamérica no eran civilizaciones del oro, de la plata, del cobre; lo hubo, pero en pequeñas cantidades”, aseveró.

En su participación, López Luján se refirió a una de las pocas evidencias áureas que la arqueología mexicana ha localizado: “un objeto de oro que, si bien carece de cualidades estéticas y simbólicas, cuenta con un profundo significado para todos los mexicanos, me refiero al famosísimo Tejo de oro de Tenochtitlan, el cual se exhibe en la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología, junto con un limitado número de artefactos de oro adscritos a la civilización mexica”.

El tejo de oro mide 22.6 centímetros de longitud, por 5.4 centímetros de ancho, 1.4 centímetros de espesor y pesa exactamente un kilo con 930 gramos. Fue descubierto hace más de cuatro décadas, en 1981, a unos pasos de la Alameda Central de la Ciudad de México, en el contexto de la construcción del complejo Hidalgo, que hoy ocupa el SAT, por un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), bajo el mando de Francisco González Rull y María José Con Uribe.

El colegiado señaló que hay importantes evidencias documentales que señalan que, desde su primera entrada a Tenochtitlan, el 8 de noviembre de 1519 y hasta la Noche Triste, el 10 de julio de 1520, los conquistadores acumularon la mayor cantidad de oro posible en su residencia temporal, en las casas viejas de Axayácatl, que, paradójicamente, se encontraban en el Monte de Piedad.

Guiados por la llamada sed de los metales, los conquistadores localizan el Teucalco con todos los tesoros que Moctezuma había heredado de sus antepasados. “De acuerdo con el soldado Bernal Díaz del Castillo, fueron traídos desde Azcapotzalco los célebres orfebres de Moctezuma, les llamaban los plateros de Moctezuma, a quienes se les ordenó arrancar el oro laminado fundido que engalanaba imágenes divinas, armas, divisas y ornamentos de toda índole, objetos elaborados con plumas preciosas, maderas finas, pedrería, ámbar y textiles que los españoles despreciaron mandándolos a la hoguera. ¿Qué interesaba? el oro”.

Recientemente, señaló López Luján, se han llevado a cabo análisis junto con el José Luis Rubalcaba —doctor del Instituto de Física de la UNAM, de la colección arqueológica de artefactos de oro—. Durante 46 años de excavaciones, se ha localizado en el Templo Mayor “una colección urbana que cabe en mis dos manos; es poco más de un kilo de oro”.

Los análisis han permitido concluir que los artefactos de oro de Tenochtitlan son químicamente diferentes a los del resto de Mesoamérica: “Los artefactos mexicas del recinto sagrado tienen los menores porcentajes de cobre, comparado con otros objetos de Mesoamérica, en contraste con el oro maya, por ejemplo, en Chichén Itzá, es sumamente puro; el oro mixteca de los Valles Centrales de Oaxaca tiene elevados porcentajes de plata y el oro zapoteca tiene los mayores porcentajes de cobre”.

Sometido a los estudios, el tejo de oro tiene las mismas proporciones de plata y cobre que otros objetos áureos mexicas: 76% de oro, 20% de plata y 3% de cobre. Con los análisis ha sido posible concluir que se elaboró entre noviembre de 1519 y junio de 1520 y que quedó sepultado en el lecho del Lago de Texcoco en la noche del 30 de junio de 1520, y fue recuperado 460 años más tarde por Félix Bautista García, el 13 de marzo de 1981.

Una enorme colección

En comparación con la poca presencia de objetos de oro en territorio mesoamericano, especialmente en Tenochtitlan, Colombia resguarda una de las colecciones más grandes de objetos áureos del continente.

Clemencia Plazas, quien trabajó durante 33 años en el Museo del Oro del Banco de la República de Colombia, iniciando como asistente de museografía, desempeñándose 15 años como curadora y diez más como directora, dijo que, en la actualidad, el recinto cuenta con 60 mil piezas, de las cuales, al menos 35 mil son de oro y los otros metales, plata y cobre, que los conforman.

El Museo del Oro, del Banco de la República, es una institución oficial con 35 mil piezas, que ha ido adquiriendo con los años, desde 1939; sin embargo, muchas de estas piezas han sido saqueadas. “Los cazadores de tesoros, que van y te escarban, fue muy grave, sobre todo a finales del siglo XIX en la zona del río Cauca y, en general, yo creo que se sigue buscando tesoros arqueológicos en ciertas zonas”, señaló.

La arqueóloga explicó que desde 1998, se le prohibió al museo adquirir objetos, “cosa que yo encuentro razonable, porque la colección está madura; de hecho, ya en los últimos tres años mi administración, prácticamente no adquirimos sino objetos importantes para la investigación, no piezas repetidas”.

Ya de manera independiente, agregó Plazas, “tengo unos tres proyectos andando ahora, uno de ellos es el de esmeraldas prehispánicas en Colombia, que es muy interesante, porque hubo un comercio muy activo con Panamá, Ecuador, con muchos otros sitios, porque en el mundo amerindio el verde fue muy importante, aquí lo tienen ustedes con el jade, con la turquesa, pero sobre todo con el jade, ¡qué más verde que una esmeralda!”.

Sobre las tradiciones metalúrgicas, Plazas señaló que existen dos: la primera que es la del suroccidente, la segunda que sería la del norte de Colombia. La del suroccidente es un poco más temprana, mieras que la del norte es un poco más tardía. Se conocen a cada una de ellas porque escogen tecnologías distintas: la del suroccidente es martillada y repujada, trabaja oro de muy buena calidad y en eso se parece al material ecuatoriano, peruano”.

En tanto, la del norte “fundamentalmente es fundida a la cera perdida, trabaja con tumbaga, con esa aleación de oro y cobre, se conoce mucho también el dorado por oxidación de las piezas de tumbaga e influye mucho sobre la Centroamericana baja, Panamá y Costa Rica, donde la orfebrería es muy importante”.

“Las fechas primeras de láminas de oro martilladas se encuentran en el sur del Perú, más o menos 2 mil a. C.; las fechas de Ecuador y de Colombia van desde el año mil a. C., hasta la llegada de los españoles; y las fechas de Panamá y Costa Rica serían del 130 después de Cristo en adelante; y las fechas de Mesoamérica son bastante tardías, o sea, la entrada directa aparentemente de los metales de Ecuador al occidente de México se da más o menos en el siglo VII, pero se desarrolla localmente en el siglo XII después de Cristo, y lo mismo ocurre en el en el oro mixteca: se desarrolla después del siglo XII”.

“Son 3 mil 500, 4 mil años de desarrollo de la metalurgia, pero va de sur a norte, o sea las primeras fechas en Perú, luego Ecuador, luego Colombia, luego Panamá y Costa Rica y por último Mesoamérica”, sostuvo la investigadora colombiana.

Fuente: El Colegio Nacional