La gran novela de la pandemia no la va a escribir nadie de mi generación: Juan Villoro
Nuestro lema es “libertad por el saber” y la libertad no se puede ejercer sin la crítica: Antonio Lazcano Araujo
Este sábado 23 de octubre se transmitieron en vivo, a través de las plataformas digitales de El Colegio Nacional, la mesa final y la clausura del VI Encuentro Libertad por el Saber. La pandemia: retos y oportunidades, coordinado por el colegiado Antonio Lazcano Araujo, quien enfatizó que “la mejor manera para enfrentar las circunstancias que estamos viviendo es con la crítica propositiva. Nuestro lema es ‘libertad por el saber’ y la libertad no se puede ejercer sin la crítica, y la crítica propositiva requiere del saber”.
Durante la sesión de clausura se presentó la mesa La creatividad durante la pandemia, coordinada por el escritor y colegiado Juan Villoro, en la que también participaron la compositora Gabriela Ortiz, la dramaturga Bárbara Colio, el artista visual Carlos Amorales, y la cineasta Natalia Beristain, quienes abordaron lo que significó para la comunidad artística vivir en pandemia y cómo afectó su proceso creativo y las experiencias derivadas de esta condición sanitaria. Además, compartieron sus temores, esperanzas y las decisiones tomadas para adaptarse a la llamada nueva normalidad.
Quien ahora es niño escribirá la gran novela de la pandemia
Al tomar la palabra para dar inicio a la sesión, Juan Villoro resaltó la importancia de analizar qué sucedió durante la pandemia con el gremio artístico para conocer las experiencias vividas durante el encierro, cómo cambiaron sus métodos de trabajo, qué nuevos lenguajes encontraron, cuáles fueron los desafíos fundamentales y cuáles son los aprendizajes de estos tiempos difíciles.
“Estoy convencido que la gran novela de la pandemia no la va a escribir nadie de mi generación sino quien ahora tiene seis años. Recordará con más fuerza que nosotros lo que se perdió en ese tiempo. Daniel Defoe vivió la peste en Inglaterra en el siglo XVII, cuando tenía cinco años y se acordaba cuando su mamá lo llevaba a comprar caramelos y les daban de cambio monedas, las cuales desinfectaban con vinagre, no había gel antibacterial en esa época. El olor del vinagre siempre lo asoció con su infancia. Eso lo atesoró de tal manera que décadas después escribió el mejor libro de ese momento: El diario del año de la peste”, agregó.
El autor de La tierra de la gran promesa destacó que todos los gobiernos cuando hablan de salir de la crisis ocasionada por la pandemia se refieren a modificaciones económicas que perjudican los presupuestos destinados a la cultura.
Puntualizó que, si nos salvamos del tedio del encierro, de las tensiones ocasionadas por la convivencia forzada con nuestros congéneres, de la depresión, fue porque “encontramos maneras de representar la realidad como leer poesía, cantar canciones o divertirnos con los memes que nos trae el orbe digital. Requerimos de una salud mental y la cultura es parte decisiva de esta existencia imaginaria, constituye lo que somos como especie”.
La música es una disciplina viva
Gabriela Ortiz, compositora, Premio Nacional de Artes en 2016, afirmó que el compositor trabaja en soledad, “por ello la pandemia no afectó mi parte creativa, pero para que la música exista dependo de los intérpretes, y ahí sí me perjudicó. La música es una disciplina que debe subsistir en vivo, eso es insustituible”.
En ese sentido, dijo que “la tecnología es un arma muy poderosa y cuando se piensa exprofeso para la tecnología se pueden hacer cosas muy interesantes”. El hecho de que estuvieran aislados los intérpretes y no tuvieran dónde tocar sus obras los orilló al uso de plataformas digitales.
Para reforzar su argumentación comentó el caso de la directora mexicana Alondra de la Parra, quien creó la Orquesta imposible, convocó a músicos de las agrupaciones con prestigio internacional y mediante grabación en video los agrupó para ejecutar Danzón 2, de Arturo Márquez, y pudiera transmitirse por las plataformas digitales.
Otro ejemplo que mencionó fue la propuesta de la compañía Apple, que convocó a grabar una ópera en un IPhone con duración de 15 minutos cada una, las cuales se presentaron en un video. Los intérpretes realizaron sus grabaciones y nutrieron las redes sociales. “Ese es un beneficio para la gente. Además, se hicieron videos didácticos que han servido para los alumnos de música y público en general.”
Otro caso es la Filarmónica de Los Ángeles, dirigida por Gustavo Dudamel: “decidieron hacer una serie de episodios, los filmaron en el Hollywood Bowl, aunque grabaron con mamparas de acrílico; son incómodas porque el sonido rebota. Esos videos se pueden consultar en las plataformas de la agrupación musical, además son gratuitos. Eso es extraordinario”.
Durante su participación, Graciela Ortiz mostró dos videos donde dio muestra de sus trabajos escritos durante la pandemia, su composición para dúo Atlas-Pumas, dividida en tres movimientos, simulan un partido de futbol, pieza para violín y marimba, la escribió para Ricardo Gallardo, director artístico del grupo Tambuco. Presentó el video con la interpretación de una violinista coreana. Además de un video de Alejandro Escuer, flautista mexicano, director del Ensamble Onix, quien grabó su pieza Case, para ilustrar que la pandemia obligó a los artistas al uso más intenso de las plataformas digitales.
Otro video donde la Filarmónica de Los Ángeles interpreta su obra Arrecifes, la cual Gabriela Ortiz compuso durante la pandemia y se inspiró luego de leer un artículo científico que señalaba que “el sonido es fundamental para el equilibrio de un arrecife. La escribí como una metáfora de cómo la música puede transformarnos”.
El teatro es una cura
Bárbara Colio, directora y dramaturga, autora de Julieta tiene la culpa, comentó que “hay algo fundamental en el teatro, el convivio entre el que lo ve y lo hace, en un tiempo y espacio compartidos. Eso fue precisamente lo que nos prohibieron. Pero la creatividad es como el agua, siempre encuentra la manera de abrirse paso”.
“Creo en la biología de la creación, el teatro definitivamente es un organismo vivo, cuando una de las partes del cuerpo humano es dañada o extirpada, éste de inmediato compensa, cubre las funciones de la parte afectada, se adapta y sobrevive, así funciona la sociedad, la vida, el arte, son organismos vivos”, agregó.
Sostiene que “el futuro siempre ha sido incierto, en 2019 creíamos que con aferrarnos a ciertas rutinas el futuro podía tener la forma que nosotros decidiéramos. Esa ilusión se rompió cuando la pandemia nos estalló en la cara, nos contagió el miedo, no hay ningún plan, ninguna expectativa, ninguna certeza, sólo el hoy, despertar con aire en los pulmones es suficiente. En este presente, el arte escénico debe replantearse su real naturaleza”.
La autora aseveró que “el espacio-tiempo compartido que necesita el teatro nos fue prohibido, como si a la pintura se le prohibiera el lienzo, como si al cine se le prohibiera el rollo de película. El teatro se plasma en lo efímero del instante compartido entre dos almas”.
Mencionó que la ficción se necesita para entender la realidad, y lanzó varios cuestionamientos: cómo habitar de nuevo el teatro después de su prohibición, qué secuelas deja, qué tanto afecta su diseño, su creación, “porque no sólo es un asunto de la puesta física, sino que han mutado las relaciones humanas, ¿volveremos a vernos cara a cara?, ¿qué nos puede hacer colisionar ahora?”
La dramaturga destacó que “en este país, el gobierno sigue ahorcando los precarios sistemas de financiación a la cultura y por ignorancia la recorta, la desprecia, la convierte en estadística de uso”.
La autora transmitió un fragmento del ejercicio que grabó en vídeo durante la pandemia y en el que ella participa: No puedo ignorar lo que dijiste. Testimonio visual de un impulso vital.
Exceso de actividades artísticas en línea
Carlos Amorales, artista plástico y videoasta, comentó que se suben muchos materiales en línea para difusión pero que “es necesario el ritual de reunirse para mostrar las obras, que con la pandemia se interrumpió: la incertidumbre ha sido un elemento principal de esta experiencia. Me imaginé cómo será la enfermedad en mí, me dio mucho terror; no es sólo una cuestión de salud sino también es económica. Vivimos en un país donde las catástrofes son comunes, los gasolinazos, vivimos momentos semiapocalípticos”.
Señaló que derivado de ese temor pensó cómo podía ayudar y decidió utilizar su estudio con el propósito de producir cubrebocas para la gente que debía salir a la calle. “Elaboramos cerca de 30 mil cubrebocas y nos asociamos con una ONG que apoya a trabajadores informales y a través de ellos se distribuyeron.”
El artista visual narró su experiencia en Michoacán. “Cuando pasamos a la nueva normalidad, decidí salir de mi casa porque había un proyecto en Michoacán, en Tzintzuntzan, donde un grupo de artistas de Cherán, comunidad que se rebeló y se volvió autónoma, intervino artísticamente las camionetas quemadas y abandonadas durante la revuelta, se volvió una especie de memorial increíble. Me permitió entender cómo otros artistas están haciendo un trabajo simbólico. En la conmemoración de los diez años de la revuelta elaboré con ellos una pieza sonora en una de las camionetas, fue una pieza percusiva. Ahí sentí de nuevo la creatividad más experimental.”
Durante su confinamiento, Carlos Amorales trabajó una serie de collages con recortes de papel que tenía en su estudio, organizó un ciclo de conversaciones en soporte digital con otros artistas llamada “Fuera de la burbuja”, para reflexionar de qué sirve el arte, donde abordaron temas como arte y política, arte y tecnología, arte y activismo para cuestionar si para ellos el arte tiene una especie de uso, sirve realmente para algo o sólo de manera simbólica.
Relató que durante la pandemia elaboró unos videoclips donde el artista es el protagonista para crear una especie de representaciones con objetos artísticos elaborados por él. Además, lo invitaron a hacer una exposición por internet y en un espacio físico simultáneamente en vivo. “Es una experiencia interesante, fue como un autodescubrimiento. En este periodo se ha experimentado mucho con las actividades en línea, no sé si vale la pena.”
Regresar a la idea de lo colectivo
Natalia Beristain, directora de cine y autora de Los adioses, contó que realizó un cortometraje durante la pandemia en respuesta a una convocatoria internacional lanzada por la productora Fábula, de Pablo Larraín, para filmar un corto de ocho minutos “con las únicas reglas que al hacerlo no rompieran las normas de confinamiento de su localidad”, y dos semanas para filmarlo, ya fuera con teléfono celular o una cámara profesional.
Dijo que participaron cineastas latinoamericanos, asiáticos y europeos, y 17 cortometrajes se agruparon en el compendio Hecho en casa. “Este trabajo es un collage muy interesante y rico porque representa distintas miradas fílmicas de cómo el mundo atraviesa la misma pandemia.”
En su caso filmó Espacios, así lo nombró su hija Jacinta, protagonista del cortometraje, abordó cómo la niña sobrevivió al mundo adulto. “Yo estaba filmando una serie con una producción muy grande de más de 300 personas en una hacienda de Puebla. Se suspendió la filmación por la pandemia, no sabíamos qué estaba pasando, era una especie de tiburón que se acercaba, pero uno no sabía cuándo te iba a morder. Me quedé sin trabajo, me fui a mi casa y calculé que podía sobrevivir mes y medio, pero cuando me llegó la invitación en mayo de 2020 yo estaba aterrada, aislada. Por primera vez en la vida me convocan a hacer un acto creativo con reglas muy claras. Eso me petrificó. El gran aprendizaje de este proceso fue regresar a lo esencial.”
Al referirse a la actividad cinematográfica dice que entiende al cine como “un proceso creativo y colectivo. Este cortometraje me remite a lo básico a cómo contar una historia desde mi casa con los elementos que tengo a la mano y siga siendo un acto colectivo. Participaron mi hija y los vecinos de mi comunidad, ese proceso fue absolutamente liberador, me lleva a cómo pasar del miedo al impulso creativo a regresar a la idea de lo colectivo”.
“Cuando vas a una sala oscura ése es el proceso colectivo del cine, cuando lo vives, lo sientes como los demás espectadores están viendo en la pantalla la película. La parte vital del cine es ese proceso creativo, es decir, no importa el resultado, no importa si vas a un festival, te aplauden mucho, ganas premios, vendes muchos boletos. El corto Espacios me regresó a esa sensación del gozo de lo que uno está haciendo”, concluyó.
Durante su intervención para la clausura del Encuentro, Antonio Lazcano dijo que le conmovía “la generosidad intelectual y cultural con la que se involucraron, cada quien en la medida de sus posibilidades, en la lucha contra la pandemia”. Hizo un balance del ciclo, el cual comenzó “con un recuento muy doloroso de las personas fallecidas, de los daños económicos, de la desestabilización de estructuras, pero se percibe una sensación de optimismo, esencial para salir adelante de una de las peores crisis que ha vivido no sólo el país sino la humanidad en los últimos cien años”.
Asimismo, informó que El Colegio Nacional ha realizado de manera virtual 501 actividades, en las cuales participaron 128 mil 657 personas como auditorio; durante 2021, se han organizado 340 actividades, con un público de 120 mil espectadores en tiempo real. “En este año y medio hemos llevado este mensaje de análisis, de crítica, de aliento, de divulgación, de creación a cerca de un cuarto de millón de público”, concluyó.
Fuente: El Colegio Nacional