La figura de Cuauhtémoc como héroe primigenio se formó en el siglo XIX: Antonio Saborit
El último tlatoani mexica jamás pensó en suicidarse luego de ser derrotado por los conquistadores, afirmó el colegiado Matos Moctezuma
La figura heroica de Moctezuma se forjó en el siglo XVIII, mientras que la de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, aparece en el siglo XIX, señaló el historiador Antonio Saborit al participar en el ciclo “Cuauhtémoc: a 500 años de su muerte”, que coordina el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, miembro de El Colegio Nacional.
Al leer la conferencia “Cuauhtémoc. Héroe primigenio”, el directordel Museo Nacional de Antropología se refirió a la estirpe de anticuarios que comenzó a abordaryrecuperar la figura del emperadormexica hasta erigirla como la de un prócer fundacional de la nación mexicana.
“Los primeros mexicanos en estudiar la historia del siglo XVI en general, y la conquista de México en particular, nacieron en las postrimerías del siglo XVIII e integraron laúltima ronda de lectores formados a la sombra de la Ilustración española. Es toda una generación de anticuarios, y uso con deliberación la palabra anticuarios y no en sentido peyorativo, porque así se llamaban, eso eran”, explicó.
Mientras México vive un “enorme desarreglo político” en las primeras décadas de la Independencia, comentó Saborit, uno de los primeros personajes que aborda a Cuauhtémoc será Carlos María de Bustamante, quien se “empeñó en la construcción romántica” del tlatoani mexica.
“Bustamante sostenía que, hasta ese momento, hacia los años 20 del siglo XVIII, los historiadores habían optado por guardar silencio en torno a la era malhadada y funesta en que dio el último suspiro la aspirante libertad del Anáhuac, una era que, en opinión de Bustamante, se podría ubicar entre el 12 de agosto de 1521, día en que Cuauhtémoc fue hecho prisionero, y su ejecución tres años y medio después, durante la expedición a las Hibueras”.
El abogado e historiador, dijo Saborit,” reprocha a los historiadores, es decir, él no se considera a sí mismo como un historiador, sino más bien como un anticuario , como un letrado, que es el espacio de los anticuarios”. Y citó: “Por la muerte de Cuitlahuatzin, los mexicanos proclamaron a Cuauhtémoc, hijo del emperador Ahuizotl, escribió Bustamante, en su Vida breve del undécimo emperador y el último de los aztecas, como luego lo llamó William Prescott, aunque esto aparecerá más adelante”.
“Fue un príncipe grande, continúa Bustamante, “y si la magnanimidad puede mostrarse en el exceso de la humillación, éste mostró toda la suya luego que lo tuvo prisionero Cortés. ‘Quítame la vida’, le dijo cuando se le presentó, tomándole la daga que ceñía en la cintura, bañado todo en lágrimas.‘Quítamela ya, que no he tenido la dicha de morir por mi patria, sólo te encargo que cuides del buen trato de mi esposa’. Cortés se conmovió, pero aquella conmoción fue momentánea, pues su corazón avezado con la atrocidad y devorado rabiosamente por la infame sed del oro, era incapaz de gustar los dulces y puros sentimientos de la virtud”.
Saborit continuó con la alegórica narrativa de Bustamante: “Hízole a poco a atormentar juntamente con su ministro para averiguar dónde tenía oculto el tesoro de Axayacatl aplicando fuego a los pies, pero jamás pudo averiguar este secreto. La magnanimidad de la derrota y el interés en el tormento colorearon dramáticamente el primer manto que Bustamante impuso sobre los días contados del ex monarca preso”.
También el escritor estadounidense Robert Charles Sands abonará al relato épico: “White, Gallaher, & White, una firma estadounidense aparentemente atenta al creciente interés en México por el siglo XVI, saturó su mercado capitalino con una edición masiva de este llamativo título: Historia de México escrita por su esclarecido conquistador Hernán Cortés, salida en 1828 de la imprenta Vanderpool & Coal, cita en la ciudad de Nueva York”.
El libro, “en realidad contenía las cuatro Cartas de relación de Cortés, tal como las editó el obispo Francisco Antonio Lorenzana, precedida por un amplio ensayo biográfico sobre Cortés escrito por Robert Charles Sands y traducido al español Juan Manuel Domínguez. Sands, al igual que Bustamante, tenía bien leídas las obras de Antonio de Herrera, Bernal Díaz del Castillo, Andrés de Guevara, Bartolomé de las Casas, Antonio de Solís, Francisco Javier Clavijero y William Robertson. Pero él, Sands, a diferencia de Bustamante, había llegado a Las cosas de España por la vía de narradores y ensayistas estadounidenses como Washington Irving y George Thicknor, asociados, estos últimos abiertos a la aguda respuesta romántica, al omnímodo racionalismo del siglo de las luces”.
Sands, describió Saborit, se refirió a la marcha de Cortés, acompañado del tlatoani y con otros nobles mexicas, a las Hibueras y la supuesta traición que maquinan, lo que derivará en el juicio sumario del conquistador hasta acabar con la vida de Cuauhtémoc. Y citó al autor: “La historia nos refiere que la ejecución de Cuauhtémoc estuvo por mucho tiempo grabada en la mente de Cortés y que lo atormentaba, tanto en medio de las escenas de peligro y dificultades como en medio del reposo después del triunfo”.
Saborit estableció el paralelismo de ambos relatos: “La figura de Cuauhtémoc en Bustamante aparece supeditada a la libertad recobrada por la revolución independentista. ¿Recuerdan el título de la obra de Bustamante? Cuadro histórico de la revolución de la América mexicana. En cambio en Sands, Cuauhtémoc es un monarca destronado que crece en el tormento y es justo en el cautiverio, en cuya condición soporta la insidia de terceros, con irónica reserva ante sus propias creencias y sentimientos, y en la muerte asciende a la simbólica condición del último de su raza”.
Cuauhtémoc nunca pensó suicidarse
A la pregunta del público que asistió al Aula Mayor de El Colegio Nacional sobre si alguna vez el último emperador mexica contempló quitarse la vida, el colegiado Eduardo Matos Moctezuma afirmó que la concepción española y la que imperaba en Tenochtitlan acerca de la derrota eran totalmente diferentes por lo que el tlatoani jamás pensó en suicidarse.
“Evidentemente son dos formas de pensar muy diferentes, la de los conquistadores con todo su concepto cristiano, el Medioevo europeo, frente a la cosmovisión muy diferente, en la cual, este pasaje que es crucial, en que Cuauhtémoc es hecho prisionero”.
Hemos puesto hincapié, dijo Matos, “en que nunca se rinde, pese a que Cortés lo conmina a que lo haga, nunca se rinde sino hasta que ya es capturado, entonces no, no está pasando en ese momento por su mente suicidarse, al contrario, dice ‘he combatido’, conforme a las palabras que Bernal Díaz señala, que Cuauhtémoc dijo ‘he hecho lo posible en defensa de mi ciudad y ya no puedo más, por lo tanto, toma el puñal que tienes en el cinto y mátame luego con él’, pero lo que yo siempre he dicho es que no es ese el sentido que él está dando a sus palabras”.
Lo que Cuauhtémoc pedía al conquistador, agregó el colegiado, era ser sacrificado. “Era un concepto muy diferente, es decir, soy el capitán de las huestes mexicas, por lo tanto, mi destino, al igual que mis guerreros muertos en combate o hechos prisioneros, esto es lo importante y Cuauhtémoc en ese momento era ya prisionero, lo que se les destinaba era a los prisioneros el sacrificio, por lo tanto, eso es lo que pide el tlatoani”.
Saborit en tanto, se refirió a la publicación que acabó por sentar las bases de la concepción de Cuauhtémoc como héroe primigenio. “En 1843, en su Historia de la Conquista de México, William Prescott volvió a reunir a Cuauhtémoc con el destino imaginado (6:22) por James Fenimore Cooper y terminó por redondear al héroe primigenio”.
“El libro de Prescott, traducido inmediatamente en español por José María González de la Vega, anotado críticamente por Lucas Alamán, y colmado de correcciones por José Fernando Ramírez, les cayó muy mal en México la salida de este libro, pero lo tradujeron y lo publicaron en español y lo cundieron de notas para discutir, estos anticuarios, este libro, pero a la postre puso el Zócalo para la plataforma a la que ascendería Cuauhtémoc como héroe primigenio por obra y gracia del arte de nuestras comunidades letradas, nuestros poetas, nuestros narradores, nuestros artistas, durante la segunda mitad del siglo XIX”, concluyó.
Fuente: El Colegio Nacional