La Ciudad de México es un paraíso hídrico que ha sido mal aprovechado: Felipe Leal
El problema del agua en el Valle de México, sostuvieron los panelistas, es de gestión y no de escasez.
El problema del agua en el Valle de México es un tema de gestión y no de escasez, debido a que durante más de 400 años hemos expulsado el líquido vital antes que retenerlo. “En el Valle entran 20 metros cúbicos de agua por segundo, pero expulsamos 50; eso quiere decir que el Valle de México pierde 30 metros cúbicos de agua cada segundo”, sostuvo Manuel de la Peza, promotor de la Alianza por el Agua en Abundancia en la Ciudad de México.
Durante la segunda jornada del IX Encuentro Libertad por el Saber que organiza El Colegio Nacional, De la Peza dijo que la Ciudad de México vive “una situación crítica” en torno al agua, “lo cual resulta bastante absurdo, porque si algo hay en el Valle de México es agua, hay muchísima agua, o sea, no tenemos un problema de escasez”.
En la mesa “Perspectiva técnica: Conversatorio sobre el hexágono del agua”, coordinada por el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional, participó también el arquitecto y paisajista Mario Schjetnan, quien expuso soluciones para devolver el líquido a los mantos acuíferos.
Como preámbulo a los panelistas, el colegiado Felipe Leal recordó que el paradigma predominante durante siglos en el Valle de México “ha sido expulsar el agua para evitar las inundaciones, un enfoque que ha llevado al desequilibrio en el ciclo hídrico. Hoy se reconoce la urgencia de revertir este modelo y aprovechar el lugar de desechar el agua para garantizar su disponibilidad a largo plazo”.
Asentada sobre una cuenca naturalmente abundante en agua, dijo, la Ciudad de México es un paraíso hídrico al que se le ha dado mal uso, por esta razón, ahora tenemos que “enfrenta un desafío que parece contradictorio: la escasez de agua para millones de sus habitantes, cuando tenemos millones y millones de litros que no se están aprovechando o son inequitativamente distribuidos”.
“Hemos tenido periodos en el estiaje de sequía muy fuerte, hay zonas de la ciudad que no tienen agua, que no están abastecidas de agua, y, de pronto, como lo hemos visto en esta temporada de lluvias, inundaciones realmente complejas en asentamientos inadecuados, o que no cuentan con infraestructura para su canalización”, explicó.
De acuerdo con Manuel de la Peza, la Ciudad de México tiene un promedio anual de lluvia de 750 milímetros de agua. “Si bien tuvimos un año malo en 2023, que fueron nada más 458 milímetros, este año, hasta octubre, ya llevábamos más de 700 milímetros; el agua va a seguir llegando, tendremos épocas con menos agua, o con más, pero de nada sirve si la seguimos expulsando”.
“Tenemos un promedio anual de 750 milímetros de agua, lo cual representa 330 litros diarios por habitante. Yo creo que a cualquiera de ustedes le sonaría que es bastante agua”. El problema, abundó, es que el balance hídrico del Valle está roto y depende de otras cuencas que estamos afectando.
“El agua que traemos por el sistema Lerma Cutzamala, su destino en realidad era el lago de Chapala, en Jalisco, que ya presenta problemas en sus niveles y, desde luego, presas como la de Valle de Bravo y la de Villa Victoria, que han perdido hasta el 80% de su embalse, ahora se está recuperando un poco, pero es un problema”, expuso.
Afortunadamente, consideró, “tenemos un marco normativo que es positivo; sin embargo, la pregunta es si están actualizados los reglamentos, y si se operan”. En la Constitución Política de la Ciudad de México, por ejemplo, se estipula la obligación de captar el agua de lluvia y utilizarla; otro ejemplo es la Ley de Derecho al Acceso, Disposición y Saneamiento del Agua de la Ciudad de México, que contempla incentivos fiscales para que los constructores implementen sistemas de captación, de cosecha y de infiltración del líquido.
En ese contexto, señaló, “el reto es que hemos tenido presupuestos históricamente insuficientes; si bien subió un poco en 2023 volvió a bajar en 2024 el presupuesto de Conagua. La recomendación de los expertos anda arriba de 160 mil millones de pesos (anuales) que deberían invertirse, aunque quiero decirles que el World Resources Institute plantea que los países deberíamos estar invirtiendo por lo menos el 1% del PIB en obras de agua y saneamiento”. Lo que equivale, para el caso de México, alrededor de 360 mil millones de pesos en agua anualmente.
De la Peza consideró que se trata de un asunto político, que ha sido incorporado en el discurso oficial: “La nueva jefa de gobierno, Clara Brugada, está planteando cambiar este paradigma; le está dando mucha importancia a que restablezcamos este balance hídrico devolviéndole al subsuelo el agua que extraemos, lo cual es un gran reto. Las señales son buenas: se ha creado la Secretaría de la Gestión Integral del Agua y ya hay un gabinete del agua que implica a la Ciudad de México, junto con el Estado de México, Hidalgo y Morelos y la Conagua”.
Recurso desperdiciado
Tanto Manuel de la Peza como Mario Schjetnan promueven lo que denominan el ‘Hexágono del agua’, una fórmula que incluye seis puntos para trabajar en torno al equilibrio hídrico del Valle de México: el manejo de bosques para la siembra del agua; la captación de lluvia a gran escala; la infiltración al acuífero; el reciclaje y tratamiento del agua; la reparación de fugas en la red de distribución y la sostenibilidad fiscal y la equidad del sistema.
Para Schjetnan resulta urgente cambiar el paradigma de sacar el agua de la Ciudad de México a través del drenaje profundo y cambiarlo por inyectar del vital líquido los mantos acuíferos. El arquitecto expuso el caso de la Cuenca de Dolores, una extensión de 432 hectáreas que se ubican en la 3ª Sección del Bosque de Chapultepec y sus alrededores.
“En esa cuenca, actualmente, a pesar de que se hicieron muchas cosas en Chapultepec, esto no se hizo. Existe una poca retención de agua en las cañadas; la mayor parte de la infiltración es solo superficial. Es decir, que cae el agua, esa agua va hacia las cañadas, muy poca agua se infiltra y se va por todo el sistema de cañadas”.
Con un desnivel de 180 metros, el agua fluye a lo largo de 2 mil 700 metros hasta llegar a la Presa de Dolores, “que se construyó en los años 60, pero que está semiabandonada, es una presa que no retiene mucha agua”. Lo lamentable, es que los excedentes del agua se van al drenaje profundo a través de un pozo de 300 metros de profundidad que se localiza bajo las instalaciones del Museo del Niño.
Schjetnan dijo que, junto con otros investigadores, se han identificado al menos 16 puntos potenciales en la Ciudad de México para la construcción de represas que permitan retener e infiltrar el agua pluvial al acuífero. Posteriormente, se refirió a la construcción del Tecnoparque de Azcapotzalco, donde trabajó como promotor inmobiliario.
Se trata de un terreno de 140 mil metros cuadrados de oficinas y de talleres de alta tecnología, donde se fabricaron techos especiales que, en 24 horas, inyectan el agua de lluvia a los acuíferos a través de tubos a 80 metros de profundidad.
“En una azotea de mil metros cuadrados, durante una tormenta, se podrían cosechar 46.45 litros por segundo, en una hora de tormenta se cosecharían 162 metros cúbicos. Las aguas de la precipitación se captan en coladeras y se conducen por tuberías hacía filtros de primeras lluvias, para posteriormente almacenarse en cisternas. Para depositar el agua de un día de tormenta, de la azotea de mil metros cuadrados, se requiere una cisterna de 162 metros cúbicos”, explicó.
De acuerdo con sus propios estudios, por cada mil metros cuadrados de espacio destinado a retener agua de lluvia, se requiere un millón de pesos. “Eso puede sonar fuerte, pero se puede reducir fiscalmente en 10 años. Entonces, en el centro comercial, la universidad, la escuela, el hospital, el conjunto habitacional, etcétera, prácticamente no pinta en el costo total de la obra”, dijo.
Fuente: El Colegio Nacional