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Freud dotó a la crítica literaria de instrumentos valiosos para interpretar la vida y obra de los autores

Para el crítico puede ser muy fácil hacer diferentes inferencias cuando se estudia la literatura viniendo de un mundo imantado por el psicoanálisis

“La crítica nunca es ajena al ambiente cultural y menos aún en el caso de un hombre como (Sigmund) Freud”, reconoció Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la conferencia “Psicoanálisis y literatura, 2. El desenlace”, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX.

Durante la conferencia, celebrada de manera presencia en el Aula Mayor de la institución, y transmitida a través de sus redes sociales, el especialista recordó que se ha hecho referencia a Freud como un gran crítico cultural, lo que antes se llamaba un moralista, en especial por ser “un estudioso del hombre como proyección de su sociedad”.

“Todos los libros de teoría de la cultura que escribió Freud son de una enorme riqueza para analizar la cultura del siglo XX, para analizar al propio Freud y de ahí se desprenden cosas muy interesantes que la crítica literaria ha aprovechado con diversos grados de éxito”.

En ese sentido, el colegiado evocó a Harold Bloom y su libro El canon occidental, cuyo capítulo dedicado al psicoanalista lo empieza con una reflexión: “así como no hubo sacro imperio romano germánico —porque aquello no fue ni sacro, ni imperio ni romano ni germánico—, no había crítica literaria freudiana, porque no es crítica, ni es literaria ni es freudiana”.

Sin embargo, para Bloom, Sigmund Freud no tenía del todo la culpa de los desarrollos que hicieron tanto los psicoanalistas estadounidenses o los psicolingüistas del estilo de Lacan: Freud fue muy prudente a la hora de aplicarle al psicoanálisis su pasión estética, porque como dice Paul Ricoeur, “si había dos cosas muy importantes en Freud era su obstinación por desterrar a la religión del hombre moderno y sustituirla por la ciencia, y su profunda emoción estética”.

“Ello lo llevó a fundamentar en la literatura varias de sus afortunadas o muy desafortunadas incursiones en la mitología”.

La construcción de una crítica

Durante su conferencia, Christopher Dominguez Michael aseguró que la presencia del psicoanálisis en la crítica literaria resultó devastadora, al producir lugares comunes o tópicos, mucho de ello reflejado en sus discípulos directos, quienes “fueron bastante torpes en la aplicación inmediata de los valores freudianos, de toda su galaxia, aplicada a escritores”.

“Desde luego, los escritores más escabrosos, como el propio Dostoievski o Edgar Allan Poe de inmediato fueron enviados al diván. El terrorífico mundo de Poe fue un escenario perfecto para que una de las discípulas de Freud, la princesa Marie Bonaparte, escribiera un texto bastante lamentable que, en todas partes, encuentra falos y castración. Una lectura muy primitiva de un mundo tan interesante y tan importante para la modernidad”.

En ese sentido, más allá de reconocer la importancia de Freud para la literatura y, sobre todo para la crítica literaria, la personalidad de Freud ha sufrido un fuerte menoscabo, al grado de que “se han escrito verdaderos ejercicios de demolición de su vida y de sus obras, muchos de ellos bastante atinados, aunque no me preocupan demasiado”, resaltó el crítico literario, “porque la mirada psicoanalítica, o freudiana, más precisamente, sobre la obra de arte y la expresión literaria es muy significativa y muy influyente —como lo ha sido para bien y para mal el psicoanálisis— sobre el siglo XX y lo que va del XXI”.

Asuntos como “la dudosa eficacia terapéutica del psicoanálisis o la nula o escasa cientificidad de ese método”, no lo invalidan como una forma novedosa, y a la vez no, de acercarse a la obra literaria, en particular a partir de la aparición de la interpretación de los sueños, hacia 1900, justo la época en la que comenzaba a darse una reacción académica muy fuerte contra lo que llamaban, de manera peyorativa, “crítica biográfica o crítica impresionista, y la principal víctima de los ataques fue el crítico francés Sainte-Beuve”.

“A él se le acusaba de construir una crítica literaria basada en la persona, en la biografía de los autores y no en la obra en sí. Ya se habían dado intentos por alejarse de ese tipo de crítica, tanto en la filología como en la propia literatura francesa.

“La gran protesta contra Charles Augustin Sainte-Beuve, los desarrollos positivistas y naturalistas que trataron de sustituir su apreciación impresionista de la obra literaria, vinieron del propio ambiente de la poesía, del simbolismo y del decadentismo, donde la doctrina del arte por el arte, bautizada así por Gautier, y encarnada equívocamente en la obra de Baudelaire, hablaba que lo importante no era la personalidad de quien escribía o de quien hacía poesía, sino la obra en sí”.

En busca de nuevas formas, los universitarios franceses hicieron esfuerzos por separar lo que Sainte-Beuve había confundido y trataron de examinar las obras sin negar del todo al sujeto como creador de la obra, pero sin centrarse en este objeto, y limitaron lo más que pudieron la intervención del autor.

“Cuando nosotros leemos los textos sobre literatura de Freud, dos de ellos muy particulares: el largo estudio sobre el libro Gradiva. Una fantasía pompeyana, de Wilhelm Jensen, y su texto sobre Dostoievski, nos encontramos con escritos en los que no hay muchas sorpresas, serían un ejemplo más de la crítica biográfica:

“De Dostoievski ya se sabía demasiado de su vida para encontrar en sus obras un reflejo de su alma atormentada. En el caso de Jensen es el propio Freud quien nos explica que va a hablar de una cosa que no había hecho antes: los sueños, no de un paciente recostado en su diván, sino los sueños que sueñan los personajes de Jensen en la Gradiva”.

De acuerdo con Domínguez Michael, resulta obvio que Freud, con su particular conocimiento o nominación del inconsciente, el subrayar que se trataba de un inconsciente dinámico, fue su gran contribución, porque el inconsciente ya se conocía, estaba en la herencia romántica y dotó a la crítica literaria, a lo largo del siglo XX de instrumentos muy valiosos para interpretar tanto la vida de los autores como la obra de arte.

En ese sentido, se estableció una carta de naturaleza: cualquier persona que escribe la biografía de un escritor y pretende relacionar su vida, en algún grado, con la obra que escribe, sea poeta o sea novelista, se hace preguntas freudianas de alguna manera: por ejemplo, cómo era el mundo familiar del autor o cuál era la relación con su padre.

“Todo lo que son datos biográficos, sobre todo si son escabrosos en la vida de un escritor, se vuelven —en casi cualquier ensayo, excepto en aquellos de los años 60 y 70 que rechazaron toda injerencia de la vida del autor en la obra— una práctica común. Los críticos literarios, con cierto cuidado, intervienen en las obras de arte usando lo que saben, o no, de la vida de un autor”.

Por lo general, la crítica suele usar materiales que vienen de la “vulgata freudiana”, que no es la única, pero es la perseverante en la manera de contar una vida. Es extremadamente popular, “por eso la llamo vulgata”: está muy cerca de casi toda persona instruida, aunque no haya leído directamente a Freud.

“Un ejemplo de ello es que los últimos meses he estado trabajando en la relación entre el propio Sainte-Beuve y Baudelaire, que fue muy difícil, en la que éste último lo admiraba mucho y tal parece que el primero no. Para alguien como yo, se estableció de manera obvia una serie de relaciones que hice sin darme cuenta, de manera casi inmediata: me pareció evidente que el padre de la crítica francesa era buscado por un joven poeta desprotegido en el papel de una figura paterna”.

Daba la casualidad, destacó el colegiado, que el padre de Baudelaire murió cuando era muy chico y él fue adoptado por un militar “bastante malhumorado y un horrible padrastro”, al grado que en la revolución de 1848, la fugaz participación revolucionaria de Baudelaire consistió en salir a la calle y decir “fusilen a mi padrastro”, quien que estaba metido en las operaciones represivas del régimen.

Al final, en el manuscrito de Domínguez Michael se establece que es un cliché obvio “para toda persona educada en la irradiación del psicoanálisis”, pero que no deja de ser poco útil para lo que puede averiguar sobre el poeta y el crítico.

“Es muy fácil hacer esta clase de inferencias cuando se estudia la literatura en un mundo imantado por el psicoanálisis; de la misma manera que las inferencias que provienen del marxismo se cuelan con mucha facilidad en autores que no son marxistas, incluso si son antimarxistas”.

Fuente: El Colegio Nacional