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Frente al desierto alimentario, Oasis Urbanos: el caso de BCS

Dra. Paola Magallón Servín (Cibnor)

Baja California Sur, tiene una gran riqueza cultural, de paisaje y una gastronomía llena de color, cultura, serranía, costa y con una fuerte influencia de todos los pueblos migrantes que la componen. Una de las variables que influye mucho en lo que comemos es su disponibilidad. En este sentido, todos los alimentos que son usados por una región siguen un circuito alimentario y este define su disponibilidad. Los circuitos alimentarios inician en el lugar donde se producen los alimentos y continua con los procesos de postcosecha, empaquetamiento, intermediarios, mercados, hasta que llega al cliente. En otras palabras, un circuito alimentario es la red de producción, distribución y consumo de un alimento. Esos circuitos son muy importantes porque definen el cómo llegan los alimentos al consumidor, así como la inocuidad y la accesibilidad de estos. La accesibilidad de un alimento se compone de dos variables, la primera es la disponibilidad del alimento (su presencia física) y el costo del alimento. Juntas estas variables permiten establecer que tan accesibles ó no son los alimentos para su consumo en diferentes sectores de la población.

En BCS los circuitos alimentarios son complejos, ya que hay una gran industria turística que impulsa a la disponibilidad de ciertos alimentos para poder satisfacer las necesidades del mercado nacional e internacional. Si bien, existen regiones en BCS donde hay importante producción alimentaria, muchos de los productos que se producen en el estado, son de gran calidad por lo que están cotizados en los mercados de exportación, como la fresa, el chile, el espárrago, entre otros. Así mismo, con un gran litoral, BCS se destaca por su gran variedad de productos marinos, que son referencia internacional. Esta cotización de los productos alimentarios de BCS hacen que su costo sea elevado y que no estén al acceso de toda la población, especialmente aquellos que sufren vulnerabilidad alimentaria.

En un estudio realizado por el proyecto “Sistema agroacuícola integrado sostenible e incluyente para comedores comunitarios en zonas urbanas y peri-urbanas “Un nuevo modelo para lograr la soberanía alimentaria en México” (PRONACES CONAHCyT) del CIBNOR. Se analizó el acceso de diferentes alimentos de la canasta básica y se encontró que la mayoría de dichos alimentos provienen de otros estados como Sinaloa, Sonora, Nayarit, Guadalajara, Michoacán, entre otros. Por lo que los circuitos alimentarios son de importación de alimentos, afectando su precio y disponibilidad, es decir su accesibilidad. Así mismo, también se pudo identificar una gran densidad de desiertos alimentarios, estos son definidos como zonas geográficas (colonias, barrios, zonas de la ciudad) donde hay una baja oferta de alimentos sanos y saludables, es decir su accesibilidad es baja. Al mismo tiempo, en estos desiertos alimentarios existe una gran densidad de pantanos alimentarios, es decir tienditas de conveniencia que tienen una gran oferta de alimentos ultraprocesados y una baja oferta de alimentos sanos y saludables. Estas dos condiciones persistentes en las urbes de BCS tienen un impacto en la posibilidad de adquirir alimentos sanos y saludables por parte de la población más vulnerable, dentro de la cuál encontramos la población infantil, ya que su nutrición es pieza clave en su desarrollo físico, académico y psicoemocional.

De acuerdo con la Ley General de la Alimentación, Sana y Adecuada (LGAAs) publicada recientemente en el DOF, se considera que una alimentación adecuada se define como el consumo de alimentos nutritivos, suficientes y de calidad que satisface las necesidades de una persona en cada etapa de su ciclo vital, adecuado a su contexto cultural y que posibilita su desarrollo integral. En el caso de los niños encontramos diferentes tipos de malnutrición, dentro de las cuales se encuentran diferentes impactos, de acuerdo con la ONU, UNICEF y FAO, una de las formas más prevalentes de la malnutrición infantil en niños entre 1 y 12 años, es el hambre oculta o hambre invisible. Este tipo de malnutrición es difícil de identificar ya que ocurre cuando no se cumplen los requerimientos específicos de vitaminas (A, D, E, K) y micronutrientes (Fe, Se, Zn, entre otros). Este tipo de hambre invisible sale del sentido estricto que conocemos del hambre, esta ocurre cuando hay deficiencias subclínicas de nutrientes relevantes para tener una salud infantil adecuada. Esta hambre invisible es más presente en regiones y poblaciones donde la dieta es poco variada o cuando ciertos sectores de la población no pueden adquirir alimentos sanos, nutritivos y variados en cantidades adecuadas.

De todo el sector infantil, en BCS, hay un grupo de niños que se encuentran particularmente más vulnerables, hablamos de los niños migrantes. Estos niños migran a la entidad, buscando con sus familias una mejor vida, bienestar y la promesa de alcanzar la frontera norte. La realidad es que muchos de ellos no tienen acceso a programas estatales y federales o incluso a la escuela, ya que se ubican en las zonas de invasión de las ciudades de BCS que han crecido mucho su relevancia en el sector turístico y de la construcción. Estos pequeños y sus familias se ubican en su mayoría en desiertos y pantanos alimentarios, por lo que su alimentación suele ser poco diversa. Aunado a esto, muchos tampoco tienen acceso a la salud pública, lo cual hace todavía más difícil su atención por parte del Estado. A pesar de esto, cabe resaltar la gran labor de diferentes líderes comunitarios, como la Sra. Patricia Rivapalacio y Delmar, la cual inició con un comedor comunitario muy sencillo en la región de Caribe Bajo en BCS y ahora ha creado un oasis alimentario, participando con diferentes proyectos y creando un espacio de nutrición, educación y amor para más de 80 niños de origen migrante en nuestro estado. En estos espacios la Sra. Paty ha cambiado la vida de todos estos niños, enseñándoles a comer, leer y agradecer las manos que producen y cocinan los alimentos.

La otra heroína de este comedor es la Sra. Yare, la cual, con una organización magistral, logra cada día hacer platillos llenos de verdura y amor con el presupuesto con el que cuentan. También tenemos a otras heroínas como Rubí Olvera Pérez, que está impulsando un hermoso proyecto en Todos Santos, para proveer de alimentos a niños dentro del CAM y para madres solteras y sus pequeños. Nosotros como grupo de investigación hemos aprendido en gran manera de la labor que ellas hacen todos los días, sin días de descanso para cambiar la realidad de esos niños invisibles en BCS, luchando con el hambre invisible para crear espacios con infancias más nutridas, más educadas y más felices.

Fuente: elsoldemexico.com.mx