Para el arquitecto mexicano, “mientras la humanidad exista logrará crear espacios que desarrollen los sentidos y propicien el erotismo”
Durante la mesa “Arquitectura y erotismo”, el colegiado y arquitecto Felipe Leal evocó las utopías de espacios dedicadas al erotismo que se produjeron en el siglo XVIII, lo que llevó a escritores, arquitectos y pensadores a responder a la situación elaborando propuestas y proyectos; entre los más destacados se encontraban Nicolás Edme Restif de la Bretonne, el arquitecto Claude-Nicolas Ledoux y el Marqués de Sade.
“Los tres compartían el culto al placer y a la creación de un espacio para poder disfrutar de forma libre. Confiaban en la capacidad transformadora de la arquitectura, de los edificios, ya fuera para el control reformista de las costumbres o para la absoluta liberación”, señaló durante la sesión, celebrada de forma presencial en el Aula Mayor de la institución, en la que también participaron el colegiado Eduardo Matos Moctezuma, la escritora Rocío Barrionuevo y el artista Brian Nissen.
La comprensión de la arquitectura como una extensión orgánica de nuestro cuerpo, y la comprensión de la arquitectura como una zona erógena es fuente, por tanto, de placer sexual, y ese es el legado principal que se encuentra al leer los escritos del arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa, quien hablaba del deber de la arquitectura para re-erotizar, re-ritualizar el espacio, conceptos prácticamente sinónimos.
“El sexo tiene mucho de rito, de fiesta de los sentidos, el principio de la relación sexual es gradual, a veces incierto, como lo es un proyecto arquitectónico: el final puede resultar explosivo, la culminación que, si se hace bien, siempre será gratificante”.
No cabe duda de que el erotismo y el rito generan espacios sensuales, comentó Felipe Leal: rito como dignificación de nuestras conductas cotidianas, rito como significación del sexo, como vehículo de un erotismo, de una sensualidad que tiñe toda nuestra manera de comportarnos en ese interior, donde el espacio no sólo es algo que te rodea, sino que puede penetrar en tu interior en momentos que dejan huella para siempre.
En 2017, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, presentó la exposición 1.000 m2 de deseo. Arquitectura y sexualidad, un muestrario de espacios pensados para el goce a lo largo de los últimos tres siglos, en el cual se documentaron dos obras del arquitecto austriaco Adolf Lutz, bajo el signo de lo erótico: una, la casa parisiense pensada para “la diosa de ébano”, Josephine Baker, con una piscina dispuesta con tal arte, que los huéspedes y visitantes pudieran observar, desde todas las partes de la casa, las evoluciones en el agua de la bailarina.
La otra pieza es el dormitorio que Lutz diseñó para su esposa Lina, forrado todo el techo, el suelo, las paredes y la cama como una piel peluda, “como un estuche de joyas para la preciosa Lina, piezas que invitan a pensar en cómo el espacio construido condiciona el deseo y cuánto ese deseo está solamente inducido y cuánto es libre y espontáneo”.
Las organizadoras propusieron invitar a las visitantes de la exposición a pensar en cómo vivimos la sexualidad y qué espacio y qué tiempo le dedicamos a nuestro deseo. Entre obras de arte, ediciones, instalaciones, maquetas y espacios reconstruidos, los curadores de la muestra establecieron vínculos por encima de los siglos y sugieren parentescos inesperados.
“Destacan las ciudades utópicas que postuló Charles Fourier, en 1772, quien creyó descubrir que existe una ley de la atracción pasional, un fluido o energía erótica que conecta la totalidad del universo y las pasiones humanas, desdeñando instituciones como el matrimonio, la familia y el orden laboral jerárquico imperante, y propuso un minucioso programa alternativo de desarrollo económico y transformación social, que se basaba en el reconocimiento de todas las pasiones individuales, salvo que fueran dañinas para el prójimo y su satisfacción total”.
Así, a la luz de nuestros días, podemos decir que “mientras la humanidad exista, logrará crear espacios que desarrollen los sentidos y propicien el erotismo”.
La sexualidad en el mundo prehispánico
Al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, también miembro de El Colegio Nacional, reconoció que uno de los más destacados cultos que había en la antigüedad se refería a la fertilidad, una relación muy importante, porque los pueblos prehispánicos “veían cotidianamente cómo la lluvia regaba los campos, era el semen divino que fertilizaba a la madre tierra, que a su vez recibía esa agua y hacía que brotaran los frutos que iban a alimentar a los individuos”.
“Imagínense la importancia que esto representaba: era todo lo relacionado con la vida. Esto que ellos observaban del crecimiento de las plantas, de cómo había una temporada de lluvias en que todo crecía, fertilizaba, y una de secas en que todo moría, lo llevó a captar esa dualidad de vida y muerte”.
El colegiado puso como ejemplo al Templo Mayor, formado por dos edificios, con dos escalinatas con acceso a la planta alta en la que están sendos adoratorios, uno a Tlaloc, el dios de la lluvia, relacionado con la fertilidad, y el templo de Huitzilopochtli, dedicado a la guerra, al Sol, a todo este aspecto que conformaba la dualidad vida-muerte.
“En toda Mesoamérica vemos vestigios, mediante expresiones cerámicas o escultóricas relacionadas con la fertilidad. Todo este culto a la fertilidad tenía sus referencias en todas estas manifestaciones que iban desde la arquitectura hasta las expresiones cerámicas”.
Pero también se pueden encontrar toda esta relación en sus mitos. Había un culto fálico en el mundo prehispánico y lo vemos muy evidente entre los mayas. Se ven falos que se han encontrado en uno de los principales sitios mayas, en Uxmal, del año 800-900 de nuestra era.
En Chichen Itzá se cuenta con un acceso al llamado Templo de los Falos: en las cenefas hay representaciones de algunos de ellos, pero también lo vemos en el interior del edificio, en donde los tenemos tallados en piedra. Esto es una pequeña muestra, “con esto vemos cómo la arquitectura también expresa y tiene relación con esto”.
“Para el mundo prehispánico, la matriz, este elemento tan importante para dar vida, se simbolizaba en el caracol: un elemento que tiene vida en su interior y que habita en el agua; estos elementos son muy importantes y ellos consideraban que el caracol era una matriz”.
La cueva es otro simbolismo: era un lugar que se consideraba como una matriz que paría pueblos, aunque también se le veía como una entrada al inframundo, al lugar de los muertos, con lo que vemos otra vez vida y muerte; asimismo, tenemos a las ollas, que se consideraban matrices: se recopilaba agua o se guardaban semillas. “En sí era una representación de la matriz”, destacó Matos Moctezuma.
Arquitectura y percepción
El artista Brian Nissen definió al erotismo como la expresión de un deseo corporal filtrado a través de la imaginación; por ello, si hablamos de una arquitectura erótica, nos referimos a una arquitectura sensorial, a espacios que seducen, que producen empatía, “capaz de potenciar la percepción, los sentimientos y crear un aura de sensualidad al entorno”.
“Cuando la gente piensa en arquitectura erótica, suelen asociarlo primero con los templos de Khajurajo, en la India, cuyas fachadas están repletas de elegantes esculturas sagradas que representan figuras copulando en una apreciable variedad de posturas; sin embargo, debemos tener en cuenta que lo que observamos no es arquitectura erótica, sino escultura erótica. Al prescindir de estas esculturas, los edificios que las sostienen no tienen ningún atributo erótico en particular”, explicó el escultor.
Como un ejemplo de la percepción en esta relación, Nissen mostró la imagen del edificio que alberga al Ministerio de Salud, en Turkmenistán, cuya forma escultórica podría verse como una obra de arquitectura sugerente y erótica. “Ciertamente no hubo ninguna intención ni pensamiento erótico en su diseño, pero visto desde cierto ángulo podría interpretarse como una imagen sensual. Es cuestión de percepción”.
En ese sentido, nuestra relación con la arquitectura se basa en la sensación del cuerpo respecto a su ámbito, pues a medida que nos movemos, los efectos de gravedad, equilibrio, profundidad, distancia y escala engendran impresiones, sentimientos, reacciones físicas y emotivas: “Es útil ver cómo diferentes periodos históricos han generado estéticas arquitectónicas que encarnan los estados de ánimo, deseos y sensibilidades de su época”.
“En nuestro mundo moderno, con sus cambios vertiginosos, estas sensibilidades se han visto mejor expresadas en los elementos sensuales de tres etilos principales: el art noveau, el art deco y el minimalismo”, aseveró Brian Nissen.
Para la escritora Rocío Barrionuevo, la literatura erótica es un sinfín de aventuras, de imaginación, a veces en demasía, en donde todas estas alcobas “a las que he entrado a través de la literatura son espacios diseñados para cerrar la puerta y enloquecer con todas las fantasías posibles”.
Durante su conferencia, se preguntó: “cuándo se diseña la casa de nuestros sueños, ¿en nuestra imaginación se piensa en dónde se tendrá sexo?, porque la mayoría de las ocasiones se piensa en la cocina, en los baños, en los acabados, pero nunca he escuchado que se diseñe la recámara, las paredes o las ventanas en donde se tendrá sexo todo el tiempo”.
Una de las principales épocas en las que no sólo se imaginó ese espacio, sino una casa entera, fue en la Francia del siglo XVIII, cuando surgieron las petits maisons, unas casas pequeñas que se habían construido nada más para las diversiones eróticas y en todas las habitaciones se encontraban muebles diseñados para “esa diversión voluptuosa”, añadió.
“La separación entre la religión y la moral se da porque los aristócratas libertinos empezaron a notar que los ateos vivían existencias muy virtuosas, mientras las personas que pertenecían a la religión católica eran capaces de cometer crímenes terribles; entonces decidieron dejar de seguir al clero y a la religión, en lo que tuvieron mucho que ver los libertinos y la literatura que crearon, muy pasada de tono, muy erótica”.
En el libro Las pequeñas casas galantes en Francia en el siglo XVIII, se nos cuenta cómo eran los encuentros de los amantes en estos refugios: primero llegaba la dama, acompañada de un sirviente, y el dueño la recibía con una persona, posteriormente se deshacían de todo el servicio, “porque lo que se iba a vivir en esas casas podía ser una intimidad de dos, aunque a la larga podía convertirse en tres, cuatro, cinco o seis, porque había muchas orgías”, recordó la escritora.
Fuente: El Colegio Nacional