Su legado es un recordatorio urgente: las mujeres aún enfrentamos enormes obstáculos para acceder y permanecer en las carreras STEM
En menos de quince días, el mundo perdió a dos mujeres que marcaron generaciones e inspiraron a cientos de mujeres, jóvenes y niñas: Julieta Fierro, astrónoma mexicana, y Jane Goodall, primatóloga inglesa. Una observaba galaxias, la otra seguía chimpancés en la selva. Ambas compartieron la brújula de la empatía y nos enseñaron que la ciencia también es un acto de generosidad.
Su legado es un recordatorio urgente: las mujeres aún enfrentamos enormes obstáculos para acceder y permanecer en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). En México, sólo tres de cada 10 profesionistas en STEM son mujeres, y apenas 13.5% de las estudiantes universitarias eligen estas áreas. En el mercado laboral, la brecha es aún más dura: de 3.6 millones de empleos STEM, 87% están ocupados por hombres, y cuando las mujeres logran insertarse, ganan en promedio 82% del salario de sus colegas varones.
A esta desigualdad se suman los retos de los cuidados y la maternidad. La ciencia sigue diseñada bajo parámetros masculinos que premian la productividad ininterrumpida, ignorando que muchas investigadoras deben hacerse cargo de hijas, hijos o familiares. Sin políticas de conciliación ni corresponsabilidad, el sistema científico expulsa talento femenino.
Tuve el privilegio de conocer a ambas: Julieta fue mi profesora de astrofísica, rodaba en el suelo imitando la rotación del planeta Saturno y repartía dulces en clase; a Jane la conocí el viernes pasado en su conferencia en la Ciudad de México, de su bolsa sacaba peluches de chimpancés como recordatorio de ternura. Dos gestos que resumen lo que compartieron: la convicción de que la ciencia puede ser cercana, alegre y profundamente humana.
Necesitamos más mujeres en la ciencia no solo por una cuestión de equidad, sino porque cuando ellas participan, cambian las preguntas y también las respuestas. Temas como la salud sexual y reproductiva, la economía de cuidados, la conservación de la biodiversidad o la gestión del agua adquieren nuevas perspectivas cuando son investigados desde miradas diversas. Julieta y Jane nos enseñaron que la ciencia no puede permanecer ajena a la vida cotidiana de las mujeres: debe mirarla de frente para transformarla.
Hoy, al despedirlas, toca continuar lo que iniciaron. Que ninguna niña vuelva a escuchar que “la ciencia no es para ella”. Que la maternidad y los cuidados no expulsen más científicas. Y que, con toda la fuerza de su legado, podamos decir: Que el cielo, las selvas y los laboratorios sean territorios habitables para todas. En menos de quince días el mundo perdió a Julieta Fierro y Jane Goodall, pero en realidad lo que nos dejan es un mapa para el futuro: abrir caminos donde las niñas puedan crecer sin miedo a soñar con la ciencia, garantizar que la maternidad y los cuidados no sean barreras, y reconocer que la mirada de las mujeres es imprescindible para responder a los retos más urgentes de nuestro tiempo.
Su ausencia duele, pero también nos convoca. Entre astros y selvas, Julieta y Jane nos recordaron que la curiosidad es una forma de amor y que el conocimiento sólo cobra sentido si se comparte. Hoy nos toca a nosotras y nosotros continuar su obra con la certeza de que la ciencia con perspectiva de género no es un lujo, sino una necesidad para transformar el mundo.
Fuente: heraldodemexico.com.mx
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