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El trabajo colectivo termina con estigmas para las mujeres indígenas: Gladys Tzul Tzul

El panel previo a la participación de Tzul Tzul contó con la intervención de Tajëëw Díaz Robles, Daniela Rea y Mónica Mayer

Sólo a través del trabajo colectivo, las mujeres indígenas podrán superar el estigma que las encasilla como víctimas o heroínas y tendrán la posibilidad de generar acciones antipatriarcales y anticapitalistas, afirmó la activista y pensadora Gladys Tzul Tzul, miembro de la comunidad indígena de Chuimeq’ena, durante la conferencia de clausura de las jornadas “Violencia, mujer y género”, organizadas en El Colegio Nacional.

En el Aula Mayor de la institución, Tzul Tzul presentó la ponencia “Comunidad, género y violencia” en la que propuso flexionar sobre el género y las relaciones de género “tomando en cuenta esta estructura y este sistema político que se construye a partir del trabajo comunal y de la decisión. Trabajo comunal y decisión como formas de pertenecer y participar en un mundo comunitario”.

La etapa final de las jornadas, realizadas en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y coordinadas por la lingüista Concepción Company Company y la escritora Cristina Rivera Garza, integrantes de El Colegio Nacional, reunió a especialistas y activistas para debatir conceptos como resistencia, género, comunidad y violencia.

Si hablamos de mujeres indígenas y comunidad, señaló Tzul Tzul, “nos acercamos a una comprensión que, como propongo, consiste en una forma particular de interpretar el poder y su ejercicio. Esta perspectiva permite analizar la acción, la lucha y la resistencia de las mujeres destacando su capacidad para intervenir interrumpir y transformar tanto los espacios como las estructuras jerárquicas”. s espacios Al reflexionar sobre la acción de las mujeres indígenas en el contexto colectivo y comunitario de política comunal, Tzul Tzul señaló: “Nos acercamos a lo que en otros textos he definido como acciones antipatriarcales y anticapitalistas”.

En contraste con el espacio capitalista, donde el salario establece jerarquías, desigualdades en función del género valorando el trabajo masculino y desestimando el femenino, el espacio comunitario ofrece “un lugar de problematización fértil. Este contexto permite distinguir y liberarnos, al menos a las mujeres indígenas, de los mitos y las prescripciones que suelen imponerse sobre nosotras”.

¿Víctimas o heroínas?, cuestionó la activista, “esa es una dicotomía en la que todas, especialmente las mujeres, estamos atrapadas. Es un marco casi universal, reforzado por ciertas teóricas e investigativas que privilegiado la visión victimista de las mujeres indígenas o por otro lado, una narrativa que las ensalza por “romper barreras” pese a su origen. Frases como ‘ellas sí pudieron” o ellas sí rompieron, o a pesar de ser indígenas, lograron esto o aquello me las han repetido muchas veces”.

“Ahora tengo 43 años, pero desde que ingresé a la universidad he escuchado comentarios que parecen amables, pero son profundamente irrespetuosos. Y no soy la única. Creo que muchas compañeras han enfrentado estas interpretaciones y mitos sobre la existencia de las mujeres indígenas”.

En el contexto comunitario, explicó Tzul Tzul, el trabajo desafía los roles jerárquicos: “Si el trabajo es lo que produce el bien común y habilita la toma de decisión, entonces esta decisión no puede recaer en un solo género. Se construyen colectivamente a partir del trabajo. De hecho, el trabajo comunal es el argumento poderoso para la interpelación, si todas trabajamos para organizar una fiesta, nadie tiene el derecho de decir yo mando en esta fiesta”.

“Si no hay un acuerdo y no se respetan las decisiones que son la base del trabajo, una de las formas en que he visto a las mujeres intervenir es restirando su labor. Si no hay trabajo, no hay alimentación, no hay fiesta, si después de la organización de la fiesta no hay cuidado, todo se derrumba, todo sale mal. En este sentido, esta acción es antipatriarcal porque impide la concentración del poder en la voz o el cuerpo de una sola persona o de un solo género”, explicó Tzul Tzul.

En el trabajo comunitario, sostuvo, existen las jerarquías, pero no son las mismas que las del patriarcado del salario, “tampoco estamos hablando de formas patriarcales liberales porque, como ya he señaladó, la organización de la vida cotidiana en esta comunidad se basa en la representación colectiva. Por lo tanto, si la organización es colectiva, la acción antipatriarcal también lo es”.

“No existe algo como una heroína individual dentro de las comunidades. De hecho, el juicio por genocidio nos ha mostrado que, si no se hace colectivamente, se cae, 40 años de un proceso judicial no habrían podido ser sostenidos r ni por una ONG, ni una persona individual, ni una organización, más bien, es la comunidad quien lo sostiene. En este contexto, las mujeres son estructurales y centrales porque forman parte del trabajo y es el trabajo lo que habilita la toma de decisiones”, afirmó.

Resistencias, a debate

El mismo título asignado a la mesa “Resistencias” suscitó el debate durante la última jornada del ciclo “Violencia, mujer y género”. El panel, integrado por la investigadora y ensayista mixe Tajëëw Díaz Robles, la periodista y escritora Daniela Rea, y la activista y artista Mónica Mayer, expresó su inconformidad con hablar de resistencia.

“Le pusimos resistencia porque son rupturas, son creaciones. Nos pareció que era el sustantivo que abarcaba la creación, la ruptura, el repensarnos, etc. Ustedes saben que cuando uno organiza un programa académico hay que inventar un título, y al final, yo creo que eso es lo que nos permitió también decir, ‘bueno, no nos gusta’ .Yentonces como está ahí escrito podemos decir por qué no nos gusta”, explicó Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional.

Desgraciadamente, respondió Tajëëw Díaz Robles, “siempre que se habla de luchas de los pueblos indígenas, se aborda en términos de resistencia y muy pocas veces en términos de imaginación, de creación, de qué estamos construyendo, más allá de resistir. Como ya han dicho varias compañeras, estamos cansadas de resistir y creo que también es bastante agotador que siempre te encasillando en esos términos. Pero coincido en que de pronto, para agrupar ciertos espacios y luchas, la palabra funciona”.

Tajëëw recordó que la mujer mixe Sandra Domínguez lleva 55 días desaparecida: “Esperamos que esto sea un llamado que haga eco en las autoridades estatales de Oaxaca, pero también en el país, para que pongan atención a esto casos, porque esas son las cosas cotidianas contra las que se luchan y se resiste”.

Pero, preguntó, “¿cuáles son estas violencias específicas que se ejercen contra mujeres estudiantes o mujeres indígenas académicas? Esto tiene que ver con el extractivismo, con la apropiación de nuestros trabajos, de nuestros conocimientos, y que en muchos espacios académicos se ha señalado claramente que hay muy poca estadística que desagregue datos sobre mujeres”.

Esos datos, consideró, “desagregan mucho menos mujeres indígenas. Así que tenemos poca información sobre las mujeres en la academia, en estos sistemas de investigación, y mucho menos datos sobre mujeres indígenas que acceden a esos espacios. No sabemos si hay una o ninguna”.

“Pero también hemos visto, y en nuestra propia experiencia con académicos, antropólogos, lingüistas, sobre todo por nuestra experiencia más inmediata, que llegan a las comunidades y nos ven como informantes bastante profesionalizadas y capacitadas, y que utilizan eso para poder nutrir sus investigaciones en una situación de inequidad bastante evidente”, señaló.

La artista visual Mónica Mayer también expresó su inconformidad con el uso de la palabra resistencia: “No me gusta porque a través de mi trabajo, lo que quiero hacer, es desarticular al patriarcado. Quiero intervenir, quiero desafiarlo, no estoy resistiendo de manera pasiva; estoy haciendo todo lo humanamente posible, para que cambie, para que sea diferente para mí y para todas las personas”.

Mayer se refirió a algunas piezas incluidas en la exposición que presenta en El Colegio Nacional como parte de las jornadas “Violencia, mujer y género”, donde el arte feminista se muestra como una herramienta poderosa para visibilizar y cuestionar las violencias de género.

Pionera del performance y precursora del arte feminista en América Latina, la artista visual habló de “El tendedero”, una pieza que continúa realizando desde 1978 y que “busca denunciar la violencia hacia las mujeres y crear espacios seguros para compartir nuestras historias y sentirnos acompañadas”.

En ese momento, recordó, “no teníamos ni siquiera la palabra acoso, y explico que su pregunta era: “¿Qué es lo que más detestas de la ciudad?”. Las mujeres le respondían: Pues lo que más detesto es la contaminación”. Ellas les decía: ¿No te choca que te agarren la nalga en el camión? Entonces les decía ‘pues ponlo’. Para que comenzaran a hablar sobre esas problemáticas”.

El método utilizado en la pieza, explicó, empezó a usarse en escuelas: “Las maestras co a utilizarlas como herramienta. Es una pieza interesante porque se ha utilizado en escuelas, como arte y ha servido en Estados Unidos en un tendedero. De hecho, ayudar a cambiar una ley en ese país: utilizaron el proyecto artístico para reunir respuestas, llevarlas a su congreso y lograron que se modificara la ley de consentimiento”.

Por su parte, Daniela Rea se refirió al comentario de Mayer, sobre la inexistencia de la palabra “acoso”, en los años 70. “Me pareció muy importante el reconocer que, por un lado, no tenemos las palabras para hablar de lo que nos violenta, lo que nos duele, lo que nos molesta, lo que no queremos, aunque tengamos toda la certeza de lo que esa palabra desconocida significa en nuestro cuerpo y en nuestra vida cotidiana”.

“Buscar las maneras o las preguntas que nos permitan llegar a eso, que sabemos con certeza, aunque no sepamos cómo se dice, me parece que es algo muy importante y que podemos seguir utilizando en nuestras prácticas”, agregó.

Rea también habló sobre el ejercicio de las maternidades y cuestionó si resistir es el verbo que mejor define el actuar de maternidades obreras, migrantes o buscadoras. “Hay muchas otras cosas obviamente en su actuar, como imaginar, crear, cuidar la vida, sobrevivir, sobrevivir. O sea, muchas veces ni siquiera hay una concepción de algo más potente, que contradictoriamente es muy potente, la potencia de sobrevivir”.

“Pensaba si resistir era el verbo preciso para hablar de los ejercicios que habíamos visto con ellas en maternidades. Y después, ahora que lo pensé, me cuestiono de que estamos entendiendo el verbo resistir”.

La colegiada Concepción Company Company enfatizó: “Resistir no es ser sumisa y abnegada y aguantarlo. Resistir es quebrar, resistir es mostrarte cómo eres. La palabra tiene más de una acepción; como yo lo entiendo, no es sumisión, ni abnegación, ni calladitas te ves más bonita, sino aquí estoy y si no me quieres ver, aquí sigo estando. Es confrontación. Yo creo que resistir es confrontación”.

Fuente: El Colegio Nacional

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