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El sistema de apareamiento entre especies podría ser clave para la conservación ante el cambio climático: Araxi Urrutia

Agregó que la monogamia y la poligamia también dictan la apariencia de las especies, “existen diferencias en la morfología de algunas especies, en particular, hay un dimorfismo (diferencias en tamaño) entre la forma de hembras y machos

“En la naturaleza hay ejemplos de monogamia y poligamia. Los cisnes, por ejemplo, tienen un sistema de apareamiento monógamo. Se trata de una monogamia que puede ser estacional, anual o por periodos de reproducción de la especie”, incluso, hay cisnes que pueden durar toda la vida su pareja, explicó la bióloga Araxi Urrutia Odabachian al impartir la conferencia La monogamia y su evolución en humanos y mamíferos.

La especialista en genética y genómica recordó que los cisnes son una de las especies monógamas que forman parejas de largo plazo y juntos cuidan a sus crías. El león es un ejemplo de poligamia, asociado a un grupo de hembras, controla su reproducción y participa en la protección de las crías. “Los sistemas de apareamiento son cruciales en los aspectos de las especies. No sólo dictan la conducta, también la apariencia de los organismos, tienen una interacción con el cuidado parental de las crías y, en el largo plazo, modifica la morfología y la viabilidad de las especies”.

La sesión formó parte del ciclo Universidades por la ciencia, coordinado por Jaime Urrutia Fucugauchi, miembro de El Colegio Nacional; Dionisio Meade y Araceli Rodríguez, de Fundación UNAM; y Araxi Urrutia, del Consorcio Universidades por la Ciencia. La también especialista en bioinformática señaló que, en las especies poligámicas, en las que un macho tiene acceso a muchas hembras, existe una mayor competencia entre éstos, eso quiere decir que el sistema de poliginia está asociado a una competencia más fuerte entre los machos. En un sistema de apareamiento de poliandria, en el que una hembra tiene acceso a la reproducción con varios machos, la competencia resulta mayor entre las hembras.

Por otra parte, en los sistemas de apareamiento monógamos o de promiscuidad, no existe tanta competencia entre las especies. “Cuando hablamos de la monogamia, en realidad nos referimos a dos opciones: al sistema de apareamiento social, es decir, a cómo se organiza la especie para su reproducción; y la monogamia sexual, es decir, cuántas de las crías son del padre presente en la pareja. En humanos, por ejemplo, tenemos una tasa de crías humanas que no son engendradas por el presunto padre”, lo que ocurre entre un 3% y un 5% de los casos.

La investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM subrayó que los sistemas de apareamiento influyen en muchos aspectos de las especies, por ejemplo, en la conducta. En aquellas especies con mayor competencia de machos existe mayor violencia. O bien, pueden generar mayores conductas de cortejo, por ejemplo, las aves del paraíso. Los machos de estas especies realizan cortejos barrocos que involucran danzas o nidos muy elaborados para atraer a las hembras.

Agregó que la monogamia y la poligamia también dictan la apariencia de las especies, “existen diferencias en la morfología de algunas especies, en particular, hay un dimorfismo (diferencias en tamaño) entre la forma de hembras y machos, por ejemplo, el elefante marino tiene una gran diferencia, el macho es grande y la hembra es pequeña; sin embargo, las marmosetas, primates monógamos, es difícil distinguir al macho de la hembra”.

Incluso, “el ser humano presenta cierto dimorfismo entre hembras y machos, el tamaño promedio de las hembras es ligeramente más pequeño que el tamaño promedio de los machos. En este aspecto, estamos más cercanos a una monografía, es decir, casi del mismo tamaño en ambos sexos, lo cual apuntaría a un sistema de apareamiento monógamo, polígamo”.

Según la experta, Charles Darwin reconoció la selección sexual como fuerza que dicte la evolución de las especies en adición a la selección natural. Por su parte, el biólogo británico Ronald Fisher propuso que la selección sexual debería ser una máquina a favor de la especiación, mediante mecanismos, por ejemplo, dentro de una sola población, las hembras podrían preferir distintas características de los machos, lo que significaría que podrían crear una especiación de una población a lo largo del tiempo.

Detalló que existen estudios que apuntan que las especies más monógamas tienen un desarrollo del cerebro que involucra a más genes, “y esto pudiera ser que esté relacionado con un sistema nervioso más complejo. Parece que, entre más monogamia, mayor tamaño de cerebro”.

Agregó que, no sólo la selección sexual y los efectos de apareamiento tienen un efecto sobre la especiación, también impactan en la especiación y la viabilidad de la especie. “En estos tiempos de deterioro ambiental y cambio climático, en los que los gobiernos y asociaciones deben tomar decisiones con poca información, estos resultados acerca de la fuerza de la selección para reducir carga de mutaciones malas en una población, tomar en cuenta el sistema de apareamiento, conocido en casi todas las especies, podría ayudar a tener una mejor conservación en el medio ambiente”.

En relación con los seres humanos, la científica mexicana sostuvo que, por la diferencia en tamaño entre hembras y machos, “nuestra especie se localiza en el extremo que va hacia la monogamia más que la poligamia. Vemos cierto nivel de dimorfismo en el tamaño, lo que significa que durante la evolución de nuestra especie hubo cierto nivel de competencia entre los machos”.

Comentó que el estudio de la evolución de la especie humana y los fósiles que la anteceden muestran el cambio de dieta, que consistió en el consumo de granos muy duros, lo que provocó el crecimiento de los molares. Además, en los primates, hay un dimorfismo que suele caracterizarse por mayor dimorfismo sexual, es decir, los machos tienen unos caninos más grandes que las hembras, lo que no se puede observar en especies como el Australopithecus.

Lo anterior muestra que, al salir de la selva a la sabana, después de la separación del linaje con el de los chimpancés, el cerebro de los seres humanos se agrandó y se disminuyeron los indicadores de selección sexual. “Lo que se asocia con una disminución muy fuerte de la selección sexual en los humanos y con un sistema de apareamiento monógamo, así como con un cuidado de crías de manera biparental”, concluyó Araxi Urrutia.

Fuente: El Colegio Nacional

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