El sexo, el género y la ciencia genética
Liliana Gray
Exprofesora titular regular de la Cátedra de Mejora Genética de Cultivos- Facultad de Ciencias Agrarias UNJu. y Facultad de Cs. Naturales UNSa.
La mujer y el varón, en tanto ser humano, su cuerpo, constituye un sistema complejo psico – neuro – inmuno – endócrino, que no puede desarticularse ni escindirse, y como tal se lo debe analizar cuando se pretenden establecer algunos conceptos, definiciones, y hechos objetivos acerca del sexo, el género y lo que sería la conducta, o sea la orientación sexual e identidad de género.
El sexo en nuestra especie, desde las ciencias biológicas y disciplinas relacionadas, es un carácter de herencia sencilla determinado genéticamente. Se transmite de los padres a los hijos.
La madre aporta a través de sus óvulos el cromosoma X y el padre aporta a través de los espermatozoides el X o el Y. De la unión de esas dos gametas combinadas resulta XX o XY, quedando determinado el sexo femenino o masculino, respectivamente.
El sexo es binario. Este determinismo biológico es insoslayable y tiene alcances en los cuerpos, se inscribe en los cuerpos, en su sistema, en las características sexuales primarias y secundarias, que los hacen claramente diferentes, condicionando adaptaciones y conductas, desde la concepción de ser un sistema complejo.
Durante la división celular que da origen a las gametas femeninas y masculinas pueden ocurrir errores que alteren el número cromosómico propio de nuestra especie, como algunas trisomías bien identificadas y conocidas, que tienen impactos visibles en el fenotipo de las personas que los portan, o sea, sobre su cuerpo observable, es decir, alcances y consecuencias sobre el cuerpo y su fisiología, que afectan la salud psicofísica del nuevo ser.
Más que una genitalidad
La expresión generalizada que refiere a «el sexo asignado al nacer», es un término de tipo legal-administrativo, que define la/el obstetra y el registro civil, consecuencia de aspectos anatómicos y fenotípicos del recién nacido, claramente diferenciables y reconocibles.
El sexo es mucho más que una genitalidad.
En la realidad el sexo no se asigna, el sexo se constituye en el mismo instante de la concepción en que se unen y fusionan la gameta masculina y femenina, dando lugar a la embriogénesis que, por sucesivos desarrollos posteriores, culminará, al cabo del tiempo de gestación de la especie, en un nuevo individuo humano.
Cabe destacar con énfasis, que en este largo camino acompaña todo el proceso la progesterona materna y femenina, con su mágica y precisa ingeniería, reina de las hormonas reproductivas. Proceso que desarrolla exclusivamente la mujer y que ha sido favorecido por la selección natural como el de mayor valor adaptativo. La progesterona, hormona negada y desconocida por los feminismos radicales y la ideología o ideologismo de género, construye esa maravillosa complejidad que es el nido materno, que permitirá la prosecución de la especie humana.
Nadie elige nacer mujer o varón y cada uno debe honrar su condición, desde la dignidad de la existencia y la virtud de la condición humana. No hay superioridad de sexos, cada persona, en parte hereda y en parte construye sus talentos. La igualdad y equidad entre los sexos es de derechos e igualdad ante la ley, contemplando claramente la perspectiva de género en lo que corresponda.
La identificación al nacer
Élisabeth Roudinesco, historiadora y psicoanalista francesa, analiza en uno de sus libros sobre las desviaciones identitarias, que refiere especialmente a la noción de género: «Hoy se ha suprimido la diferencia anatómica en nombre del género».
Debbie Hayton, referente transgénero británica, profesora de Física, periodista, militante laborista y activista sindical, expresa al respecto con mucha lucidez y objetividad sobre la inclusión de una tercera opción en el documento de identidad o en pasaportes: «eliminan un descriptor objetivo por una mera etiqueta (categorización) subjetiva», nunca menos cierto. (De su blog www. debbiehayton.com.) El sexo en realidad, no se puede cambiar, sólo adaptarse. Es una cualidad identitaria objetiva e irrenunciable de todas las personas.
El sexo no es un «casillero X» de «no binario». Modificar el sexo en un acta de nacimiento o en un DNI o PP configura un engaño, adulteración o falsedad. En cambio, sí correspondería considerar el derecho de las personas transgénero a registrar oportuna y legalmente una de las dos opciones de género, independiente pero no excluyente de su sexo. Resulta entonces deshonesto, irrazonable e inconducente la pretensión teórica y/o ideológica de sustituir el sexo por el género.
Desde la ciencia de la genética y la evolución, el sexo binario con el consiguiente dimorfismo sexual y funcional, el alto grado de especialización de los sexos y el género correlacionado, han sido la ecuación bio-psico-social que ha obtenido la mayor adaptación, y que consecuentemente ha permitido constituirnos biológicamente, en la especie más exitosa del planeta. Al Estado le debe interesar el sexo de las personas para definir innumerables políticas públicas de interés trascendente para toda la sociedad.
Género y sexo
El género, es un carácter de mayor complejidad genética. Dentro del género femenino típico (caracteres sexuales secundarios), hay matices individuales y personales, pero que no cambian su esencia, igual criterio se aplica para el género masculino. El género es al menos, preponderantemente binario y se pasa a analizar desde una perspectiva científica y desde la misma genética.
El género se encuentra asociado al sexo de manera indisoluble. Concebido el ser humano como sistema, el género se correlaciona positivamente con el sexo.
Por medio de diseños experimentales adecuados y técnicas biométricas específicas, se pueden estimar parámetros genéticos en poblaciones humanas, que lo pueden demostrar. La asociación entre dos variables, sexo y género en este caso, se puede medir mediante el parámetro de la correlación genética.
El parámetro de la correlación genética entre sexo y género, mediante un análisis bioestadístico de su variación conjunta, o sea de la frecuencia con que aparecen siempre juntos, nos permite establecer si hay una relación de causa – efecto entre las dos variables, análisis que es de aplicación sencilla con los datos disponibles de las poblaciones.
Se puede medir incluso la correlación genética entre sexo y género en distintas poblaciones geográficas y de diferentes culturas. Desde Samoa, la Puna jujeña, nuestra gran Patagonia, Tierra del Fuego o grandes urbes. Para ilustrar, el parámetro toma valores positivos o negativos de 0 a 1. Una correlación genética positiva de valor 0,90 estadísticamente significativa, significaría que, de la variación conjunta observada de los dos caracteres, sexo y género, el 90 % se debe a factores genéticos y 10 % a factores ambientales.
Sin dudas, se puede anticipar la alta correlación genética positiva entre sexo y género, los datos objetivos se evidencian en las poblaciones, lo que significa que el género femenino o masculino se corresponde con el sexo correlativo y que hay una relación de causa efecto, es decir el sexo es la causa y el género es el efecto. El género es causado por el sexo.
Ahora bien, esta relación es más compleja por cuanto el género tiene una fuerte determinación genética pero también un componente ambiental significativo en su expresión y en manifestaciones de conducta. La influencia del ambiente sobre el sistema sexo – género la constituyen factores individuales, los asociados con la gestación materna y vida intrauterina (condicionantes hormonales), factores intrafamiliares e interfamiliares, psicológicos, emocionales, psicosociales y culturales, pudiendo haber otros. En el caso bajo análisis, el género, femenino o el masculino correlacionado con el sexo, tiene menor transmisibilidad de padres a hijos y lo será en la medida de las influencias del ambiente en su expresión. Por esta razón hay desvíos del género típicamente femenino o masculino correlativos con el sexo, hacia otras posibles expresiones que pueden solaparse o confundirse con la conducta, pero que siguen siendo esencialmente binarios.
Entre la componente ambiental del género, no determinada genéticamente, y lo que es finalmente conducta, se desarrolla toda una zona de subjetividad absolutamente respetable, con configuraciones identitarias, que no se advierte razón para “confesárselas” al Estado. Entonces, ¿tiene algún sentido y finalidad, la arbitraria ruptura del binarismo en una sociedad civil y jurídicamente organizada?
No se puede ni se debe avasallar la ciencia desde la política, ni convertirse en “torquemadas posmodernos”, por presuntas defensas de derechos o intereses facciosos, por intolerancias o fanatismos. Si se quiere contribuir genuinamente a la integración y no discriminación de minorías, no será con políticas anticientíficas y demagógicas.
Fuente: eltribuno.com